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Augusta y su código no escrito

Los 40,000 asistentes al Augusta National Golf Club deben seguir peculiares normas durante el evento.

La actividad del primer Major del año inicia a las 6 de la mañana. A esa hora las instalaciones del Augusta National Golf Club se abren para recibir año con año a los mejores golfistas del mundo, pero también a los voluntarios, generalmente jóvenes estudiantes que aprovechan sus vacaciones de primavera para trabajar, y a los tempraneros asistentes.

Pisar la hierba del campo de Augusta es entrar en un mundo de elegancia, glamour, pero sobre un incorruptible código de conducta que no está escrito, el cual los más de 40,000 asistentes diarios, además de miembros y participantes en el torneo, están dispuestos a seguir en todo momento.

La exclusividad inicia desde los miembros, los cuales suman apenas 300; aún no existe un procedimiento oficial para unirse al club. Si alguien en algún momento quisiera formar parte de esta élite, tendría que hacerlo por invitación; si usted es mujer, será mejor olvidarlo, porque las féminas no son aceptadas como integrantes.

Si alguien quiere ser miembro del club, no podrá decirle a nadie su deseo. Así le sucedió a Bill Gates, el magnate de la computación, a quien se le negó la membresía por el simple hecho de hacer público su deseo de integrarse al club.

En el Augusta National Club se pueden encontrar cientos de sándwiches de pimiento con queso, creados por la familia Herndon en 1940, y que un costo de 1.50 dólares cada uno, precio que se mantiene desde aquellos años y los cuales son una tradición gastronómica para todo aquel que asiste al Masters, a quienes por cierto no se les puede llamar fans o espectadores. Todos, esta semana, son considerados patrones.

Esos patrones, que recorrerán las 7,270 yardas a pie, siempre con calma y sin correr, habrán de estar parados durante todo el tiempo que sigan el paso de los golfistas. Si optan por sentarse en el perfecto pasto del campo, serán invitados a levantarse por los oficiales del torneo; en caso de no obedecer, deberán abandonar el club.

Sin embargo, habrá quienes cómodamente podrán mirar sentados en el hoyo 18. Aquellos que lleven su silla portátil y la instalen en los límites del green desde muy temprana hora no tendrán miedo de perder su lugar, pues por educación nadie puede ocupar una silla que no sea suya

Aunque los trabajadores son muy buenos anfitriones en cada uno de los rincones del club, no existe el término propina. Al que se le ocurre darla es mal visto por el resto de los asistentes.

Los jugadores no escapan a las normas. Aunque es poco común en los golfistas, no está permitido que éstos utilicen gorras con la visera hacia atrás, ni siquiera en las conferencias de prensa, además, no pueden dar autógrafos, a menos que estén en un área designada cerca de la zona de prácticas.

Por último, si alguien quiere asistir al Masters tendrá que armarse de mucha paciencia. El torneo que inicia oficialmente mañana no es asequible para cualquier persona. Para conseguir un boleto el interesado debe inscribirse en una lista con un año de antelación y esperar a salir sorteado para conseguir un boleto… Así es Augusta, un torneo para pocos afortunados.

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