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Arte e Ideas

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La mala fortuna de El Caballito

Disculpen que empiece hablando de mí misma: le tengo terror a las estatuas. Están en esa línea entre lo inerte y lo vivo que me saca de quicio.

Disculpen que empiece hablando de mí misma: le tengo terror a las estatuas. Están en esa línea entre lo inerte y lo vivo que me saca de quicio.

Una de las estatuas que más miedo me han dado es la de Carlos IV, El Caballito. Monumento ecuestre de gran detalle, no olvida ni siquiera los testículos enormes del caballo. Su autor es Manuel Tolsá, nombre asociado a la estatua y no a otras obras.

Le he agarrado cariño con los años, nomás no la veo de frente. Cuando voy con amigos a la Feria del Libro de Minería es nuestro lugar de reunión. Cuando tengo que cubrir algo en el Munal, ahí está para darme la bienvenida.

El Caballito ha tenido mala ?fortuna. Fue develada a principios del XIX en lo que hoy es el Zócalo, cuando crecía el movimiento antiespañol. Quisieron fundirla, destruirla. Lucas Alamán ayudó a rescatarla y sugirió cambiarla de lugar. Estuvo en la avenida Juárez varios años.

Durante el siglo pasado estuvo muchos años en la prolongación de Reforma. Sobrevivió a la Independencia y la Revolución y se convirtió en parte del panorama chilango. En los 80 las autoridades de la Ciudad decidieron que había que esconderla otra vez y la pusieron en Tacuba, en la explanada del Munal, donde bailan los danzantes autóctonos. Una cachetada al monumento a Carlitos IV, cuyo caballo pisaba un símbolo azteca.

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