Buscar
Arte e Ideas

Lectura 9:00 min

Ruta del Río Grande sumará valor al Valle de Cuicatlán

En alianza, INAH, CHiFA y Fundación para la Reserva de la Biosfera Cuicatlán diseñan un itinerario cultural y natural para detonar un proceso de conservación y de visita ordenada y sostenible que impactará en la calidad de vida de las comunidades de La Cañada oaxaqueña.

En 2018 el mundo puso sus ojos sobre el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, que comparten Puebla y Oaxaca. La UNESCO lo inscribió en la Lista de Patrimonio Mundial como Bien Mixto, es decir, reconoció su valor universal excepcional como hábitat originario de Mesoamérica, poseedor de una vasta diversidad biológica única en el mundo y abrigo de la historia humana que ha quedado plasmada en el sitio durante miles de años.

Dos décadas atrás, el Valle de Tehuacán-Cuicatlán fue declarado reserva de la biosfera y el gobierno puso bajo protección federal 145,255 hectáreas de la zona núcleo y 344,931 ha para una zona de amortiguamiento, creando así un Área Natural Protegida.

El pasado martes, la comunidad del valle de Cuicatlán, localizado en la región  denominada La Cañada, al noreste de Oaxaca, poblado por ixcatecos, mazatecos, cuicatecos, nahuas y mestizos distribuidos en 45 municipios, recibió de las autoridades federales y estatales el certificado que acredita su inscripción en el listado de la UNESCO.

Como suele suceder con estas declaratorias, al tiempo que se detona un interés creciente por conocer y visitar los sitios patrimoniales, se presentan también los riesgos para su conservación y el surgimiento de proyectos turísticos que saturan las capacidades y comprometen la salvaguardia de los bienes naturales y arqueológicos o que marginan a las comunidades locales de los beneficios del turismo.

Por esa razón, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Fundación para la Reserva de la Biosfera Cuicatlán (FRBC) y la Alianza para el Financiamiento del Patrimonio Cultural (CHiFA, por su sigla en inglés) encabezan, apoyados en las comunidades y los municipios de La Cañada, un proyecto de conservación y de visita sustentable que han denominado Ruta del Río Grande.

La arqueóloga Nelly Robles García, investigadora del INAH, y coordinadora de la formulación del expediente para presentar la candidatura de estos bienes ante la UNESCO para su declaratoria como Patrimonio Mundial, comparte con El Economista el espíritu de este esfuerzo colectivo y detalla los atractivos que tiene este itinerario cultural y natural.

La arqueóloga Robles García, doctora en Antropología por la Universidad de Georgia, Estados Unidos, señala que la región ha sido desde hace tiempo un destino visitado por su riqueza natural, por sus paisajes impresionantes, su bosque de cactáceas y suculentas que, asegura, es el más grande y diverso del planeta; por la posibilidad de recorrer sus ríos y admirar el vuelo de las guacamayas que surcan el cielo en su santuario, pero muy poco se ha invertido en detonarlo como un sitio de riqueza cultural.

Ruta del Río Grande

A lo largo de siete localidades de La Cañada (Dominguillo, El Chilar, Jocotipac, Cuicatlán, San Pedro Chicozapote, Valerio Trujano y Quiotepec), a poco más de 400 km de la Ciudad de México, se yerguen monumentos naturales y arqueológicos que  maravillan a los visitantes. Asentamientos y tumbas prehispánicos, cuevas con pinturas rupestres, bosques de encinos y de cactáceas, santuarios de aves, un río navegable en temporada, extensas huertas de mango, limón, zapote y chicozapote; edificaciones de arquitectura vernácula, como cabañas, haciendas y las estaciones de la vieja ruta ferroviaria, conforman el potencial turístico de una región que, por falta de inversión, ha sido paulatinamente abandonada por sus moradores para ir a buscar el ingreso en otra parte, dice Nelly Robles.

Por eso, la Ruta del Río Grande tiene este triple propósito: que puedan generarse proyectos que contribuyan a la conservación de los sitios y a acrecentar la investigación botánica, zoológica y arqueológica; detonar “una visita ordenada, segura, informada y sostenible”, y que las comunidades puedan emprender proyectos de autogestión que les permitan tener un ingreso y que impida que se vayan de sus pueblos, detalla la investigadora del INAH.

La ruta surge a propuesta de las propias comunidades, dice la doctora Robles, “cada comunidad hizo un inventario de sus atractivos y compartió la manera como los han conservado a lo largo de los años”.

“Los pobladores están muy conscientes de su patrimonio, y son ellos quienes nos han guiado para definir una ruta que sea muy atractiva para los visitantes y que al mismo tiempo se generen las mejores prácticas que garanticen su conservación”, señala.

De entrada, “se proyecta un Centro de Visitantes en Cuicatlán, como facilitador de la ruta y de ahí generar una visita ordenada, y darle opción a los visitantes de que organicen su propio recorrido, con la posibilidad de pernoctar en las cabañas que tienen las comunidades, con algunas familias de los pueblos o en la cabecera municipal de Cuicatlán”, dice la arqueóloga, “Se trata de un nuevo paradigma de conservación con sustentabilidad y para incidir en la calidad de vida de las comunidades”.

La Cueva de las Manitas

La doctora Nelly Robles ha sido reconocida internacionalmente por su trabajo como directora del proyecto de conservación de la Zona Arqueológica de Monte Albán-Atzompa, y la instrumentación del plan de manejo de este sitio que es Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1987.

