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La (maldita) historia se repite otra vez

Un penal en el tiempo de compensación terminó con el sueño del Tri. Robben fue el villano de la historia al fingir un clavado dentro del área.

Botón Mundial Brasil 2014

Fortaleza, Brasil. Javier Hernández apareció con los ojos irritados, hinchados, luego de haber caído ante Holanda. Con la mirada perdida, desconectado, de la misma manera en que quedó la selección mexicana a partir del minuto 88 del partido que perdieron 2-1 ante el plantel de Louis Van Gaal, combinado que le arrebató al Tri lo que se perfilaba como una victoria histórica.

Ayer el desenlace fue el mismo: el representativo azteca cayó en octavos de final por quinto Mundial consecutivo, aunque en esta ocasión fue una de las más crueles eliminaciones, en gran medida por aflojar cinco minutos antes de que concluyera el encuentro.

Justo a 120 segundos de que se anunciara el tiempo de compensación vino uno de los contados despistes de la zaga del equipo de Miguel Herrera a la hora de defender a balón parado. En esa acción Chicharito perdió la marca, situación que Klaas Huntelaar aprovechó para bajar una pelota con la frente a Wesley Sneijder, volante que con técnica, violencia y convicción la prendió para incrustarla pegada al poste de Guillermo Ochoa que en esa ocasión nada pudo hacer. Minutos antes ya había evitado un par de ocasiones la igualada.

Fue un zapatazo fulminante que empató el partido, que regresó a la vida a los holandeses que comenzaban a arrastrar las piernas, que dejó noqueados a los futbolistas que vestían de verde, que intercambiaban miradas nerviosas, que jalaban bocanadas de aire, que miraban al césped, que comenzaban a ser poseídos por la frustración, a presentir lo peor. El pecado de haber dejado entrar sólo y de frente al marco a un hombre de este talento tuvo un costo demasiado caro.

Había sido un partido de alto nivel para el Tri, que mordía a sus rivales, que se atrevió a atacarlo por momentos y al que le ganó en posesión de la pelota al menos durante una hora de juego. Pero de nada sirvió, porque la zaga, esa que tiene a una ex figura del Barcelona, como Rafael Márquez, que en esos momentos tenía a Diego Reyes, futbolista del Porto, luego de la lesión de Héctor Moreno, y a Francisco Rodríguez, ex elemento del PSV y del Stúttgart, dejó libre a un hombre acostumbrado a ser determinante en cualquier lugar donde se pare.

A estos tres defensores y al resto del equipo que se agrupó en su propia área en ese tiro de esquina se les olvidó poner atención a Wesley, volante de 30 años que ha ganado títulos con el Ajax, Real Madrid, Inter de Milán y el Galatasary, su club actual, en el que -como en el resto de sus equipos- es una pieza fundamental. Sneijder registra 26 anotaciones como internacional y 107 con sus clubes. Pero eso lo olvidaron, al menos por una fracción de segundo, todos los dirigidos por Miguel Herrera, que apostaron por echarse atrás en la agonía del partido y se fueron con las manos vacías.

Con el soberbio disparo del 10 holandés comenzó a evaporarse la ilusión que Giovani dos Santos había hecho crecer en todo el estadio. Apenas cuando se reanudaba el partido el futbolista del Villarreal bajó una pelota con el pecho, la cubrió con el cuerpo y mandó un disparo potente que terminó en las redes. Parecía que el reencuentro entre Gio y el gol con el Tri, luego de una sequía desde el 8 de junio de 2012, podría encaminar a la selección nacional a cumplir su objetivo de llegar a cuartos de final.

Pero para mala fortuna de Miguel Herrera la igualada sacó del partido a sus dirigidos, quienes lucían precipitados, llenos de nervios, ansiosos de que llegara el silbatazo que decretara que todo se tenía que resolver en tiempo extra. La apuesta seguía siendo la misma, todos atrás a esperar la pausa para escuchar la nueva estrategia de El Piojo, misma que ya no llegó, porque otro de los estandartes de Holanda se encargó de hacer polvo a la zaga y dejar todo listo para arrebatarle, de manera agónica y cruel, el resultado a los mexicanos.

Al 91 vino otro pecado del Tri, que dejó que Arjen Robben, el hombre más desequilibrante de la Naranja Mecánica, y que ha dejado muestra de su calidad al festejar títulos con el PSV, Chelsea, Real Madrid y Bayern Múnich, de donde es la actual figura, recibiera la pelota, levantara la mirada y comenzara a ganar metros, dejando atrás a todo aquel que intentaba detenerlo, hasta que Rafael Márquez, a quien ya le habían perdonado un penal en el primer tiempo, hizo contacto con él y se decretó la falta.

Ya no hubo tiempo para escuchar al Piojo y preparar la estrategia para intentar ganar en el alargue. Sólo hubo espacio para las lágrimas, para apretar los puños, la quijada y ver cómo Klaas Huntelaar engañaba a Guillermo Ochoa y terminaba por arrebatarle el resultado al equipo mexicano, que estuvo a dos minutos de hacer historia.

Con el silbatazo final llegaron las lágrimas, la frustración, la impotencia, la realidad de que de nueva cuenta México se quedó en el intento, aunque en esta ocasión de una de las maneras más crueles. Por eso media hora después del final del partido Chícharo atendió a la prensa con los ojos hinchados, Memo Ochoa apenas quiso levantar la mirada y saludar abriendo la mano mientras Robben, Huntelaar y Van Persie sonreían y ya hablaban del partido del próximo sábado, ése que el Tri estuvo a dos minutos de disputar.

carlos.herrera@eleconomista.mx

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