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Disciplina vs. talento: ¿Quién gana?
El talento y la disciplina no son fuerzas opuestas, sino complementarias. El talento puede proporcionar un punto de partida muy ventajoso, pero sin disciplina, puede estancarse, atrofiarse y, al final, desaprovecharse.
Parte de la magia que tienen los Juegos Olímpicos es que, aunque no seas fan o experto en deportes, despiertan emoción, admiración, pasión... Es un evento que se vive con entusiasmo. Incluso una transmisión televisiva se llega a sentir como si estuvieras en el mismo estadio que el competidor.
Los Juegos Olímpicos de París 2024 me dejaron imágenes inolvidables y la inevitable reflexión sobre la naturaleza del éxito. ¿Qué es lo que verdaderamente impulsa a estos atletas a alcanzar la cima?, ¿es su talento innato lo que los distingue o es la disciplina y el trabajo arduo lo que realmente marca la diferencia?
Mirando de cerca algunas historias de los competidores, se nota un patrón: aquellos que logran obtener medallas de oro no siempre son los más talentosos de su categoría, sino los más dedicados, aquéllos que han transformado su potencial en logros a través de años de esfuerzo constante.
En la carrera por el éxito, ¿quién lleva la ventaja, el talento o la disciplina?
El mito del talento innato
El talento ha sido históricamente visto como una cualidad innata, algo con lo que se nace y te puede hacer destacar del resto. No sé tú, pero yo pasé gran parte de mi adolescencia y juventud buscando algo para lo que fuera “realmente buena”. Pensaba en ese entonces que era necesario tener una sola característica sobresaliente que me permitiera decidir a qué dedicarme el resto de mi vida, hacia donde enfocar mi carrera profesional, al grado de pensar que de eso dependería el éxito en mi vida (y hasta mi felicidad).
Y es que el talento se ha exaltado en figuras legendarias como Mozart, que a los cinco años ya componía música, o en deportistas como Lionel Messi, cuyo dominio del balón parece casi sobrenatural. Por supuesto, pocos podrán decir que cuentan con este tipo de talento, pero muchas personas, o me atrevería a decir que un gran número de nosotros, podríamos afirmar que hemos logrado cosas importantes y algunos por qué no, cosas espectaculares, aún sin haber sido bendecido con un “don especial”.
Adicionalmente, la historia también está llena de talentos desaprovechados, personas con un potencial inmenso que nunca llegaron a concretar sus promesas. Esto nos lleva a cuestionar si el talento por sí solo es suficiente. ¿De qué sirve tener un don si no se trabaja para perfeccionarlo?
La fuerza silenciosa de la disciplina
En contraposición, se encuentra la disciplina, que es vista como la virtud del esfuerzo continuo y la perseverancia. Es el hábito de trabajar arduamente, día tras día, para mejorar y alcanzar objetivos.
A diferencia del talento, que puede ser limitado a ciertas áreas, la disciplina es una habilidad que todos pueden desarrollar, independientemente de sus capacidades innatas.
Ejemplos de la disciplina superando al talento hay muchos, por mencionar uno, podríamos encontrar figuras como Michael Jordan, quien a pesar de ser considerado uno de los más grandes jugadores de baloncesto de todos los tiempos, no era el más talentoso en sus inicios. Lo que lo distinguió fue su implacable ética de trabajo y su determinación para mejorar constantemente. Y entre otros muchos casos de grandes deportistas.
Pero fuera del ámbito deportivo podríamos mencionar a Thomas Edison, el famoso inventor estadounidense, quien, aunque muchos lo ven como un genio, atribuía su éxito más a la perseverancia que al talento.
Famoso por decir: “El genio es un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración”, Edison y su equipo realizaron más de mil intentos fallidos antes de perfeccionar la bombilla eléctrica. Su incansable perseverancia y su capacidad para enfrentar el fracaso sin rendirse son un claro testimonio de cómo la disciplina puede superar los desafíos más difíciles, situación en la que el talento por sí solo no es suficiente.
El equilibrio ideal
La buena noticia es que no se trata de elegir. El talento y la disciplina no son fuerzas opuestas, sino complementarias. El talento puede proporcionar un punto de partida muy ventajoso, pero sin disciplina, puede estancarse, atrofiarse y, al final, desaprovecharse.
Por otro lado, la disciplina puede llevar a alguien sin un talento natural obvio a logros sorprendentes. Aunque los mejores resultados se ven cuando ambos se combinan, creo que las posibilidades de éxito cuando eres una persona entregada, perseverante, resiliente y disciplinada son mucho más altas, y aplica en cualquier ámbito de la vida.
Un estudio realizado por Angela Duckworth, psicóloga y autora del libro “Grit: The Power of Aassion and Perseverance”, muestra que la perseverancia y la pasión por los objetivos a largo plazo (grit), son los mejores predictores de éxito, más que el talento puro. Este hallazgo sugiere que, aunque el talento puede ser un factor importante, la clave del éxito está en la capacidad de persistir y seguir adelante a pesar de los obstáculos.
Entonces, ¿quién gana en la batalla entre talento y disciplina? Bueno, aunque la respuesta no es sencilla, y prefiero que cada uno tenga su propia decisión, yo me inclino más hacia la disciplina, porque a mí me ha funcionado.
Confieso que nunca encontré mi talento innato, así que me he enfocado a desarrollar habilidades a través de la constancia, la perseverancia y la motivación que me produce ver los resultados de mi esfuerzo.
Sin embargo, en última instancia, el verdadero éxito se encuentra en el equilibrio. Aprovechar el talento y aplicarlo con disciplina es la clave que ha llevado a muchos al estrellato en sus respectivas áreas. Como dijo alguna vez el famoso entrenador de fútbol americano Vince Lombardi: “La perfección no es alcanzable, pero si perseguimos la perfección, podemos alcanzar la excelencia”.
Y en esa búsqueda, la disciplina es, sin duda, el motor que impulsa el talento hacia la grandeza.