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Arte e Ideas

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La urgencia de transitar a plásticos biodegradables es cada vez mayor

En colaboración con el Laboratorio de Ingeniería Ambiental de la UNAM, la empresa BioElements ha desarrollado fórmulas para obtener plásticos biodegradables o compostables usando resinas naturales. ¿Cómo los consigue y certifica la UNAM?, la doctora María Neftalí Rojas Valencia, líder del proyecto, lo explica.

La imagen de una tortuga con un popote en la nariz o de peces nadando entre bolsas es un claro ejemplo del problema mayúsculo que han generado los plásticos de un solo uso. Del mar se prolonga a las calles, terrenos baldíos, parques, barrancas, ríos, lagos, drenaje, etcétera. Por ello, en años recientes se han buscado soluciones que ataquen este ambiguo problema, ya que, por otro lado, el plástico también vino a solucionar problemas de sanidad, practicidad y almacenaje.

Se han buscado alternativas ecológicas al plástico de un solo uso como las resinas BioE que, a través de años de investigación, desarrollo y certificaciones rigurosas, han logrado formulaciones que han impulsado la creación de empaques, películas y bolsas biodegradables. Este material, por ejemplo, ha demostrado ser una alternativa sostenible que reduce drásticamente el tiempo de biodegradación, de 3 a 20 meses, en comparación con los hasta 400 años que tarda el plástico.

Actualmente, la empresa BioElements, que ha patentado estas resinas, trabaja en estrecha colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para perfeccionar la fórmula, lo cual le permitió tener una certificación única de la calidad del material, permitiendo así que empresas establecidas en el país cuenten con opciones biodegradables.

Atendiendo a este trabajo colaborativo, El Economista visitó el Laboratorio de Ingeniería Ambiental de la UNAM, donde la doctora María Neftalí Rojas Valencia, académica especialista en ingeniería ambiental, quien dirige los trabajos de investigación en esta línea, explica que la preocupación por los plásticos aumenta, porque no sólo se trata de macroplásticos flotando en el mar, sino que hoy se tiene consciencia de los microplásticos que muchas veces no vemos, pero que son dañinos para el agua, el aire y la tierra.

“Debido a la contaminación tan grande que han ocasionado los plásticos, la mayoría de países a nivel mundial han prohibido el uso de plásticos hechos con hidrocarburos para ciertas actividades, en México, en varios estados existe la prohibición, en la Ciudad de México desde 2009 tenemos una norma con la cual se nos pide comprobar que una bolsa es biodegradable y compostable, sin embargo, las normas se relajaron durante la pandemia”, indica.

Productos biodegradables y compostables

En busca de soluciones para todas esas sanciones y restricciones que se han dado a nivel mundial se está apostando por las bolsas biodegradables y compostables, en este ecosistema vamos a encontrar una diversidad de nombres que a veces nos confunden, esto se debe a que no todas se degradan igual, detalla Rojas Valencia.

La especialista explica que algunas lo hacen por fotodegradación, habitualmente una combinación de oxidación e hidrólisis por la alteración de materiales por efecto de la luz, otras que se degradan por temperaturas altas o bajas, y otras que son por oxobiodegradación, un proceso de descomposición química de la materia en el cual ocurren oxidación y biodegradación simultánea o sucesivamente. Una característica de la materia oxobiodegradable es que puede descomponerse en cualquier ambiente siempre y cuando haya oxígeno incluso en la ausencia de agua.

También podemos usar un químico para que se biodegrade o un tratamiento biológico o mecánico-biológico, es decir, que requieres triturarlo y luego darle un tratamiento biológico, como una planta o animal, se usa gorgojo, lombrices, peces, larvas, entre otros.

La diferencia entre biodegradable y compostable es que la primera requiere de un aditivo, donde para promover la degradación se usa de 0.5 a 1% de ellos, en los compostables hablamos de aditivos más resinas, que prácticamente se trata de un almidón, de maíz, papa, trigo, arroz; o a través de celulosa de madera, algodón, o cereales; bacterias, desechos orgánicos y otros como agave de nopal, algas, proteínas, etcétera.

Esto se agrega a la mezcla y se vuelve compostable. La diferencia principal entre bolsas biodegradables y compostables radica en el tiempo y condiciones de degradación debido a factores físicos como: sol, temperatura, humedad, agua, microorganismos, entre otros.

En este laboratorio incluso se trabaja en nuevos productos a base de agave de nopal, algas y proteínas, pero hasta ahora es difícil demostrar que con un solo tratamiento se pueda saber qué tipo de bolsa es. Rojas Valencia reconoce que, con la experiencia en el laboratorio, cada vez es más sencillo identificar si una bolsa cuenta con los requerimientos de biodegradación y compostabilidad. “Hoy hay pruebas básicas y complejas, pero casi siempre nos basamos en la norma de cada estado, pues ese es un problema, cada quien retoma la norma internacional que le funciona, son más de 40 y todas las tenemos que conocer”.

Lo mejor es no utilizar plástico

El Laboratorio de Ingeniería Ambiental de la UNAM comenzó con este tipo de pruebas en 2018, una vez que obtuvo certificaciones en varios países y el equipo multidisciplinario fue entrenado, ahora se ha vuelto un laboratorio de referencia, para garantizar a las diversas empresas que sus productos cumplen con los requerimientos que piden las normativas.

La doctora Rojas Valencia considera que el camino de los plásticos biodegradables seguirá en aumento, pues lo demanda el medio ambiente, la sociedad, los fabricantes y las circunstancias, sin embargo es tajante en sus conclusiones: “Yo creo que lo mejor es no consumir lo que hace daño al medio ambiente, en lugar de apostar por nuevos productos, nuestra responsabilidad por ejemplo, es no aceptar las bolsas de plástico que nos ofrecen y comprometernos a llevar materiales de reúso, esta sería la vía en que verdaderamente el problema podría disminuir”.

nelly.toche@eleconomista.mx

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