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Arte e Ideas

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Los colores, aromas y sabores de México, en el Zócalo

Gastronomía, artesanías, música, conferencias, talleres y mucha cultura.

Toda la plancha del Zócalo capitalino está ocupada por la quinta edición de la Fiesta de las Culturas Indígenas, Pueblos y Barrios Originarios de la Ciudad de México.

Los puestos de bolsas artesanales con bordados familiares, florales y de aves de todos los colores se escapan de la sombra de las enormes carpas que se montaron para el encuentro. También sorprenden a la distancia los tumultos que se arremolinan alrededor de los puestos de herbolaria para preguntar sobre la existencia de una u otra planta. La mujer que atiende también asesora a tres pistas sobre beneficios de la pasiflora, la menta verde, la raíz de nopal, la flor de azahar y de tila.

Unos pasos más adentro, una tehuana vende fajas de telar de cintura con texturas y motivos diferentes la una de la otra. Frente a ella un vendedor se acerca a las muchas personas que pasan caminando y a cada uno se le medio pone en frente para ofrecerle una prueba de rompope. Y a un lado, tres personas atienen un puesto en el que hay apilado al menos medio centenar de pan de cemitas poblanas. Una mujer ahí mismo está muy atenta moviendo el mole en ebullición en una cazuela de barro. Los caminantes quieren cerrar los ojos para concentrarse en el puro olfato. Distinguen en el aire la complejidad de ingredientes que integran ese mole poblano a punto de estar listo para comerse.

Unos pasos más allá ese olor se diluye. Ahora predomina el olor a copal. Están encendiendo un sahumerio a unos metros, en un local de pulseras elaboradas con cuero y cuentas.

No es muy diferente a un mercado tradicional. También hay nieves tradicionales, tlayudas, tepache, mezcal con o sin gusano; chile de gusano y gusanos de maguey que ahí mismo asan para el cliente. El cuarto de kilo cuesta lo mismo que costaría el cuarto de hormigas chicatanas. Un cliente se entusiasma y pide un cuarto de cada uno mientras se lleva a la boca un puñado de chapulines que se ha dado permiso de tomar de las jícaras de bule en el puesto.

Mientras tanto, en el pasillo siguiente, una joven se prueba una corona de listones como las que decoran a las muñecas otomíes. “¡Soy una muñeca viviente!”, dice con todo y sonrisa mientras se mira en el espejo.

En la carpa central está montado un escenario principal en el que desde antes del mediodía se presentan agrupaciones indígenas de música y de danza, así como recitales de poesía. De momento varias parejas bailan los pasos bien definidos de la música tradicional de la sierra norte de Oaxaca, cortesía de la Banda Filarmónica Un Sueño Más, propia del municipio de San Juan Evangelista Analco. Pero al pie del escenario ya aguardan cuatro cantores yumanos llegados desde la región norte de la península de Baja California. Están programados para la siguiente presentación.

En tanto, más allá, distante del escenario, hay una cancha en la que se anuncia la próxima demostración del juego de pelota mixteca, a la vista de quienes se han reservado para los tamales típicos de Cholula, y de quienes se toman selfies junto a la enorme figura de un colibrí favorecido con las monstruosas cualidades de un alebrije y que parece ser el idealizado guarda de los stands de los ocho barrios de Iztapalapa.

Detrás de eso, un grupo de personas se turna para mantener en alto un rótulo que dice: “Dione Anguiano, ¡nos indignas! Si no hay respeto para nuestros muertos en el panteón de Culhuacán, no habrá paz a tu mal gobierno”. Está firmado por los habitantes del pueblo al poniente de la ciudad. Argumentan que la delegada de Iztapalapa pretende reclamar parte del predio destinado para el cementerio para lucrar con un negocio particular.

A un lado, más de 20 stands de medicina alternativa, masajes y otros más específicos, como aquel en el que un hombre vestido con un traje de manta y una cinta roja atada a la cabeza hace predicciones personales a través del calendario religioso azteca de nombre Tonalpohualli.

En tres locales esquinado se atienden las deviaciones de la columna, anuncian que se cura el empacho y el espanto. En uno más prometen dar a conocer el nombre de cualquier interesado en náhuatl y su signo mexica solamente a través de “la lectura de los códices”.

Es la riqueza de culturas mezcladas, las indígenas del país, las indígenas de las urbes del país y los visitantes citadinos, con todo su pensamiento mágico; los turistas orientales, estadounidenses y europeos; olfateando, comiendo, negociando en este inmenso mercado mexicano que ocupa la plancha del Zócalo de la Ciudad de México hasta el próximo 2 de septiembre.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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