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“Sebastian roba la esencia del Chac Mool y la transforma en tiempo”: Eduardo Matos Moctezuma
Este sábado se presentó en el Museo Nacional de Antropología el libro-catálogo “Chac Mool. Sebastian” que compendia la obra del escultor durante 55 años asociada al monolito maya
“Siempre he dicho que solo el artista puede darle vida a lo nuevo. Y Sebastian lo logra. El ser metálico de los nuevos dioses está allí, celebra, gira, descansa, llena el espacio y sacude el tiempo”.
Así nos introduce el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma a la obra escultórica de Sebastian recogida en el libro-catálogo "Chac Mool. Sebastian" presentado este sábado en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología (MNA).
El volumen da cuenta de una andadura de 55 años, desde que en 1968 el escultor chihuahuense Enrique Carbajal, mejor conocido como Sebastian (Camargo, 1947) esculpió por primera vez una representación del emblemático monolito maya, que ha tenido sus propias versiones entre las civilizaciones tolteca, mexica y p’urhepecha, y se convirtió en un leitmotiv fundamental en su obra escultórica.
"Sebastian se robó su esencia y lo transformó en tiempo"
Inspirado también en el escultor británico Henry Moore, Sebastian ha recreado el Chac Mool una multiplicidad de veces; “el artista recupera aquella geometría de siglos y le da una nueva presencia”, dijo Matos Moctezuma.
“Henry Moore se doblegó ante el movimiento del Chac Mool, obra perenne de los antiguos mayas, y lo convirtió en mujer; Sebastian se robó su esencia y lo transformó en tiempo”, añadió.
“Chac Mool Sebastian” es también el catálogo que acompaña la exposición temporal del mismo nombre, en ocasión del 60 aniversario del Museo Nacional de Antropología, integrada por 30 piezas escultóricas de grande y mediano formatos, y un acervo de maquetas y bocetos que se distribuyen en el patio central del recinto, en los jardines y terrazas, y en la sala expositiva contigua a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en el segundo piso del edificio de Avenida Paseo de la Reforma, en Chapultepec.
Para la presentación de esta joya editorial se reunieron en torno al artista la curadora de la exposición Lorena Zedillo Ponce de León, el crítico de arte Héctor Tajonar, el director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), antropólogo Diego Prieto Hernández y el maestro Eduardo Matos Moctezuma, investigador emérito del INAH y miembro de El Colegio Nacional, quien estuvo a cargo del ensayo principal de la publicación.
“El libro es en esencia un diálogo entre un artista y un arqueólogo. Sebastian, como escultor, como artista, como creador, ha invadido el espacio de muchos lugares, de muchas ciudades, de muchos recintos, y ha creado también muchos dioses prehispánicos”, compartió Matos.
“Este diálogo nos lleva a un aspecto importantísimo: el tiempo, que es recuperado tanto por el artista, en este caso Sebastian, como por el arqueólogo. Ese tiempo ido que se rescata y vuelve al presente”, agregó.
Luego leyó un fragmento del texto principal del libro: “El artista se detiene por un momento, observa la figura pétrea que se presenta ante sus ojos y la mira detenidamente. Percibe en ella el tiempo capturado en las formas que delimitan el cuerpo semirrecostado en una posición que difícilmente se sostiene sobre su base. La forma le da sentido al todo: las piernas recogidas, la cabeza volteada hacia un lado, las manos que aprisionan el recipiente que, colocado sobre el vientre, es el centro donde se concentra todo el cuerpo y que parece dividirlo en dos partes, y cobra un dinamismo que va más allá de lo imaginable”.
“El artista recupera aquella geometría de siglos y le va a dar nueva presencia, la comunicación se establece entre el artista anónimo que le dio forma a la figura emblemática y el creador actual que acepta el diálogo que une tiempo y espacio. La tarea no es fácil: penetrar en el tiempo que se pierde en un espacio interminable de siglos para traerlo al presente es algo que sólo el artista y los arqueólogos tienen el poder de llevar a cabo”, cerró Matos Moctezuma.
El artista que fue a sus orígenes
Sebastian tomó la palabra para agradecer a las autoridades del INAH “haber abierto este lugar sacro para recibir la obra de un artista mexicano que fue a sus orígenes y plasmó la vida de los dioses ancestrales” y reconocer el trabajo curatorial de Lorena Zedillo.
“Cuando yo vi el Chac mool por primera vez, desde el punto de vista estético, lo que hice fue entender el signo y el símbolo de todo lo que representa”, expuso.
