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Libro Anatema: 200 años de "El Periquillo Sarniento"

El Libro Anatema hace un recuento de las ilustraciones de cuatro ediciones de El Periquillo Sarniento publicadas durante el siglo XIX

Un anatema es una condena moral, una prohibición que se hace a alguna persona o cosa. Un libro anatema es, por tanto, un libro prohibido, condenado, maldito. Para el escritor del siglo XIX, Guillermo Prieto, en un artículo entregado al Liceo Mexicano, El Periquillo Sarniento de José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador mexicano, es el libro anatema contra los vicios de la colonia, y la justificación más fundada y más elocuente de nuestra Independencia .

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Del 1 al 29 de septiembre, se presenta en el Archivo Libanés de México la exposición El Libro Anatema con el motivo de la celebración de los 200 años de la publicación de El Periquillo Sarniento, novela picaresca que aborda las aventuras y desventuras de Periquillo. De acuerdo con la curadora de la muestra, Olivia Schroeder Pacheco, El Libro Anatema obedece a una relectura y no a una exposición museográfica.

Exposición

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Para mí era fundamental, ahora que celebramos el bicentenario de la publicación de El Periquillo Sarniento, hacer una difusión de la obra, porque es un libro que todo el mundo dice que ya ha leído, que ya ha revisado en la escuela, pero que verdaderamente nadie recuerda , explica la curadora.

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Luis González Obregón, en sus notas bibliográficas a la obra del Pensador mexicano, cuenta nueve ediciones de la novela entre 1816 y 1885, lo que se considera un éxito editorial para el siglo XIX. Lizardi murió en 1827, por lo que las siguientes lecturas de la obra fueron aportadas por los impresores, los editores y los ilustradores. En donde vamos a ver una reestructuración de la novela es en las ilustraciones y en su criterio editorial , afirma Olivia.

El Libro Anatema hace un recuento de las ilustraciones de cuatro ediciones de El Periquillo Sarniento publicadas durante el siglo XIX. El recorrido inicia con las portadas de las ediciones de 1830 y 1842, en las que pueden apreciarse, además de la figura de Periquillo, artefactos de su vida cotidiana, como una guitarra y un metate; así como otros objetos que hacen referencia a los diferentes oficios que desempeña el personaje dentro de la novela, como los químicos que utiliza cuando se convierte en veterinario o su peluca de doctor.

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Enseguida, como si estuviéramos leyendo un libro con notas a nuestros pies, se muestran las 60 litografías que forman parte de la edición de 1842. En esta zona se muestra la secuencia narrativa que la imagen aporta. Aquí es donde podemos ver cómo la imagen es la que denota características de la obra que parecían no tener importancia, pero que completan el texto , dice Schroeder.

Exposición

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El recorrido continúa con la exhibición de las litografías que corresponden a la edición de 1830, para dar paso a la sección comparativa de la muestra, en la que se exhiben dos ediciones más, una de 1885 y otra de 1897, y en la que es posible apreciar la evolución de la Ciudad de México a lo largo del siglo XIX. Un ejemplo: en la edición de 1830, podemos ver que la boda de Periquillo y Margarita se lleva a cabo en el campo, en San Agustín de las Cuevas, actual centro de Tlalpan; en la edición de 1842, la boda se lleva a cabo dentro de un salón y si observamos la edición de 1897, la boda también ocurre en un salón, pero con lámparas eléctricas, lo que indica que la electricidad ya había llegado a la ciudad.

La muestra incluye también las notas de los amigos de Periquillo después de su muerte; así como varias ediciones publicadas durante el siglo XX. Además, los días 8, 22 y 29 de septiembre se llevará a cabo el coloquio 200 de El Periquillo , con la participación de destacados investigadores, como el doctor Felipe Reyes Palacios y la doctora Mariana Ozuna.

Exposición

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Para la curadora de esta exhibición, lo que nos queda reflexionar es cuáles son las cualidades emblemáticas que han quedado de la obra. Qué se conserva del México de hace 200 años. Además, si prestamos atención, yo creo que todos podríamos atinar a ver nuestra cotidianidad en alguna de las escenas, 200 años después .

rodrigo.riquelme@eleconomista.mx

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