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La mujer campesina mexicana enfrenta desventajas históricas
Tienen menores ingresos económicos que los hombres, cumplen jornadas de trabajo más largas y tienen menores oportunidades de posesión y tenencia de la tierra, además de que es más limitada su participación en la toma de decisiones sobre sus bienes, planteó Celeste Molina.
En México, las mujeres que viven en zonas rurales enfrentan desventajas históricas. Tienen menores ingresos económicos que los hombres, cumplen jornadas de trabajo más largas y tienen menores oportunidades de posesión y tenencia de la tierra, además de que es más limitada su participación en la toma de decisiones sobre sus bienes, planteó Celeste Molina.
En entrevista, la investigadora principal del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp ), señaló que, en comparación con mujeres urbanas, tienen mayor incidencia de pobreza, acentuada en el caso de las indígenas.
De acuerdo con un análisis realizado por Rimisp y coordinado por Molina, 60% de las mujeres rurales enfrenta pobreza por ingresos y, en el caso de las indígenas, es 62 por ciento. Para las urbanas, el porcentaje es de 59 por ciento.
Asimismo, destacó que en el sector rural, las mujeres hacen mucho más trabajo no remunerado que los hombres. Hasta 22 horas más, semanalmente.
Expuso que una desventaja estructural se observa en la tenencia de la tierra, pues sólo 21% de ejidatarios y 25% de comuneros son mujeres.
En tanto, de acuerdo con el informe “México rural del siglo XXI”, realizado por la FAO en el 2018, las mujeres poseen 18% de los terrenos agrícolas en comparación con menos de 1% de hace 30 años, lo cual confirma que hay un proceso de feminización del campo.
En ese sentido, Rimisp plantea que para lograr cambios estructurales es imperativo impulsar el enfoque de transversalización de género, con una visión de largo plazo en instituciones, sistemas y organizaciones.
Molina dijo que, si bien es cierto que en México ha habido avances en la etiquetación presupuestaria y en algunos programas específicos con el objetivo de reducir las brechas en la materia, la perspectiva de género no opera todavía como lo mandatan los instrumentos de transversalización con que cuenta el Estado mexicano como es la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Ley General de Igualdad entre Hombres y Mujeres y la Ley de Desarrollo Rural Sustentable, entre otros.
Destacó que, aunque en los últimos años se ha incrementado el caso de ejidos y parcelas encabezadas por mujeres, es un asunto que se mantiene invisibilizado, sobre todo porque las mujeres tienen mucho menor acceso a la titularidad que los hombres.
En su opinión, lo preocupante es que, en muchos de los programas, desde el diseño, hay un sesgo de género, particularmente los relacionados con la producción de granos.