México se alista a conquistar el Olimpo

Londres. Fue una obra maestra la de Oribe Peralta o el tanto de Javier Cortés, que cristalizaba ya la promesa hecha antes de venir a Londres: una medalla. Lo cierto es que ayer, en Wembley, México le dio a su afición, en Londres y en el mundo entero, la alegría de, por primera vez en su historia, llegar a la final en unos Juegos Olímpicos al derrotar por 3-1 a Japón.

Y es que la expectativa era muy alta para el conjunto que dirige Luis Fernando Tena, en un deporte que ha estado debiendo a nuestro país el podio olímpico. No sería fácil conseguir la victoria ante un equipo que llegaba al encuentro sin recibir goles, que juega ordenado y no permite errores.

Pero Los Tricolores habían llegado al torneo olímpico aún con la resaca de la gloria conseguida en el torneo Esperanzas de Toulon, una competencia que, por primera vez, conquistó nuestro país este 2012. La mentalidad de los nuestros sencillamente era otra.

Acaso por eso ayer, tras su tanto, Peralta corrió a encontrarse con sus compañeros quienes, como un grupo de amigos que festeja los buenos momentos, se enfilaron para simular a un toro y su torero. Y el olé retumbó en el estadio.

No había sido un buen augurio el golazo que a los 12 minutos el japonés Yuki Otsu convirtió en la meta mexicana para poner el 1-0 en favor de los nipones. Otsu recibió un balón en los límites del área y de primera intención le metió un diestro zapatazo que se incrusto en la esquina superior de la portería que resguardaba Jesús Corona.

Nada pudo hacer Corona ante tal muestra de talento. Pero los mexicanos no bajaron los brazos y encontraron en Giovani dos Santos, a quien los británicos aplaudían con enjundia, al que desequilibraría a los japoneses con su velocidad, descolgada tras descolgada y un intento fallido de gol que voló muy por encima del arco oriental.

Entonces los japoneses, que parecían impenetrables, se mostraron vulnerables cuando en un tiro de esquina cobrado por Dos Santos, el mediocampista de Chivas, Jorge Enríquez, peinó el balón para dejarle el esférico a Marco Fabián, quien direccionó un cabezazo de manera perfecta y transgredió la portería de Shuichi Gonda para poner el empate 1-1 y terminar con los 391 minutos sin gol del arco nipón.

Sería éste el marcador para el descanso, de donde México regresó más motivado aún, pese a que Giovani dos Santos, de forma inexplicable, fue sustituido por Raúl Jiménez. Entonces las acciones se tornaron hoscas. Mientras el conjunto oriental intentaba disparos de media distancia, las pocas veces que podía pasar del medio campo, El Tri de Tena, quien no paraba de manotear en el área técnica, se mostraba suelto, confiado.

No fue sino hasta el minuto 65 cuando Peralta aprovechó un error que salió de los nervios del portero japonés, quien en una salida de rutina no le habló a su defensa, distraído todo él, y Oribe aprovechó el momento para robar el balón, apenas a unos metros del área, en donde se perfiló para poner un zapatazo certero, atinado, que se incrustó con fuerza en la portería de los orientales.

Agonizaba el encuentro. Y justo cuando los mexicanos saboreaban ya la gloria olímpica, Javier Cortés, la joven promesa de Pumas, le dio forma a ese sueño esperado por décadas: una medalla. Al minuto 88, apenas a unos minutos de haber ingresado a la cancha, el delantero entró al área y, aún con la marca encima, cruzó un disparo bien definido, con una pincelada de fuerza y colocación que el portero nipón no pudo frenar para sellar el pase definitivo de México a la final.

Y México festejó como nunca la victoria. Porque no sólo había concretado la victoria 3-1 sobre los japoneses, rompiendo con un, hasta ayer, triste paso en el torneo olímpico para los nuestros, sino que también aseguró la medalla, un metal histórico que será al menos de plata. Su primer podio en Juegos Olímpicos, la sexta para nuestro país en Londres, en un recuerdo que quedará para la historia.

cristina.sanchez@eleconomista.mx