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Putin, un genio bajo el estigma de Stalin
Vladimir Putin, quien pronto será Presidente de nuevo, ha demostrado ser muy efectivo en jugar la débil mano estratégica que heredó, apuntándose victoria tras victoria mientras se consolida como el líder fuerte que los rusos anhelan.
Existe un gran actor en el foro mundial de hoy y no tiene ningún interés en apegarse a nuestro guión. El Primer Ministro ruso, Vladimir Putin, quien pronto será Presidente de nuevo, ha demostrado ser muy efectivo en jugar la débil mano estratégica que heredó, apuntándose victoria tras victoria mientras se consolida como el líder fuerte que los rusos anhelan. Ninguno de sus colegas globales tiene un conocimiento tan profundo de su pueblo ni su capacidad para evaluar a sus contrapartes.
El genio de Putin empieza con entender algo que no pudieron los grandes dictadores del último siglo: lo que hay que controlar es la vida pública, no las vidas personales. Putin entiende que el ser humano necesita una válvula de escape a los problemas del mundo, y que permitirlo en las intimidad de sus hogares, con una botella de vodka, no daña el Estado. Su pacto implícito con el pueblo es que pueden decir lo que quieran a puerta cerrada, mientras no lleven sus quejas a las calles. Pudo ver que un Estado autoritario que llega hasta la puerta no sólo es tolerable, sino más eficiente.
A los que desafían este pacto, los encarcela o los mata. Pero no hay grandes purgas, sólo víctimas que sirven de ejemplo.
Putin ha renovado la confianza rusa en la grandeza del país. Gobierna con una mano tan dura que recuerda a Stalin y aún sus explosiones de ira hacen que la gente lo considere un verdadero hombre . Ha revivido el concepto estalinista de que, aunque el pueblo sufra, lo hace por un destino superior.