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Arte e Ideas

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Vencer carencias tecnológicas, reto para las universidades

La emergencia sanitaria permite valorar los alcances y limitaciones de la educación a distancia, dice Leonardo Lomelí, secretario general de la UNAM.

En México, sólo 20% de los estudiantes de las universidades públicas tiene una computadora en su casa, contra 55% de los que cursan en una universidad privada. La urgencia de reducir la brecha digital para que estudiantes cuenten con mayor acceso a internet y a equipos de cómputo, lograr una transición exitosa de la enseñanza presencial al proceso educativo en línea y garantizar la calidad en la formación educativa, son algunos de los retos que enfrentan hoy en día las universidades, consideraron expertos en el Coloquio “La Universidad y su futuro. Una mirada desde el 2020”. 

Durante las mesa de análisis de esta actividad organizada por el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) y la Secretaría General de la UNAM, el titular de esta instancia, Leonardo Lomelí Vanegas, aseguró que el principal reto para la docencia en esta coyuntura es lograr transitar de la forma tradicional de enseñanza al uso de las nuevas tecnologías  para impartir el conocimiento. 

Destacó que ante la crisis sanitaria la función docente tiene una gran oportunidad para renovarse. La necesidad de instrumentar cursos a distancia acercó a muchos profesores a las tecnologías educativas, pero también evidenció que esas herramientas no suplen a la didáctica, sino que la complementan. 

Rezagos tecnológicos

En la mesa Acceso y equidad: entre la brecha social y la brecha digital, Marion Lloyd, investigadora del IISUE, destacó que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo estima que en México, más de medio millón de alumnos de licenciatura y posgrado podrían abandonar sus estudios; es decir, casi 600 mil jóvenes de pregrado, y otros 40 mil de posgrado, cifras equivalentes a 15% de los alumnos del sistema universitario del país.  

En nuestro país, 53% de la población tiene acceso a la red, comparado con el promedio latinoamericano de 67 por ciento. También hay disparidad entre zonas urbanas donde 73% la usa, en comparación con 40% de las rurales donde sólo 4% de los hogares cuenta con ella. A este panorama se suma el alto costo del servicio. 

Otro contraste es la situación socioeconómica: en promedio, 55% de los alumnos de universidades privadas tiene computadora en casa, mientras que sólo el 20% de los que asisten a instituciones públicas cuentan con una. En el nivel medio superior, cuatro de cada cinco alumnos no tienen acceso a Internet o a una computadora.

Los desafíos   

“Al final, las variables más importantes del proceso educativo son la calidad de los conocimientos que se transmiten y los métodos, a partir de los cuales se logra que los alumnos se apropien de ellos”, abundó al participar en el tema “Los retos de la universidad en el 2020”, moderada por el director del IISUE, Hugo Casanova Cardiel. 

Leonardo Lomelí aseveró que en el horizonte más amplio la emergencia sanitaria ofrece la posibilidad de valorar los alcances y limitaciones de la educación a distancia, utilizar más sus valiosos recursos para apoyar y complementar la presencial, y poner al alcance de un público más amplio las aportaciones de la Universidad en todos los campos del conocimiento. 

En tanto, Rosa María Torres, rectora de la Universidad Pedagógica Nacional, mencionó que la pandemia visibilizó las carencias y desigualdades de la población, y las exacerbó.  

“Es un fenómeno que abarca todas las dimensiones de la vida social y dejará profundas transformaciones con las que habremos de lidiar por un largo periodo”, destacó.  

Coincidió en que uno de los primeros retos de las instituciones educativas es la migración de la formación presencial a la que se toma a distancia mediante diversos procedimientos y herramientas. Además, esa transformación “planteó las interrogantes sobre la técnica en la formación de los jóvenes y abrió el debate sobre el papel de la universidad en la esfera pública”. 

Al desafío de las tecnologías en la formación profesional, destacó, se debe añadir la construcción de una política de cuidado, en particular de la vida y de la salud, con perspectiva de acciones hacia los estudiantes. 

Rosa María Torres planteó que tal vez este sea el momento para algunas instituciones educativas de ver el potencial de un nuevo principio, con nuevas formas pedagógicas y de producción del conocimiento, es de decir, de una transformación de las instituciones universitarias desde sus cimientos. 

Para José Joaquín Brunner, profesor e investigador de la Universidad Diego Portales de Chile, a nivel global las universidades realizan esfuerzos enormes para transitar de la docencia presencial -que se impartía de esta manera en 90 por ciento- a otra a distancia.  

Refirió que en aquellas de mayor complejidad, con más capacidad interna de hacer cambios, pasarán a una docencia híbrida, es decir, de uso variable de la tecnología tanto presencial como a distancia. 

El especialista consideró que en los próximos años América Latina, con todas sus diferencias, pero de manera homogénea, vivirá tiempos difíciles en la enseñanza superior, con fuertes inercias dependientes de la trayectoria del desarrollo de nuestro sistema y con márgenes relativamente estrechos para la innovación, en particular en la docencia, y con presión para gestionar, de manera más efectiva y con mayor eficiencia, los recursos que serán particularmente escasos. 

