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Geopolítica

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¿Está Facebook transformando el periodismo?

A pesar de la resistencia de los creadores de contenido, las tendencias de consumo de los lectores parecen empujar a los medios de comunicación a confiarse de la distribución que pueden hacer las redes sociales para tener más alcance.

Facebook ha logrado transformar la industria del periodismo en Estados Unidos debido a la cantidad de usuarios activos y el poder de sus algoritmos que se encargan de entregar el contenido, prueba de ello es que en las elecciones del 2016 de Estados Unidos, la red social se convirtió en un factor que marcó una importante diferencia, una diferencia que Donald Trump pudo capitalizar sin ningún reparo.

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Los medios de comunicación impresos han encontrado, recientemente, que la influencia de las redes sociales junto con las empresas de tecnología tienen mayor influencia en el tipo de periodismo que incluso otro de las modificaciones en la industria: el cambio de las versiones impresas a las versiones digitales, según un estudio realizado por el Tow Center, de la Universidad de Columbia, llamado The Platform Press: How Silicon Valley reengineered journalism .

Según el reporte, estas empresas de tecnología han evolucionado más allá de su papel como canales de distribución, y actualmente controlan lo que el público ve e incluso qué formato y tipo de periodismo florece. En un lapso de 20 años, el periodismo ha experimentado tres cambios significativos en los modelos de negocio y distribución: el cambio de prioridades de las ediciones impresas a las ediciones digitales, el surgimiento de las redes sociales sumado a su capacidad de distribución de contenido y ahora el dominio de los móviles.

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Pese a la resistencia de los creadores de contenido, las tendencias de consumo de los lectores de noticias parecen no tener vuelta atrás y poco a poco este tipo de preferencia empuja a los medios de comunicación a confiarse de la distribución que pueden hacer las redes sociales para alcanzar más lectores. Facebook es la empresa que más contenido publica en el mundo sin tener un área que se especializa en crear el contenido. Gracias a sus 1,900 millones de usuarios activos y dos billones de publicaciones que se pueden buscar, la plataforma tiene la capacidad de llegar a más personas que cualquier otra organización de medios de la historia de la humanidad.

Durante el 2016, un estudio del centro de investigaciones de Pew, reveló que 67% de los estadounidenses adultos tiene cuentas activas en Facebook y al menos 47% obtiene sus noticias de la plataforma. En 1980, por ejemplo, 42% de los estadounidenses veía las noticias de la ABC, la NBC y la CBS y sólo 3.56 millones de estadounidenses recibían un diario impreso de la mayor compañía de periódicos de la época, Gannett Co. Estos números son enormes si los comparamos por ejemplo contra los de otra red social sumamente popular, Twitter. La plataforma del ave azul es usada por 16% de los adultos estadounidenses y sólo el 9% recibe sus noticias desde esta plataforma.

Los algoritmos de Facebook son los responsables de la información que aparece en el río de noticias de los usuarios. Los algoritmos deciden la información que es presentada y en qué momento. Esta función, que permite a la compañía tener de cierta forma un control sobre lo que los usuarios leen y cuándo lo leen, es también una amenaza para el periodismo. Cuando una casa editorial publica cualquier tipo de información, no existe la certeza siquiera de que esa publicación llegará a los usuarios de la red social, a menos claro que pague para que el algoritmo entregue dicha publicación a los lectores.

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Las elecciones en Estados Unidos del 2016 supusieron entonces un cambio no sólo en la forma en la que las organizaciones de noticias se acercaron a los lectores, sabiendo que una buena manera de llegar a ellos era a través de Facebook. La carrera de la por la Casa Blanca entregó al mundo del periodismo la oportunidad inmediata de centrar la atención en el poder tecnológico y el periodismo en acción aunque también, desafortunadamente, nos dio una muestra de lo poderosas que pueden ser las noticias falsas.

Un estudio de Pew reveló que más de 64% de los estadounidenses adultos creen que las noticias falsas tienen un impacto real en la vida diaria además de que confunden a la sociedad sobre la realidad. Según los resultados de la encuesta, cuatro de cada 10 se siente seguro de poder reconocer una noticia falsa cuando se topa con ella. Un 45% se siente menos confiado, pero igual cree que podría reconocerlas. Sin embargo, 23% de los encuestados admitió haber compartido en alguna ocasión alguna historia falsa, 14% admitió que compartió alguna noticia falsa con conocimiento de que no era legítima y 16% compartieron alguna noticia apócrifa, sólo para darse cuenta después de que no era verdad lo que habían compartido.

La forma en la que Facebook distribuye el contenido facilita la ruta de las noticias apócrifas para alcanzar una gran cantidad de personas. Dentro de las historias más compartidas durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos del 2016 se encontraban muchas historias falsas que involucraban de manera positiva al ahora presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y de manera negativa a su rival demócrata Hillary Clinton y al entonces presidente Barack Obama. También hubo noticias falsas que beneficiaban a Clinton, aunque la proporción y el alcance que tuvieron fue menor.

No se puede afirmar que la difusión de este tipo de contenidos benefició directamente a Donald Trump, aunque si analizamos los datos con frialdad, recordando la proporción de estadounidenses que recibe su información en Facebook y que la propensión de personas que comparten ese tipo de informaciones es mayor en los sectores con menos instrucción escolar, el mimo sector del que Trump se benefició mayoritariamente, podemos juntar piezas del rompecabezas.

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A la amenaza que supone la cantidad de noticias falsas que pueden llegar fácilmente a los lectores, debemos recordar la dependencia que plataformas como Facebook generan en los productores de contenidos. Esto lleva a los medios de comunicación a buscar publicar contenidos que sean más fácilmente distribuidos en redes sociales sin tener que implicar forzosamente calidad.

A día de hoy, Facebook sigue luchando con la forma de incentivar la difusión de una buena información y disuadir a los lectores de la mala. Un engaño o una mentira, que se pueda hacer viral en tan sólo unos instantes, proporciona ganancias a corto plazo para un generador de contenido de este tipo, pero perjudica la credibilidad de Facebook y puede tener una seria repercusión para la comprensión pública, concluye el estudio de Tow Centre.

Mientras que los esfuerzos iniciales llevados a cabo por Facebook para definir y abordar este problema se centró en la información engañosa, la raíz del problema es que tanto los contenidos buenos como los malos están siendo distribuidos por las mismas herramientas y algoritmos. Es muy difícil detener la propagación de la desinformación sin limitar también la propagación del buen periodismo a menos que empiecen a tomar decisiones editoriales sobre quiénes son organizaciones confiables.

Además para que los productores de noticias sigan siendo entidades autónomas en el futuro, habrá que invertir las tendencias de consumo de información, en los gastos de publicidad o en una importante transferencia de las ganancias de las empresas tecnológicas y los anunciantes de regreso a los generadores de contenido, además de esperar a que la dependencia a este tipo de distribuidores se detenga contenga un poco.

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