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Arte e Ideas

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“Soy muy feliz de ser científica”: Maricarmen Íñiguez

La doctora en ciencias biológicas, reciente ganadora de la Beca L’Oréal–UNESCO–AMC 2023, en el marco del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia relata su incursión en la investigación microbiológica tratando de mejorar las características de los alimentos y así evitar su pérdida.

Hoy en el mundo las mujeres y las niñas constituimos la mitad de la población mundial y por consiguiente la mitad de su potencial. De acuerdo con Naciones Unidas, la igualdad de género, además de ser un derecho humano fundamental, es imprescindible para lograr sociedades pacíficas, con pleno potencial humano y desarrollo sostenible. El campo de la ciencia no debería ser la excepción; sin embargo, es uno de los sectores más rezagados.

De acuerdo con el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, sólo 30% de las personas que cursan carreras de ingeniería y tecnología son mujeres; a nivel mundial, la tendencia es similar: según el Informe sobre la Ciencia de la UNESCO en 2021, de cada cuatro investigadores, solamente uno es mujer.

Por eso no es casualidad que el Premio Nobel haya sido otorgado hasta 2023 a 901 hombres, 64 mujeres y 27 organizaciones, esto nos sigue hablando de desigualdad. Sin embargo, todos hemos al menos escuchado de Marie Curie, primera mujer en ganar dos veces el Premio Nobel, el de física en 1903 y el de química en 1911, pero ¿dónde están todas esas otras mujeres científicas? Aunque no tengan un premio Nobel, es importante darle voz a cada una.

En el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, El Economista conversó con la doctora Maricarmen Iñiguez, reciente ganadora de la Beca L’Oréal-UNESCO-AMC 2023, ella está dedicada a la microbiología tratando de mejorar las caracteristicas de los alimentos y así evitar su pérdida. Su trabajo actualmente está dedicado al desarrollo de un recubrimiento comestible para la preservación de berries, un fruto muy susceptible al daño debido a factores físicos, microbiológicos y falta de infraestructura apropiada, haciendo que las pérdidas de estos productos puedan alcanzar el 50% de la producción.

A pesar de ser una mujer trabajando por un problema de seguridad alimentaria e incidiendo de manera importante en el futuro de la humanidad, a Maricarmen le gusta que le hablen de tú, asegura que a veces eso de llamarse doctores o con sus cargos, los hace todavía más lejanos a la sociedad y pone cierta distancia, “no hay que dificultar la comunicación, que de por sí a veces es complicada”, dice.

Ella es originaria de Ocotlán, Jalisco, un lugar que muchos conocen, no por sus científicas, sino por sus jugadores de futbol como Carlos Salcido o Ismael Iñiguez; sin embargo, hay mujeres muy exitosas triunfando en otras áreas, incluso otra de las galardonadas del premio L’Oréal 2023 es del mismo municipio, la doctora Rossana Arroyo Verastegui.

“A mí me gusta sentir que no hago lo mismo todos los días, que tengo retos diferentes, incluso los días difíciles me motivan para seguir creciendo y en un constante aprendizaje, soy muy feliz de ser científica”, asegura.

Cómo llegó Maricarmen a la ciencia

“Cuando me preguntaban qué quería estudiar, la verdad no tenía claro hacia dónde iba, pero en la secundaria me gustaba la biología, le pregunté a mi maestra sobre su profesión y me contó que era química farmacobióloga (QFB), luego en las clases de química, mi maestra era súper dinámica, nos hacía aprender en cada clase cosas muy interesantes, resulta que ella también era QFB, más adelante en la preparatoria tuve un bachillerato técnico en programación, pero al momento de decidir la carrera fue complicado”.

Maricarmen asegura que elegir carrera a esa edad es muy difícil pues no existe la madurez ni las herramientas para realizar una elección tan importante en la vida; sin embargo, hay que elegir. “Yo lo que hice fue revisar los perfiles de las carreras, los planes de estudio y vi qué materias se me facilitaban, en función a eso elegí. Mi ambiente era en el laboratorio, así llegué a QFB”.

Cuenta que en tercer semestre llegó la clase de microbiología y entonces se dio la epifanía “al momento de ver algo en un microscopio, sembrarlo, ver que puedes modificar condiciones ambientales y que se desarrollen, eso era lo mío, ya sea en la inocuidad, o en la preservación de alimentos”.

Asegura que una cualidad de los científicos es que nunca están satisfechos con lo que tienen, siempre tienen una pregunta, buscan una respuesta y cuando la contestan, ya tienen unas cuatro más. “Siempre hubo esa curiosidad, por eso cuando acabé la carrera necesitaba algo más, sentía que me faltaba en mi preparación, así me formé en la Universidad de Guadalajara campus Ciénega, en la maestría y doctorado, al terminar me integré como profesora”. Para poder seguir investigando, Maricarmen entró al posdoctorado, con una beca Conacyt (ahora Conahcyt), después con una beca por proyecto y ahora también un posdoctorado por proyecto en el Tecnológico de Monterrey.

Consejos de científica para las más jóvenes

Maricarmen reflexiona y asegura que todas en algún momento conforme vamos avanzando necesitamos hacer pausas para recordar si estamos yendo hacia donde queremos o qué necesitamos modificar, “al final del día todo es cambiante, se vale. A mí me ha servido hasta hacer una lista para identificar hacia dónde voy cuando llegan las dudas”. La investigadora sugiere a las jóvenes que están por elegir una carrera, que recuerden qué materias les hicieron sentir “mariposas en el estómago”, esos temas que les hicieron vibrar, “pregúntense qué les llena, hagan asociaciones con las carreras y no se dejen llevar por nombres rimbombantes o cosas que solo estén de moda. Hay que pensar cómo nos sería más fácil contribuir con la sociedad, porque una científica también a eso se dedica, a tratar de dejar un mundo mejor que el que encontramos”.

Concluye que siempre tendremos nuestras dudas, nos sentiremos frustradas y sin estabilidad, pero como mujeres no podemos permitir que nos digan que no, “siempre hay una manera de seguir avanzando, si no hay apoyo de la familia, están los compañeros, las amigas, las asociaciones, hay muchas becas de las que no nos enteramos y todas estas son herramientas que nos van a permitir seguir. Siempre he visto en mis colegas algo muy peculiar, las ganas de tener algo mejor que donde están, las ganas de crecer y dejar algo para los demás”.

nelly.toche@eleconomista.mx

Periodista de ciencia en la sección Arte, Ideas y Gente de El Economista. Cuenta con maestría en periodismo sobre Políticas Públicas por el CIDE y es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UVM.

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