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Capital Humano

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Niñas genio, entre las barreras y los estereotipos sociales

La elección de carrera y conocimientos que cada joven desarrolle en su vida académica hoy, marcará el rumbo de su futuro profesional, los ingresos que obtenga e, incluso, el puesto jerárquico que alcance.

Hace pocos días me invitaron a moderar un panel con cinco niñas genio. A primera vista me causó incertidumbre sobre qué significaba realmente esto. En sus semblanzas leía: “Tengo nueve años y soy estudiante de ingeniería industrial en sistemas y matemáticas”. Otra de ellas tenía distintos cursos en física cuántica, pero su pasión era el estudio de los agujeros negros en el universo. Y una más había desarrollado un proyecto de investigación sobre el diseño de estrategias terapéuticas para pacientes con covid-19 desde un enfoque neuro-inmunológico.

Además de su talento y extraordinarios estudios a su corta edad que no supera los 17 años, tienen algo en común: su amor por la ciencia. Pero ¿qué debe pasar en su ambiente familiar, escolar y personal para impulsar de tal manera a estas niñas a cursar una carrera relacionada con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (conocidas también como STEM por sus siglas en inglés)? Aunque es seguro que el caso de cada una es distinto, algo está funcionando bien para que incursionen en estas áreas.

Desafortunadamente esta no es la realidad de miles de niñas y jóvenes mexicanas que desean estudiar una carrera STEM. Recientemente el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) publicó el estudio ¿Dónde están las científicas? Brechas de género en carreras de STEM el cual detalla que solo tres de cada 10 profesionistas en carreras STEM son mujeres.

Esta brecha comienza desde la infancia y se mantiene hasta el mercado laboral. En México, los resultados del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA), una medición que permite identificar los aprendizajes logrados por las y los alumnos, apuntan en esta dirección.

Los hallazgos de PLANEA 2015 mostraron que las alumnas de sexto de primaria obtuvieron resultados ligeramente mejores que sus compañeros (507 puntos en promedio, en contraste con 499). Sin embargo, para tercer año de bachillerato esta situación se revierte. Los jóvenes obtuvieron, en promedio, mejores resultados que sus compañeras (513 puntos y 488, respectivamente).

Todas las personas tenemos distintas capacidades y destrezas, pero éstas no dependen del sexo de cada una. Las brechas que se generan en educación básica impactan de manera directa en la universidad donde las y los jóvenes no desarrollan las mismas habilidades e intereses por carreras STEM. ¿A qué se debe esto?

Esto responde, en parte, a barreras y estereotipos de género que se generan desde casa o en los círculos más cercanos a las niñas donde replican ideas como  “las mujeres no son buenas para matemáticas” o “esas carreras son sólo para hombres”. Estos constructos sociales perjudican e impactan en las ambiciones y expectativas profesionales de las niñas.

Asimismo, la falta de modelos femeninos a seguir o la deficiencia de orientación vocacional son factores que deterioran la incursión de más mujeres en el área de STEM. La elección de carrera y conocimientos que cada joven desarrolle en su vida académica hoy, marcará el rumbo de su futuro profesional, los ingresos que obtenga e, incluso, el puesto jerárquico que alcance.

Para incrementar la participación de más mujeres en estas áreas se requiere incluir el enfoque de género en materias relacionadas a la ciencia y la tecnología desde educación básica, así como poner mayor énfasis en los programas de orientación vocacional para guiar de manera informada a las y los alumnos en una de las decisiones más importantes de su vida.

La historia de las cinco niñas genio puede replicarse en cualquier lugar del mundo pues no depende de tener un IQ superior al promedio. Pero ello dependerá de qué acciones se tomen ahora desde el sector educativo y, por supuesto, desde casa apoyar la curiosidad de las niñas que muestran interés por las ciencias, el espacio o la robótica.

*La autora es Investigadora sobre mujeres y economía en IMCO (@IngridChavezO)

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