Y luego añadió: “Es un sueño que yo tuve desde 1968 cuando empecé a concebir el Chac mool con tremenda influencia de Henry Moore. Yo pensaba que emular y hacer las cosas como se hacían del otro lado del mar o del otro lado de la frontera, que era el primer mundo, y era lo que yo debía hacer para ser un artista universal, y cuando me enteré de que Henry Moore había bebido de nuestro Chac mool, de nuestra raíz profunda, me di cuenta que estaba yo en el error y que debía beber de mi raíz profunda, de mi México, e ir no sólo a la figura del Chac mool sino a todos nuestros dioses ancestrales y tratar, como dice el maestro Matos, de traerlos de nuevo a la realidad y hacerlos presentes para conservar nuestra tradición, en la versión de un artista contemporáneo”.
Diálogo entre arte precolombino y contemporáneo
Por su parte, Héctor Tajonar, desarrolla un ensayo sobre la obra del escultor, que liga a los orígenes del Museo Nacional de Antropología.
“Decía Borges en alguna ocasión que no existe el azar. Lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad. No es por azar que haya coincidido el sexagésimo aniversario del Museo Nacional de Antropología y la exposición de Sebastian sobre el Chac mool”, sentenció.
“Estamos ante un doble acontecimiento cultural”, dijo Tajonar, y recordó los orígenes del recinto museístico más importante de México “que desde 1964 ha tenido y tiene una vocación dialógica entre el arte precolombino y el arte contemporáneo”, y agregó “no es por azar que el museo donde nos encontramos, ‘templo mayor’ de la arqueología mexicana, sea al mismo tiempo la gran obra maestra de la arquitectura mexicana contemporánea, donde confluyeron dos talentos geniales: el poeta Jaime Torres Bodet, secretario de Educación del presidente Adolfo López Mateos y el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez”, añadió Tajonar.
Enseguida, enumeró a vuelo de águila las obras de arte contemporáneo y sus autores que acompañaron la fundación del museo: El mural del jaguar y la serpiente emplumada (“Dualidad”), de Rufino Tamayo; “El mundo mágico de los mayas”, de Leonora Carrington; la celosía de madera en el vestíbulo, de Pedro Ramírez Vázquez; la celosía de la serpiente en la fachada del segundo piso del edificio, de Manuel Felguérez (y posteriormente la representación del tzompantli en la reja perimetral del recinto); el relieve del Paraguas, en el patio central, de los hermanos Chávez Morado; la escultura “Caracol”, que preside el estanque, de Íker Larráuri; el “Mundo mágico de los huicholes”, de Carlos Mérida; y el mural de Mathias Goeritz, en la sala del Gran Nayar.
“No fue mero accidente que dos grandes creadores mexicanos -Sebastian y Eduardo Matos- cuyas trayectorias y obras son admiradas dentro y fuera de México, hayan establecido un diálogo y una amistad que ha cristalizado en esta exposición que comentamos, y en libro-catálogo que la acompaña”, celebró.
“Cada vez que entro a este museo, experimento una revelación de lo sagrado, una hierofanía, lo sagrado de la belleza con minúscula y de la belleza con mayúscula, lo sagrado del alma de la nación mexicana”, expresó Tajonar, al tiempo que propuso que al menos una de las esculturas de Sebastian pase a formar parte del acervo permanente del MNA para conmemorar su 60° aniversario.
“Chac mool: La contemplativa contemplación”
En su oportunidad, el director general del INAH, Diego Prieto, leyó un texto escrito a cuatro manos por él mismo y por el director del MNA, Antonio Saborit: “Chac mool: La contemplativa contemplación”, que se incluye en el libro a de referencia a modo de introducción.
El texto desarrolla una historia muy compacta de los orígenes del Chac mool y de las distintas representación y significados que tuvo entre las civilizaciones ancestrales, primero asociado al dios Tezcatzóncatl, deidad mexica del pulque, y luego como intermediario entre los hombres y los dioses, como apuntó previamente Eduardo Matos.
Diego Prieto y Eduardo Matos recordaron que fue en 1875 cuando el fotógrafo y explorador estadounidense Augustus Le Plongeon, halló y bautizó el primer Chac mool producto de una excavación en Chichén Itzá; sin embargo, desde finales del siglo XVIII ya se tenía registro de un Chac mool de “piedra morena” que permaneció por años en el zaguán de la entrada principal a la casa del Mayorazgo de Guerrero, en la calle de Moneda enfrente de donde estuvo el Museo Nacional, hoy de las Culturas del Mundo. “Al primer Chac mool lo vieron sin ver varias generaciones (…) la erudición de Antonio de León y Gama quiso ver en la escultura una imagen del dios del pulque y asoció la ubicación de esta escultura con el desaparecido Templo Mayor mexica”, expuso Prieto.
“Al cabo de cien años del hallazgo del Chac mool de Le Plangeon, se documentaron catorce más en Chichén Itzá, doce en Tula, y se ubicaron otros ejemplares en Tenochtitlan, Tlaxcala, Michoacán y Cempoala”, concluyó Diego Prieto.