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El Empresario

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El empresario mexicano es una incógnita

En la construcción de un México diferente, tarea indispensable para el futuro de los jóvenes, el hombre de negocios juega un rol especial para allanar el camino hacia empresas exitosas, pero es un papel que se niega a desempeñar, considera el consultor

“Si los viejos no construimos los puentes, los jóvenes no podrán pasar sobre las revueltas aguas”, respondió el legendario dirigente chino Deng Xiaoping a Julio A. Millán Bojalil cuando en una misión comercial en 1983, éste le preguntó por qué impulsaba la modernización de China.

Economista, consultor y promotor empresarial, Julio A. Millán ha observado en primera fila la transformación económica y social de países que son referentes para México: Japón, Corea, Singapur y China. Como un Marco Polo mexicano, Millán ha ido tendiendo en cada uno de estos lazos comerciales y esto le ha permitido ver cómo nuestro país se ha ido rezagando en la carrera por el desarrollo económico y social, una factura que pagarán los más jóvenes.

Yo encuentro a un México fracturado y confundido. ¿Dónde están los valores de lealtad, de orgullo a la patria? No quiero ver una juventud derrotada, porque entonces el país no tendría futuro. Esa juventud está confundida, la parte negativa la está aplastando.”

En su más reciente libro “La fuerza de la imaginación”, el fundador de Consultores Internacionales vierte estas reflexiones en un afán de reencontrar la unión social que una vez tuvo México y que le permitió crecer en todos sentidos.

En entrevista, habla de esas anécdotas que lo formaron como empresario, como cuando iba de casa en casa vendiendo máquinas Olivetti, en la necesidad de transmitir ese conocimiento a los jóvenes; su amistad con realeza de Japón, la imagen del México actual y del país que necesitamos construir.

En México hace falta una actitud de solidaridad social. El egoísmo social ha generado una ruptura, por eso México es un país muy fracturado. En 1964, vi que en Japón había una identificación de objetivos comunes, la estructura de familia y de empresa generó un cambio sustantivo en la cultura y la economía. Nuestro país no ha podido retomar ese concepto.”

— ¿En qué momento de nuestra historia tuvimos esa unión?

“Fue después de la -segunda- guerra mundial. México creó un mecanismo de identificación nacional y se crearon muchas instituciones, hubo cohesión y un desarrollo estable. La economía crecía 6.7% anual en promedio, hoy ni siquiera llegamos al 2 por ciento. Cuando México estaba unido creíamos en nosotros mismos, sentíamos orgullo y crecimos igual que los japoneses.”

Amigo cercano a presidentes dentro y fuera de México, el octogenario empresario, CEO de Grupo Coraza, propone crear un nuevo pacto social de largo alcance, en el que no haya lugar a los intereses de grupo. “No me gustaría que esto fuera resultado de una revolución anarquista y que nos lleve 20 o 30 años en tratar de ponernos de acuerdo”.

—¿Qué rol juegan los empresarios en esta reconstrucción?

Los empresarios crean empresas que a su vez generan empleos y eso da sentido de solidaridad y lo vemos en Japón, donde la gente se siente orgullosa de sus empresarios. Ahí buscan héroes aterrizados.”

Sin embargo, expone Julio A. Millán, el empresario mexicano carece de voluntad para compartir sus experiencias.

“Es una figura incógnita, que está totalmente escondido. Compartir experiencias en un país como el nuestro se ve mal, cuando es una actividad importante en Estados Unidos, Japón y Europa. Yo fracasé en muchas cosas, y cuento -en el libro- por qué fracasé, por qué estudié economía, por qué abrí una empresa, qué me motivó a hacerlo. Espero que en el nuevo diseño de país que tengamos, los empresarios tengan mayor presencia, pero también cohesión con la sociedad”.

El empresario, abunda, debe tener el temple para sobreponerse al fracaso y no desanimarse, porque al irradiar confianza “va cambiando el ambiente social”. Pero esto solo lo logran los hombres de negocios que comprenden que el pastel es para todos: trabajadores, accionistas, clientes. Eso que los italianos llaman comunitá, y que nuestro entrevistado aprendió de ellos cuando trabajó en Olivetti.

Para lograrla, la empresa “debe tener una estructura justa, salarios justos, cuidar a los trabajadores, crear un ambiente de compañerismo y un sentido de servicio a la comunidad a través de productos y servicios ciertos, a precios justos… tiene que hacer honor a la confianza que los inversionistas depositaron en él. Esa es la honestidad del empresario”.

Julio A. Millán describe finalmente los tres pilares que ayudarían a la reconfigurar un nuevo país: líderes honestos, educación y una economía fincada en la confianza.

EE

El gobierno “piensa que hemos perdido la posibilidad de ser honestos y honrados. Somos un país que vive en la desconfianza y las leyes que hacemos son para los ladrones. El gobierno debe cambiar un poco y dar el beneficio de la duda en que todos somos honrados y hacer leyes a partir de ese concepto, y al que falle le aplicó toda la ley, pero entonces hay que luchar para que no haya impunidad. Eso cambiaría todo el paradigma de negocios en el país”.

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