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Arte e Ideas

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Una ficción sobre las desdichas más contemporáneas

Una adolescente enfrentada al bullying, la depresión y el suicidio, el tema de Querido Segis.

Después de concentrar su trabajo en la literatura infantil, Moisés Sheinberg (Ciudad de México, 1966) comenzó una exploración creativa con Querido Segis, una novela juvenil que relata las desventuras de Tétric, una adolescente capitalina agobiada por las adversidades, la gran mayoría autoimpuestas, que le impiden enrolarse exitosamente en los círculos sociales, pero que, de las maneras menos ortodoxas se va abriendo camino por los recovecos de la vida contemporánea, con una percepción de abandono paternal a cuestas, una tendencia parasuicida, que a veces resulta cómica y otras más bien angustiante, y la siempre presente sombra desmoralizante del bullying.

En esta novela ganadora de la mención honorífica del Certamen Internacional Sor Juana Inés de la Cruz en el 2014 y publicada finalmente en el 2018 por la editorial De otro tipo, Sheinberg ha encarnado la mente de una joven incomprendida y le ha dotado de una vida de exploración y autoconocimiento con la que cualquier joven puede reconocerse fácilmente a través de los primeros enamoramientos y vínculos de amistad, pero también con tópicos como la sexualidad y sus abismos, el alcoholismo, las drogas, la depresión y el latente pensamiento del daño autoinfligido, el suicidio.

El culpable de que esta joven retraída se abra ínfimamente al mundo es el tal Segis, un psicoanalista cuyo nombre es una morfología de Sigmund (Freud), que no es más que un personaje inventado que usa como pretexto para escribir un diario en su computadora al que le confía los detalles más íntimos de ese desvirtuado periodo de su vida.

—¿Qué te motivó para escribir Querido Segis?

Antes había escrito solamente novelas infantiles y tenía ganas de salirme del género. Alguna vez, tallereando, se me ocurrió hacer el cuento de una joven que le escribe a un psicoanalista imaginario. Escribí un capítulo y luego la idea me fue germinando. Primero fue un método muy exploratorio, pero después comencé a interesarme en describir cómo era la vida de esta niña.

—¿Qué tanto de exploración tienes que hacer para poder contextualizar el entorno de un personaje como éste? ¿Hay algo de evocaciones propias?

Es una combinación. Pensé en cuando yo era joven: aunque eran otras épocas, no había tecnología pero sí bullying. Por otro lado veo a mis hijos, el lenguaje que hablan y la forma en la que se comunican; veo a sus amigos, las redes sociales y cómo también buscan encajar; el tipo de fiestas y de drogas que hacen hoy porque no son las mismas que se usaban hace 30 años. De manera que toda la investigación fue vivencial, a través de mis hijos.

—¿Cuáles han sido las primeras impresiones que has recibido sobre el libro?

El libro ha tenido mucho eco con jóvenes que se identifican con Tétric. Pensé que iba a tener más eco con los papás, pero los jóvenes se han identificado mucho, les ha gustado esta búsqueda; han puesto énfasis en el bullying, en cómo la gente no se siente aceptada y no se puede integrar a la sociedad.

—Se intuye que también tiene un discurso para los padres. ¿Qué tratas de transmitir para ellos?

Veo mucho hoy en día que los padres cada vez nos tardamos más en crecer y queremos mantenernos jóvenes más tiempo; lo cual no está mal, pero, de alguna manera, el papel de padres se ha perdido porque estamos más preocupados por ser amigos de los hijos, queremos que siempre piensen bien de nosotros; no nos preocupamos por ponerles límites y por guiarlos. Muchas veces lo que los hijos están pidiendo son límites, necesitan alguien que les diga hasta dónde.

—¿Este libro ha motivado alguna catarsis en ti?

Usar un personaje mujer me permitió sacar muchas cosas que tal vez en mis épocas eran mal vistas en los hombres, como ser más sensible al arte. Había que ser muy machos y muy duros. Me permitió conectarme con cosas con las que tal vez nunca me había conectado o yo nunca me había permitido expresar.

—¿Qué pretendes comunicar principalmente a los lectores?

Me gustaría inspirar en quienes lo lean que se atrevan a ser más genuinos, que no se dejen llevar tanto por qué van a decir los otros: que si los van a bullear, que si no van a ser populares o si no van a ganar dinero; todas estas cosas que nos impone la sociedad, sobre todo a los 17 o 18 años que somos muy vulnerables.

¿Es bueno inventarse a un psicoanalista o escribir un diario como método catártico o para definir a la personalidad que trascienda la necesidad de encajar?

Cien por ciento. Creo que el diálogo interno es importantísimo para conocernos, para entendernos, ya sea con una terapia real o con un diario, pero sí creo que el platicar de lo nuestro (incluso con nosotros mismos) nos ayuda a conocernos y a darnos cuenta que muchas veces estamos haciendo las cosas por las razones incorrectas.

ricardo.quiroga@eleconomista.mx

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