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Los Arctic Monkeys, ?la joya del Corona
El encuentro ya es el gran festival de rock en México; para el próximo año, ya sin el patrocinio de la cerveza, le quedan cosas por mejorar.
En el reloj, las 10:36 de la noche. Miles de personas caminan a paso entre cansino y trémulo sobre la pista del Autódromo Hermanos Rodríguez que conecta a los dos escenarios principales del festival de música Corona Capital. Avanzamos a la velocidad de un zombi que va de rodillas a la Villa. Estamos cansados, con los pies algo adoloridos, las piernas blandengues, las camisas sudadas.
La cerveza que algún chistoso lanzó al aire nos ha entiesado el cabello. Los chavos se enfundan sus sudaderas, pues ha bajado la temperatura. El frío enchina la piel a las miles de chavitas que eligieron shortcitos de su guardarropa para lucir un outfit muy primaveral pero poco ad hoc para una jornada que incluye mucho sol y también mucho frío.
A lo lejos se escuchan cuatro acordes seguidos. Es el sonido de una guitarra eléctrica. No One Knows tiene el mismo efecto que un balazo lanzado al aire por Rick Grimes y ni Grimes, la cantante, pudo contener a la gente para que no se lanzara corriendo hacia el escenario Corona donde los Queens of the Stone Age comenzaban el último concierto del programa. La sonorización no es apta para un concierto que comenzaron a ver más de 40,000 personas. Poco a poco, la amenaza del último tren (metro) a la civilización impele a algunos a abandonar el lugar.
Todos, absolutamente extenuados -quizás no tan borrachos como en otras ocasiones, pero eufóricos-, interferidos y bendecidos por el poder de la santa distorsión, caminan hacia la salida o se abrazan para evitar el frío presenciando a los Queens, ya sea sentados o acostados en el pasto cubierto por una gruesa tela negra.
LOS ARCTIC MONKEYS ?SE LLEVAN LA NOCHE
En gustos se rompen géneros. Es imposible que alguien tenga una estampa completa y con pormenores de todas las actuaciones del festival. Cuatro escenarios con espectáculos simultáneos no bastan para un par de ojos y un par de piernas. Sin embargo, reluce una verdad con la que muy pocos podrán estar en desacuerdo: los Arctic Monkeys se han llevado la noche. Para empezar, Alex Turner y compañía repasaron en el escenario Capital: Brainstorm , Dancing Shoes , Teddy Picker y Crying Lightning (qué diferencia de aquel bodrio de concierto en el 2010, cuando tocaron solamente una hora y con dos de retraso en un concierto en la explanada del Estadio Azteca).
Al final, Are you mine -del nuevo disco- y la participación de su amigo el músico Miles Kane, que horas antes en el escenario Corona había conquistado a la raza portando una playera de la selección mexicana de futbol. Algunos abandonaron el foro para lanzarse a ver a otra de las imperdibles de la noche: Sigur Ros, que entre muchas otras rolas, erizó la piel de cientos con su Hopipolla .
Los Queens of the Stone Age le devolvieron furia a una noche en la que los ánimos ya habían sido abatidos por el peso de las horas, un peso nutrido de muchos decibeles por todas las bandas participantes: el ritmo y el baile de Vampire Weekend; la fuerza de Jake Bugg o Mueran Humanos; el rock de Portugal The Man, Jimmy Eat World y los Stereophonics; la euforia incontenible y sexy de Matt & Kim; la experimentación de Fuck Buttons y la pulcritud de Miles Kane y The Breeders; etcétera.
TRIUNFA EL CAPITAL
Este festival nos está acostumbrando a cosas grandes. Recordemos que en el primero todo era insuficiente, hasta la cerveza que da nombre al evento. Lo complicado será pensar qué sucederá ahora que la cervecera que lo patrocina no está interesada en seguir invirtiendo.
A pesar de todo su éxito económico, el festival se permite fallas de primaria: el sistema de audio de un escenario es insuficiente para la cantidad de personas. Los espacios de descanso también lo son.
No hay que perder de vista el verdadero capital del encuentro: la música y que todo allí transpira espíritu joven; es decir, que todo puede ser diferente.
aflores@eleconomista.com.mx