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Arte e Ideas

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Rinden homenaje a Alejandro Luna, una leyenda viviente del teatro

Este fin de semana se montaron dos funciones especiales de la obra “Edipo: nadie es ateo” en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, únicamente para aplaudir en este gran escenario al reconocido escenógrafo e iluminador teatral.

La escenografía es un arte colectivo y es un arte abierto al movimiento de los actores, a la coreografía, a la re-significación del espacio que producen la palabra y la música. Es un arte incompleto y dependiente de los otros componentes del teatro. La escenografía carece de la autonomía de las artes plásticas, la literatura o de la composición musical”,

Alejandro Luna, en su discurso de ingreso a la Academia de Artes

En su conciso texto de ingreso a la Academia de Artes de México, en 2007, Alejandro Luna Ledesma (Ciudad de México, 1939), arquitecto de formación pero a todas luces una leyenda viva del arte escenográfico y la iluminación teatral en nuestro país, defendió que la escenografía, como el teatro mismo, son un arte efímero, habitante del tiempo presente; un arte, además, que no ha de asimilarse como la impronta individual del escenógrafo sino como un acto colectivo.

“Hablar de espacio es hablar de vacío, de ausencia y de representación; de la construcción mental que hacemos a partir de estímulos sensoriales, principalmente visuales y por esto íntimamente relacionados con la luz (…) la escenografía no es sólo una experiencia visual, es la estructura espacial, la estructura física del espectáculo, y también es el universo visible de la obra, que como un libro requiere ser leído”, argumentó en el 2007 y más adelante complementó que “la escenografía es movimiento, un movimiento sujeto a diseño. La escenografía es el diseño de un movimiento. La escenografía es un arte cinético”.

Este fin de semana, Luna Ledesma, de 82 años, estuvo presente en las dos únicas funciones especiales de la puesta en escena “Edipo: nadie es ateo”, del dramaturgo e histrión David Gaitán, en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, dos funciones montadas como pretexto para rendirle homenaje al también Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes 2001, responsable de la belleza escénica de más de 300 puestas en escena presentadas en los mejores escenarios del mundo y asesor para la construcción de teatros como el Juan Ruiz de Alarcón y la Sala Miguel Covarrubias, para la UNAM, o el Teatro Diana y el Centro de Artes Escénicas, en Guadalajara. Un pilar, pues, con todas las de la ley, del teatro mexicano.

“Nunca me pasa”

Después de una amplia ovación de la primera de dos funciones de “Edipo: nadie es ateo”, David Gaitán, quien encarnó a Edipo en ambas funciones, reconoció que llevar la obra hasta ese emblemático escenario fue un plan con maña para rendirle pleitesía al reconocido escenógrafo, quien además es responsable de la escenografía de esta puesta.

“El privilegio de trabajar contigo en las obras que nos ha tocado ha sido de lo más alto de mi carrera artística”, le dijo Gaitán. “La sensibilidad que tienes para llevar el mundo técnico al mundo de la sutileza y la sensibilidad es algo que no había encontrado nunca antes. Cuando me preguntaron a razón de qué era el homenaje a Alejandro Luna, respondí que para artistas de esta talla no se necesitan motivos”.

Luna entonces fue invitado a subirse al escenario que ha hecho suyo en muchas ocasiones, pero ahora para hacerse visible. Y subía con pausa al escenario del “Esperanza Iris” por las escaleras frontales, mientras le acompañaba el aplauso sin discrepancia del público que no dejó un solo lugar del patio de butacas, el anfiteatro y el entresuelo. Luna era ayudado por Gaitán para alcanzar el último escalón del proscenio cuanto las personas que ocupaban la parte frontal ya estaban de pie. Le acercaron de inmediato el micrófono y este eligió ser sucinto pero bromista en su mensaje.

“Todos aplaudiendo, es muy emocionante. Nunca me pasa, ¿eh? Le aplauden más al cliente”, dijo después de señalar al director de la obra, hizo una pausa y añadió: “agradecerles una recepción tan simpática. Desde aquí los veo a todos, este sin duda es un lugar privilegiado. Muchas gracias por el aplauso”, concluyó y se le invitó a bajar por las escaleras, pero, como buen hombre de teatro, eligió salir por el costado.

De política y pestes

En entrevista para El Economista, David Gaitán expresó que “hablar de la impronta de Alejandro, si lo pensamos en el teatro mexicano, es una leyenda viva sin que la expresión resulte exagerada. Es probablemente el mejor escenógrafo que ha tenido el país y América Latina. Lo que se puede ver en la obra es su trabajo en toda su dimensión, además, en un teatro como el ‘Esperanza Iris’, que tiene todo el músculo técnico para que su iluminación y su escenografía se presenten en su mejor versión y luzcan con toda su potencia”.

Y es que en “Edipo: nadie es ateo”, Luna desbordó el espacio escenográfico y se extendió hasta los palcos contiguos. Ahí instaló tres grandes bocinas similares a las que se usaban en los gramófonos, para simular un rudimentario sistema de sonido a través del cual Edipo podía dirigirse a su pueblo.

El mito de Edipo es uno de los más revisitados de la historia del arte escénico, varias son las perspectivas con las que se aborda. Para el caso de la puesta de Gaitán, la dimensión del Edipo es la política, la historia de un gobernante y su lucha contra una peste que de a poco acaba con la ciudad de Tebas, a su vez que una lucha por mantener una buen imagen pública, por encima de la calamidad, imagen que sin duda habrá de desvanecer una vez que este se entera del asunto familiar que, ya es conocido, habrá de enterarse.

En escena a Edipo le acompañan Yocasta (Carolina Politi), esposa y, aunque lo desconocen hasta cierto punto, madre de Edipo, y Creonte (Adrián Ladrón), hermano de Yocasta, así como Tiresias (Diana Sedano), la bruja transexual e invidente más poderosa de Tebas que permite conocer la dimensión del pensamiento mágico que, sí o sí, condiciona a todas las sociedades. Todos estos personajes conversan, tienen sexo y se enteran de sus vínculos familiares sobre y alrededor de una mesa de mármol, una propuesta tan simplista como poderosa con la que Alejandro Luna transmite el sitio de poder y privilegio en escena, desde donde todo, pese a la pulcritud aparente, habrá de derrumbarse.

Durante la obra se dicen oraciones que permiten correlacionar los hilos históricos que la política hasta el presente: “todo líder disfruta un poco del dolor de su gente”; “la peste es la somatización de la ciudad ante el narcisismo de su gobernante”; “en medio de la catástrofe, la felicidad parece agresión”; “ser populista permite ganar tiempo”; “la rebeldía es casi ególatra y violenta”.

La obra, complementa Gaitán, “se vuelve de una contemporaneidad hasta siniestra. La estrenamos en 2018 y ahora que dimos funciones pospandémicas, resulta que estamos frente a un grupo de espectadores que son todos especialistas en un tema que antes era solamente una figura mucho más retórica, como la presencia de una pandemia, el hecho de que la realidad está colapsando y cómo vemos a los gobernantes imaginar soluciones, fallar y acertar, y la respuesta social ante todo esto”.

Alejandro Luna es:

  • Miembro de número de la Academia de Artes de México.
  • Premio Nacional de Ciencias y Artes 2001.
  • Miembro emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
  • Homenajeado por la Unión de Teatreros de Europa en la edición 30 del Cervantino.
  • Premio Universidad Nacional 2007.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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