A su vez, Adriana Puiggrós, exsecretaria de Educación de Argentina, manifestó: antes de la pandemia la situación de los países latinoamericanos era compleja; aunado a ello, el avance tecnológico es desigual, situación que debe considerarse en la actualidad y a futuro. 

Hoy la tecnología, en particular internet, se ha convertido en una demanda masiva y en muchos países se reclama la gratuidad de la conectividad, como se hace con la urbanización de barrios y favelas. “La distribución territorial y social de la tecnología se ha convertido en una necesidad de primer orden”. 

Subrayó la importancia del papel que desempeñan las universidades en América Latina en estos momentos de pandemia, pues los docentes continúan con sus actividades y se buscan nuevas formas de conexión en todos los niveles educativos. Al mismo tiempo, la ciencia logró mayor prestigio.  

Nos encontramos en un momento complicado, en el que las universidades tienen tres posibilidades: bajar los brazos y sentir que no podemos hacer nada, dejar que las cosas corran, o hacer pequeñas cosas que conduzcan a grandes reformas.  

Tamara Martínez, coordinadora para la Igualdad de Género de la UNAM, sostuvo que los universitarios deben encontrar recursos y estrategias que favorezcan procesos donde se priorice al análisis de fuerzas grupales y se incida en potenciarlas, abolir las violencias de género para eliminar las desigualdades y enfrentar los retos que presenta la nueva realidad. 

Hay investigaciones que señalan que las mujeres no tienen las mismas posibilidades de acceso a las nuevas tecnologías en comparación con los hombres, entre otros factores por el costo y la falta de conocimiento para usarlas. Además, hay un uso diferenciado, pues “internet es para 49 por ciento de los varones y 38 por ciento para las mujeres”. 

La funcionaria propuso proteger, promover, respetar y garantizar los derechos de la humanidad sin distinciones genéricas bajo los principios de igualdad sustantiva y no discriminación; instrumentar intervenciones educativas y sociales creativas y flexibles con un enfoque integral de género desde los distintos ámbitos, así como incorporar el principio de igualdad sustantiva y no discriminación en los marcos normativos institucionales universitarios, entre otras acciones. 

Roberto Rodríguez, del Instituto de Investigaciones Sociales, explicó que en nuestro país hoy se cuenta con una cobertura bruta de educación superior (licenciatura, modalidad escolarizada), equivalente a 34.9 por ciento de los jóvenes de 18 a 22 años. 

El promedio en México de dicha cobertura es menor al de América Latina en casi 10 puntos, e inferior al de países comparables como Argentina, Brasil o Perú, y muy por debajo de las naciones de la OCDE. Esa distancia significa que tenemos una década de retraso en la condición que deberíamos tener en la actualidad, advirtió. 

En el territorio nacional, continuó, es heterogénea porque mientras en la Ciudad de México, Sinaloa, Nuevo León o Puebla se alcanzaron niveles relativamente satisfactorios, por encima de la media nacional; otras, como Guerrero, Oaxaca y Chiapas están lejos de lograr los niveles promedio. Así, se enfrenta el reto de generar oportunidades de acceso a poblaciones dispersas y urbanas, entre muchos otros. 

El Investigador del IISUE, Sebastián Plá, se refirió a la existencia de una “inclusión excluyente” en la universidad; es decir, ahí se integra a diferentes grupos sociales, pero al mismo tiempo hay exclusiones de baja intensidad que producen segregaciones y falta de acceso al derecho a la instrucción, lo cual impacta en la vida cotidiana. 

Desde la docencia, “hay que observar las relaciones que estamos construyendo; por ejemplo, en las clases en línea, ¿qué tipo de inclusiones y exclusiones generamos? Tenemos que pensar procesos de inclusión en todos los ámbitos, en las relaciones sociales, en las formas pedagógicas y en la vida cotidiana de los alumnos”. 

Es importante tener presente que la educación, la escuela y la universidad producen y repiten los esquemas simbólicos que dan sustento a la desigualdad; y eso se da dentro y fuera de las aulas, en las relaciones universitarias. “Tenemos que modificar estas prácticas para evitar reproducir las inequidades y las exclusiones de baja intensidad”, dijo. 

Manuel Gil Antón, de El Colegio de México, aseveró que a lo largo de la historia hemos tenido un sistema de inclusión, pero segmentada. El acceso a la enseñanza superior creció, pero sin otorgar a todos las mismas condiciones de desarrollo y acceso al conocimiento. 

El experto consideró que en estos meses la formación no ha sido a distancia, sino escolarización remota de emergencia. “Las pantallas, medio a través de las cuales llega la información, quiero verlas como un espejo. Ahí los profesores universitarios nos hemos visto de manera nítida”. 

Para ser docente de una institución de nivel superior, añadió, hay que tener un título que acredite contar con los conocimientos, pero ninguna constancia de que has reflexionado el significado de participar en el proceso de aprendizaje. 

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