Desde hace años realiza investigación y tareas de conservación en la Cueva de la Manitas, en la comunidad de Dominguillo, en el municipio de Cuicatlán, llamada así por la abundante presencia de manos impresas en sus paredes rocosas. La doctora Nelly Robles comparte que estas pinturas rupestres podrían tener una data de miles de años, desde la época de los cazadores recolectores hasta el Preclásico mesoamericano (2,500 años antes de nuestra era), y en cuya documentación y datación precisa colabora un equipo de investigación de la Universidad de Colorado, EU.

Las imágenes que sobresalen en las cuevas, como un árbol de la vida, por ejemplo, son narraciones sobre el origen, refiere la arqueóloga.

FRBC y CHiFA: alianzas estratégicas

Estas investigaciones y labores de conservación y, concretamente, el diseño de la Ruta del Río Grande, no serían posibles sin las alianzas que se han tejido alrededor del proyecto.

Una de ellas, con la Fundación para la Reserva de la Biosfera Cuicatlán (FRBC), constituida hace 24 años para impulsar proyectos de investigación, conservación, uso racional de recursos naturales, rescate de flora y fauna, e impulso de proyectos sustentables, como generación de energía limpia y producción de agaves en la reserva.

Juan José Carrasco Altamirano, gerente de la FRBC, comparte con este diario, que el proyecto de la Ruta del Río Grande tiene origen en el proyecto de conservación de la Cueva de la Manitas, que emprendieron con la comunidad de Dominguillo, encabezado por la arqueóloga Nelly Robles, y en el diseño de un plan para promover su visita, de tal manera que se destinaron recursos para cercar el perímetro de la cueva, construir escaleras y senderos para permitir el acceso de los visitantes.

“Uno de los objetivos de la ruta es ampliar la visita a otros puntos de interés, promover la reserva y empoderar a las comunidades, generando alternativas de trabajo, de aprovechamiento de sus recursos naturales y sus atractivos culturales y detener el abandono de la zona”, señala Carrasco Altamirano.

Añade que la Fundación ha trabajado de la mano con artistas plásticos y fotógrafos, como Gabriel Figueroa hijo, con la finalidad de promover la ruta y planean a fines de este año un tour con “influencers” para darle mayor visibilidad al proyecto.

Un apoyo que ha sido también fundamental para este proyecto es el de la Cultural Heritage Finance Alliance (CHiFA), con sede en Nueva York, una organización que consigue fondos para desarrollar soluciones económicas sostenibles para la conservación de sitios y monumentos, ciudades, pueblos y áreas históricas considerados patrimonio cultural.

CHiFA se adhiere al proyecto de la Ruta de Río Grande a través del World Monuments Fund (WMF), que ha trabajado con la arqueóloga Nelly Robles en otros proyectos, destacadamente en la respuesta a la emergencia en Monte Albán, luego de los sismos de 2017, refiere Bonnie Burnham, presidenta emérita del WMF y actualmente presidenta de CHiFA.

A través de su gestión se han conseguido 50,000 dólares provenientes de la Fundación American Express para el desarrollo del proyecto de la Ruta del Río Grande.

“CHiFA es el catalizador para ayudar a las organizaciones locales a colocar el patrimonio cultural en el centro de los planes de desarrollo comunitario.  Al seleccionar sitios, estamos buscando recursos culturales significativos que necesitan conservación, comunidades que puedan posicionarse en el centro del trabajo y gobiernos que apoyen este tipo de esfuerzo de colaboración”, explica Burnham.

“En el caso de la Ruta del Río Grande, CHiFA está ayudando a organizaciones que ya estaban profundamente arraigadas en las comunidades y en el cuidado del patrimonio de la región, como la FRBTC y el INAH, a desarrollar una estrategia amplia que podría implementarse localmente con un impulso desde el exterior”, añade.

Anuncia que CHiFA y la Fundación de la Reserva de la Biosfera Cuicatlán “buscarán conjuntamente financiamiento para la construcción, dotación de personal y operación de un Centro de Visitantes, para mejoras de infraestructura y señalización para proporcionar un mejor acceso a los sitios, y para trabajos de conservación a largo plazo”. 

“Los costos de crear el programa de turismo son totalmente recuperables dentro de los primeros tres años de su operación, según las proyecciones iniciales de 12,000 visitantes por año.  Buscaremos una combinación de inversión privada, apoyo filantrópico y participación gubernamental para cubrir este presupuesto.  Los fondos podrían provenir de dentro de México o de fuentes internacionales con interés en el país. Cuando se complete el periodo inicial, de acuerdo con nuestras proyecciones, el Centro de Visitantes generará un modesto excedente de financiamiento anual que se puede reinvertir, a perpetuidad, en mejoras adicionales del sitio y conservación en toda la región”, precisa. 

“El Centro de Visitantes creará 24 empleos permanentes y 129 temporales y a tiempo parcial, según el plan de negocios desarrollado como parte de este proyecto'', concluye Burnham.

Algunos atractivos de la Ruta del Río Grande:

  • El bosque de cactáceas y suculentas más grande y variado del mundo
  • La Cueva de las manitas (pinturas rupestres)
  • Sitios monumentales y tumbas prehispánicas, como Quiotepec
  • Santuario de guacamayas
  • Senderismo, campismo y recolección de frutas: mango, zapote, chicozapote
  • Degustación y compra de mezcal artesanal

francisco.deanda@eleconomista.mx

Editor de Arte, Ideas y Gente en El Economista. Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestro en Filosofía Social, por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Especialista en temas de arqueología, antropología, patrimonio cultural, religiones y responsabilidad social. Colaboró anteriormente en Público-Milenio, Radio Universidad de Guadalajara y Radio Metrópoli, en Guadalajara.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas