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Economía regenerativa: un enfoque de supervivencia y prosperidad
La economía verde, circular y regenerativa comparten el objetivo de reducir el impacto ambiental, pero difieren en sus enfoques.
En medio de desafíos globales ambientales y sociales, la economía regenerativa se está consolidando como una propuesta alternativa a los modelos de crecimiento tradicionales. Esta economía va más allá de las propuestas de la economía circular o verde, ya que busca reparar los daños que la actividad humana ha causado en el planeta y en las sociedades. De acuerdo con Javier Herrero, director ejecutivo de Sistema B México, y Adriana Luna, cofundadora y CEO de Tierra de Monte, este enfoque plantea la regeneración y restauración como principios fundamentales para un modelo económico que se alinee con la naturaleza.
La economía verde, circular y regenerativa comparten el objetivo de reducir el impacto ambiental, pero difieren en sus enfoques. La economía verde busca mitigar los daños ambientales, adoptando prácticas más amigables, mientras que la economía circular prioriza la reducción de desperdicios mediante el reciclaje y la reutilización de recursos. Por otro lado, la economía regenerativa va un paso más allá, al buscar no solo la sostenibilidad, sino la restauración y mejora de los sistemas naturales y sociales.
“La economía regenerativa es un modelo que busca reponer lo que hemos dañado, restaurando los ecosistemas y las comunidades que sostienen nuestras vidas”, afirma Javier Herrero. Esta distinción es crucial en un contexto donde los sistemas actuales están alcanzando sus límites de crecimiento.
Un elemento central de la economía regenerativa es su respeto y cuidado por la biodiversidad. Adriana Luna señala que la biodiversidad es esencial para mantener el equilibrio de los ecosistemas y frenar el cambio climático. No obstante, el modelo económico actual ha causado un impacto devastador en la biodiversidad, amenazando los sistemas de los que depende la vida humana.
La pérdida de especies y la degradación de hábitats son, en gran parte, consecuencia de prácticas extractivas y de una visión lineal de producción. "Debemos replantearnos cómo producimos y consumimos, adoptando sistemas que no sólo eviten el daño, sino que también promuevan la regeneración de los ecosistemas", explica Luna.
La economía extractiva ha sido el motor de crecimiento de la sociedad moderna, pero también ha generado desigualdad y daños ambientales significativos. La economía regenerativa propone un cambio hacia un modelo que repare los daños causados y busque restablecer los equilibrios naturales.
“Pasar de una economía que se basa en extraer y consumir a una que respeta los ciclos naturales no es fácil, pero es fundamental para construir un futuro sostenible”, afirma Jorge Herrero. El cambio hacia este modelo implica repensar cómo se mide el éxito económico, poniendo el foco en el bienestar y la resiliencia de los sistemas naturales y humanos.
En la naturaleza, los recursos se utilizan en un ciclo continuo: no hay desperdicio, solo transformación. Este principio cíclico es fundamental en la economía regenerativa, que busca replicar los procesos naturales. Al respecto Adriana Luna comenta que la regeneración no es solo un concepto económico; es una necesidad para que la vida prospere. “La naturaleza nos enseña que todo puede regenerarse. Adoptar estos principios en nuestras economías es vital si queremos un planeta sostenible”.
Este enfoque también toma en cuenta la perspectiva cultural de los pueblos originarios, como los zapotecos, de quienes Luna heredó una visión de respeto y coexistencia con el entorno. Su experiencia personal con la cultura indígena refuerza su creencia en la interdependencia entre los seres humanos y el ambiente.
Para hacer efectiva esta transición, se requiere medir el impacto social y ambiental de las empresas. La herramienta de evaluación B es un recurso que permite a las empresas comprender su impacto en la sociedad y el medio ambiente. Javier Herrero destaca que ya no se trata solo de minimizar el daño, sino de contribuir a la restauración de los ecosistemas y las comunidades. “La herramienta de evaluación B nos ayuda a tener una mirada integral sobre el impacto de las empresas y las motiva a operar de una manera regenerativa”, explica.
Estas herramientas de medición también fomentan la transparencia y la responsabilidad en las empresas, ayudándolas a identificar y priorizar áreas de mejora en su desempeño ambiental y social.
México enfrenta desafíos únicos en su camino hacia una economía regenerativa. Adriana Luna menciona que, en la agroindustria, aún existen barreras regulatorias y culturales que dificultan la adopción de prácticas regenerativas. Tierra de Monte, su empresa, ha encontrado dificultades debido a regulaciones que no consideran los productos biológicos como una alternativa viable a los pesticidas tradicionales. “Necesitamos reglas específicas que consideren las características de las empresas innovadoras, especialmente aquellas enfocadas en prácticas sostenibles”, señala.
A pesar de los retos, la economía regenerativa ofrece una oportunidad única para que las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) en México se posicionen como actores clave en la transición hacia un modelo económico sostenible. Estas empresas, muchas de las cuales tienen un fuerte vínculo con sus comunidades, están en una posición privilegiada para liderar este cambio.
La economía regenerativa no es solo una tendencia, sino una necesidad en un mundo que enfrenta límites ecológicos. Herrero concluye que, en lugar de ver la economía como un sistema aislado, debemos entenderla como un componente dentro del flujo de materia y energía de la Tierra. “Si queremos un futuro, debemos actuar de manera que repare el pasado y cree condiciones para que la vida prospere”.
La economía regenerativa ofrece un modelo que trasciende la sostenibilidad, permitiéndonos imaginar y construir un mundo donde la actividad económica no solo reduzca su impacto, sino que genere beneficios reales para el medio ambiente y la sociedad.