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Sepultar el sueño del cambio
El escritor y periodista Alejandro Toledo, autor de "A sol y asombro" conversa sobre en la narrativa de la Revolución mexicana, apreciada como la primera serie narrativa importante del siglo XX.
A cien años del inicio del movimiento revolucionario, cuestiones del panorama de entonces son de nuevo comunes. El regreso a la violencia que vive el México del 2010, al sumergirnos en la narrativa de la Revolución, provoca una extraña dislocación de la memoria de no saber si se describe el arranque del siglo XX o el comienzo del siglo XXI.
Para nuestra desgracia, o para fortuna nuestra como lectores mas no como ciudadanos, la distancia que teníamos con esa literatura se ha ido acortando , afirma el escritor Alejandro Toledo, autor de A sol y asombro (Conaculta, 2010).
El también periodista imparte el taller de lectura Siete novelas de la Revolución Mexicana en la Casa de las Humanidades de la UNAM, que incluye Los de abajo, de Mariano Azuela; La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán; Al filo del agua, de Agustín Yáñez; La paloma, el sótano y la torre, de Efrén Hernández; Pedro Páramo, de Juan Rulfo; La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes; y Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia. En entrevista, Toledo abordó la primera serie narrativa importante del siglo XX.
¿Cómo aprecias la obra de Azuela, primer novelista de la Revolución, considerando su
cercanía con los hechos?
Sucede con él un poco lo que pasa con Fernández de Lizardi, primer novelista latinoamericano: su carácter de pioneros los coloca en un punto en donde parecen perdonarse sus atrevimientos. Se cree que por ser los iniciadores su expresión ha de ser torpe, o, en el caso de Azuela, que su cercanía con los hechos no le ha de permitir tener la perspectiva que se requiere para convertir la realidad en símbolo, para hacer buena literatura, cuando si se miran bien sus libros ahí están ya marcadas las etapas sucesivas que ha de vivir la Revolución, incluyendo su no siempre benéfica armadura institucional. Azuela pudo ver el paisaje completo, la generación y la degeneración de la lucha armada.
¿Qué destacas de Al filo del agua, de Agustín Yáñez, en la serie de novelas?
Yáñez aplica a la provincia mexicana las técnicas narrativas utilizadas por John Dos Passos en Manhattan Transfer. Al filo del agua puede leerse, además, con el Réquiem de Fauré como pista sonora. Su música fúnebre se presiente a lo largo de toda la novela , confesó el autor a Emmanuel Carballo. En la novela, la Revolución apenas parece rozar a la historia, pero es precisamente ese atisbo del cambio, en un pueblo típico de la época porfiriana que vive encerrado en sí mismo, el que baña al relato de inminencias.
¿Consideras a la obra de Rulfo como la concentración de las voces de la narrativa de la Revolución?
Tanto en El Llano en llamas como en Pedro Páramo, se asumen o concentran las voces y los símbolos convocados, sea por la diversa narrativa de la Revolución, o bien por aquellos títulos referidos a un conflicto posterior, el de la guerra cristera. De la catástrofe y sus espejos literarios sólo permanecen los murmullos. Podría decirse además que ese perro que pertenece a Demetrio Macías, el Palomo, asesinado en las páginas iniciales de Los de abajo, resurge en el cuento No oyes ladrar los perros y se pasea luego, famélico, entre los aparecidos de la Media Luna, paisaje después de la batalla, como escarbando en los restos que dejó la destrucción.
¿Cómo percibes el devenir lúgubre del movimiento armado en las novelas?
La Revolución muere varias veces en la literatura mexicana. Lo hace en Pedro Páramo, en La muerte de Artemio Cruz... No es gratuito que lo fúnebre sea el santo y seña de estos títulos que dan sepultura al sueño del cambio profundo que fue el motor de la lucha armada, lentamente desarticulado a lo largo de un siglo en los entresijos del poder.
agarcia@eleconomista.com.mx