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El Empresario

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Cómo lidiar con el ego para no fracasar laboralmente

Muchos de los empresarios y famosos exitosos se caracterizan por ser egocéntricos, pero la mayoría de ellos han tenido fracasos por esta misma razón.

John DeLorean fue uno de los empresarios más importantes de finales de la época de los 60 y principios de los 70, cuando era vicepresidente de General Motors, para quien diseñó uno de los autos más importantes de la compañía, el Pontiac GTO; sin embargo, él buscaba más, así que años después se retiró para formar su propia compañía, la DeLorean Motor Company.

La empresa sólo tuvo un modelo de auto, el DeLorean, que se popularizó en la trilogía Volver al futuro, pero que no tuvo el éxito esperado. Al poco tiempo, John cayó en quiebra, no sólo por la poca aceptación de su vehículo, sino por su ambición desmedida, negligencia y malas decisiones, pero sobre todo por su egocentrismo.

Para Ryan Holiday, autor del libro El ego es el enemigo, la sobrevaloración de uno mismo es de las principales causas del fracaso de los líderes y negocios, porque aunque muchas personas famosas en la historia se han dado a conocer por ser egocéntricos, para la mayoría, sus fracasos se debieron a esto.

La peor enfermedad que puede afectar a un ejecutivo en su trabajo es el egocentrismo, no el alcoholismo, como se supone popularmente, dice Holiday en su libro.

Holiday destaca que el ego es una creencia malsana de nuestra propia importancia que está presente en diversas situaciones, desde que no podemos ganar algo, hasta por qué necesitamos ganar todo el tiempo y a costa de los demás. Hace creer que se es invencible y que se posee una fuerza ilimitada.

Asimismo, hace sentir que nada de lo que se ha conseguido es suficiente, que se pierda interés en los nuevos retos y que se siga la búsqueda inalcanzable de más, porque la persona cree que será superior a los demás cuando no es así.

Otro problema que genera es envidia, que corroe de forma importante porque no importa qué tan bien esté haciendo sus proyectos, el ego y los logros de los demás, sobre todo si están en posiciones más altas, hacen sentir que no se es alguien.

De manera inconsciente, este tipo de personas aceleran el ritmo para alcanzar a los demás, tener lo que otros ya poseen y dejar en claro que se es mejor o se tiene más que todos, porque así se sienten con más valor.

“No se trata de ser más que los demás. Se trata de ser lo que somos y ser tan buenos en eso como sea posible. Hay que llegar a donde nos propusimos y lograr todo cuanto podamos en el campo que hemos elegido”, afirma.

Las señales

Sentirse superior a los demás es la principal señal de que el ego está inflado, pero hay otra, como suponer que se sabe todo, hablar mucho de los proyectos en mente o lo que se ha realizado, crear historias míticas sobre uno mismo, ser impaciente, decir insultos y regaños a los colaboradores y preferir trabajar solo, por la idea de que los otros son ineptos.

También se suele estar siempre ocupado, atendiendo miles de cosas porque no se tiene la capacidad (y en ocasiones el deseo) de decir no. Al final, como persona superior que se cree que es, puede con eso y más.

“Con el tiempo decimos que sí a demasiadas cosas sin entender por qué lo hacemos. Cuantas más cosas hagas y tengas, más difícilmente serás fiel a tu futuro propósito. ¿Cuál es la razón para hacer lo que haces? Responde eso y definirás lo importante de aquello que no lo es”, dice.

La aceptación

Ser egocéntrico es una de las razones por las que se pierden empleos, dinero y compañías. Reconocerlo es lo más difícil.

Cuando DeLorean fracasó, no admitió sus errores. En cambio, decidió una solución fatal: importar 60 millones de dólares en 220 libras (100 kilogramos) de cocaína para financiar la salvación de su empresa. Al final, fue arrestado pero fue liberado por decir que fue engañado.

Otro caso donde el ego ganó fue con el creador de Apple, Steve Jobs, quien tras varias discusiones por la forma en que pretendía atender algunos asuntos, como cambios en precios de equipos y publicidad, fue despedido de su propia compañía.

Sin embargo, Jobs respondió de mejor manera: se dedicó a crear dos importantes empresas: NeXT y Pixar, donde demostró una vez sus capacidades y resolvió de manera significativa las fallas que había tenido en su primer fracaso, algo que muchos poderosos y famosos no son capaces de hacer. ¿La razón? Él fue capaz de admitir sus fallas y lo aceptó con humildad.

“Sabemos adónde queremos llegar: al éxito. Queremos ser importantes. La riqueza, el reconocimiento y la reputación también. El problema es que no estamos seguros de que la humildad nos lleve ahí. Tenemos pánico de que si somos humildes, terminaremos subyugados, pisoteados, avergonzados y condenados a la irrelevancia”, explica Holiday.

Estrategia del lienzo

Coeditora El Empresario. Periodista especializada en temas de emprendimiento, management, cultura laboral, capitalismo consciente, liderazgo, economía circular y sustentabilidad.

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