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Arte e Ideas

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Orgullosamente Burrón de cepa pura

Durante casi todo el siglo XX, La Familia Burrón dio cuenta de los modos y costumbres de una ciudad de México que poco a poco desaparece.

En el Callejón del Cuajo hay una vecindad. No es nada especial ni es más pintoresca que el resto de las vecindades que había en la ciudad de México allá por los queridos años 40 del siglo XX. Es una vecindad más, pues, ni la más rica ni la más pobre.

Lo que la hace única a esa vecindad es que en ella vivía una familia que está arraigada en el corazón y el alma de los chilangos (y posiblemente de casi todos los mexicanos).

Ahí, en el Callejón del Cuajo, estaba el domicilio de la familia Burrón. Casi siempre de ahí despegaban las aventuras de Borola, don Regino, sus hijos el Tejocote y Macuca, y el pequeño hijo adoptivo Foforito Cantarranas. Ah, y no olvidemos a Wilson, el perro que siempre los acompañaba.

La Familia Burrón, la obra cumbre del historietista Gabriel Vargas, se publicó durante 60 años y vio pasar presidentes, modas, nuevos y viejos modos de ser las mujeres, movimientos sociales, en fin. De esos sucesos y otros que provenían de la imaginación de Vargas se alimentaba la revista, quizá el cómic mexicano más importante de la historia del género.

Decir que los Burrón era un tratado sociológico de la vida de la clase media del DF es un cliché que, como todos los clichés, tiene un núcleo de verdad. Era una verdadera crónica de nuestros usos y costumbres adelantada a su tiempo. Para muestra, varios botones: doña Borola fue una feminista antes de que fuera políticamente correcto; las tramas de los caciques don Juanón Teporochas y don Briagoberto Memelas hacían crítica política cuando hacerla podía costar la vida; los pepenadores Susano Cantarranas y la Divina Chuy contaban en primera persona los avatares de la pobreza en esta ciudad.

Este 2015 Gabriel Vargas habría cumplido 100 años. Fallecido en el 2010, tristemente vio fenecer su historieta en el 2009. El precio de la tinta y el papel, y el cambio de los tiempos, ahogaron a la publicación.

Ya hay toda una generación de lectores de cómics que nunca conocieron la revista o la vieron como una antigualla para abuelos, una lástima. Pero no hay que entristecerse: las aventuras de la intrépida Borola y el siempre fiel don Regino sobreviven en una serie de antologías publicadas por Porrúa.

Homenaje a un México que se va

Y sobreviven en el Museo Nacional de las Culturas Populares. Los 100 años de Vargas se celebran en este museo con una exposición de su obra. Un recuerdo de que esos personajes son de algún modo reflejo de quienes somos, o de quienes fuimos, cuando esta ciudad era todavía un pueblote lleno de tienditas, bolerías, zapateros remendones, sastres y costureras, puestos de garnachas atendidos por señoras de rebozo y personas que andaban todos los días descalzas por la calle. Ese mundo poco a poco se va desvaneciendo.

La exposición se compone sobre todo de dibujos de portadas de la historieta y de estudios de personajes. Algunos están firmados por el propio Vargas, como un precioso cuadro donde aparecen los Burrón en pleno acompañados de otros personajes como el ladrón reformado Ruperto Tacuche. Otras piezas están firmados por Miguel Mejía y Agustín Vargas, los principales dibujantes de la revista.

Museo de Nacional de ?las Culturas Populares

?Av. Hidalgo 289, colonia ?Del Carmen, Coyoacán?

Martes a domingo, ?de 10 am a 6 pm?

Entrada: $13

concepcion.moreno@eleconomista.mx

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