Silveti, rabo y gloria

¡No, no es el rey! Es Diego Silveti, quien prometiera a su padre terminar una carrera antes de dedicarse a matador de toros y que ayer demostró con creces el linaje del que procede con un triunfo contundente al cortar las orejas y rabo de Charro Cantor de Los Encinos, que fue premiado con la vuelta al ruedo de sus restos.

Las verónicas desmayando los brazos, marcando los tiempos con ritmo y cadencia, el quite vistoso por algo parecido a las tafalleras y el inicio en redondo dentro de la faena de muleta fueron el inicio de la obra maestra construida por el menor de la dinastía.

Otra tanda en redondo y el cambio de mano por el frente para seguir con dos tandas de naturales, que bien hubiera podido bajar a firmar el recordado rey David. Algunos aficionados, de pie con los ojos rasados en lágrimas, y de pronto el circurret, la tanda de joselillinas que provocaron la salida de discretos pañuelos blancos, pero que atinadamente no impresionaron al juez, quien ordenó al torero entrara a matar.

Y éste, sabedor de la posibilidad de la consagración, se tiró en corto por derecho y entregando el pecho para dejar un estoconazo que le valió las orejas y el rabo del noble ejemplar.

En su primero no se acomodó y escuchó un aviso.

Guillermo Capetillo vivió sol y sombra en el festejo; en su primero saludó en el tercio y en su segundo abrevió para escuchar fuertes protestas de parte de la gente.

Alejandro Talavante sigue con su talón de Aquiles. En su primero, y luego de un toreo tremendista, saludó en el tercio luego de un aviso; con su segundo, que se aplomó en la faena de muleta, escuchó palmas y con un tercero, que regaló en busca del triunfo, terminó por escuchar una fuerte ovación.