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Arte e Ideas

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Las acuarelas que Edward Hopper pintó sobre México

Las pesquisas del escritor Alejandro Pérez Cervantes condensan el paso del pintor neorrealista por el país entre 1940 y 1950.

La obra mexicana de Hopper nunca ha sido exhibida de manera puntual, con una curaduría, y a partir del trabajo editorial, estamos haciendo todas las gestiones para que sea posible traerla a México”.

Alejandro Pérez Cervantes, escritor y catedrático.

¿Quién no conoce la obra del pintor estadounidense Edward Hopper (1882-1967)? Se trata de uno de los máximos representantes del neorrealismo norteamericano. Su obra, caracterizada por los retratos de la soledad y el desconcierto de una época entre guerras, aunque caracterizada por su atemporalidad, es todavía una de las grandes inspiraciones del cine y la cultura contemporánea.

Sin embargo, poco se sabe sobre los viajes que Edward Hopper y la pintora Josephine Nivison –quienes se casaron en 1924– realizaron a México entre las décadas de los 40 y los 50. De igual manera, hay escaso conocimiento sobre las 12 obras que Hopper realizó durante su estancia, sobre todo en el norte del país, en particular en Saltillo, en 1943 y 1946, y en Monterrey, también en 1943. Y más tarde, hacia 1952, en Guanajuato y Oaxaca.

De aquellos viajes nacieron obras en acuarela como “Saltillo Mansion” (1943), que es parte del acervo del Museo MET de Nueva York; “Saltillo Rooftops” (1943), resguardada en el Whitney Museum; “Monterrey Cathedral” (1943), del Philadelphia Museum of Art; “Construction in Mexico” (1946), de la Colección Buckley, o “Cliffs near Mitla”, pintada en Oaxaca en 1952, de una colección privada.

Por casi dos décadas, el escritor y catedrático coahuilense Alejandro Pérez Cervantes, doctor en Teoría Crítica por 17, Instituto de Estudios Críticos, inició una exhaustiva pesquisa sobre la presencia del artista estadounidense en México y ha indagado acerca de los paisajes citadinos y naturales que Hopper decidió plasmar, fascinado por los caprichos de la luz sobre las cúpulas y las montañas del norte del país, y, además, sobre las razones para elegir la acuarela y no el óleo, como solía.

Esta investigación que el doctor Pérez Cervantes realiza desde 2006 quedó concentrada en el libro Edward Hopper en el norte de México, que este 2023 publicó la editorial de la Universidad Autónoma de Nuevo León. El autor conversa con ese diario sobre la publicación y nos comparte una primicia.

La fascinación de Hopper

“A pesar de ser bastante influyente y quizá uno de los artistas con mayor resonancia en la cultura popular, además de ser un autor profundamente estudiado desde la Academia, había un hueco sobre su estancia en México. Desde hace bastantes años comencé una indagación y un acopio de toda la bibliografía, a partir de los archivos, los diarios y la correspondencia, así como la investigación hemerográfica en Saltillo, para ir armando este rompecabezas de los cuatro viajes que Hopper hizo a México en compañía de su esposa y sobre las 12 acuarelas que concluyó, ocho en Saltillo, dos en Monterrey y las últimas dos en Guanajuato y Oaxaca”.

Dadas las restricciones en Estados Unidos para viajar a sus costas, donde el matrimonio Hopper tenía sus casas de descanso, “en 1943, la pareja optó por viajar hacia el sur en tren. Llegaron, por principio, a la Ciudad de México, donde no encontraron motivos importantes para pintar. Él quería plasmar los espacios abiertos, pero no tenía los contactos adecuados ni el conocimiento. Pero se encontraron con una amiga suya, curadora, que les recomendó viajar al norte del país, específicamente a Saltillo (...) y acá encontraron varias particularidades, la primera es el paisaje de las montañas (...) Hopper se cautivó con la luz sobre el desierto mexicano, que por las tardes es semidorada y se mezcla con los materiales vernáculos de la arquitectura de colores ocre”.

Aunque la técnica más importante de Hopper fue el óleo, en México, dado que había que subirse a las azoteas con el caballete o trasladarse a los espacios abiertos, por razones prácticas resultaba conveniente ejecutar en acuarela. “Hacía el trazo al natural, como si tomara una fotografía instantánea mucho más libre”.

Hopper se interesó en el muralismo mexicano, en particular en la obra de José Clemente Orozco, señala Pérez Cervantes, que finalmente influyó en ese trazo muchos más libre plasmado en sus postales mexicanas.

Uno de los grandes atractivos de la publicación de Pérez Cervantes es que se dio a la tarea de buscar los sitios que Hopper eligió para sus obras mexicanas y presentar fotografías de época y recientes que permiten una comparativa frente a las escenas que cautivaron al artista en su momento.

El libro generó tal interés que...

Si bien las obras mexicanas de Hopper han formado parte de exposiciones itinerantes y han aparecido en catálogos, el conjunto mexicano de Hopper no ha tenido el protagonismo que merece y ahora mismo no están expuestas al público.

No obstante, el libro de Pérez Cervantes ha despertado tal interés de colegas y especialistas en artes plásticas, que –comparte– es factible que la obra pueda reunirse y viajar a nuestro país.

“Ha surgido el interés de uno de los museos más importantes de México, no puedo decir cuál porque estamos en proceso, pero me ha contactado para coordinar una gestión ante los museos en Estados Unidos para, por primera vez en la historia, traer la obra de Hopper a México con la curaduría de tu servidor. Probablemente suceda a mediados o finales del próximo año”.

Edward Hopper en el norte de México

Alejandro Pérez Cervantes (2023)

• Universidad Autónoma de Nuevo León

• 112 páginas

• Impreso: 200 pesos

Tienda en Línea

El último viaje a México

El matrimonio Hopper volvió por última vez a México en 1955, particularmente a Monterrey, cuando el pintor tenía más de 70 años. El objetivo era volver a pintar la Catedral de Monterrey, pero él ya presentaba complicaciones de salud que lo tuvieron postrado un par de semanas en su habitación de hotel, por lo que desistió del cometido. El pintor falleció 12 años después, en 1967.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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