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Geopolítica

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Sequía y guerra en Ucrania pegan a la próxima cosecha de trigo en Irak

Las repercusiones de la guerra en Ucrania se resienten en los campos iraquíes, donde el precio del combustible, los fertilizantes y las semillas ha aumentado considerablemente para los agricultores.

Foto: Shutterstock

Las espigas doradas de Kamel Hamed ondean languidamente al viento. Pero ante este bucólico paisaje del centro de Irak, el agricultor no oculta su angustia: entre la sequía, la guerra en Ucrania y la escasez de agua, su cosecha se ha dividido por dos.

"La sequía es increíble en este momento. Incluso en los pozos, el agua no se puede utilizar. Es agua salada", dice Hamed, que lleva una "dishdasha" (prenda larga) blanca y la cabeza cubierta por una "kufiyya" (pañuelo tradicional).

Además, desde febrero, las repercusiones de la guerra en Ucrania se han dejado sentir incluso en sus campos, cerca de la aldea de Jaliha: el precio del combustible, los fertilizantes y las semillas ha aumentado considerablemente.

Esto ha hecho que sus costes de producción se disparen.

Como todos los agricultores de Irak, Kamel Hamed sigue las directrices de las autoridades, que le compran el grano, determinan las superficies plantadas y el nivel de riego, en función de las reservas de agua y las precipitaciones.

Este año, debido a la escasez de agua, Irak ha reducido a la mitad la superficie cultivada.

Hamed ha plantado una cuarta parte de sus 100 donums (10 hectáreas). En sus campos, la cosechadora realiza viajes de ida y vuelta para cortar las espigas maduras. El grano es arrojado a la plataforma del camión.

"Este año no hemos conseguido ni siquiera 500 kilos de trigo de un donum", dice este agricultor de 53 años. En temporadas anteriores, solía obtener una tonelada por donum.

La guerra en Ucrania "ha hecho subir el precio del aceite de motor y de las semillas de alto rendimiento", asegura.

"No sé cómo mantener a mi familia", añade Hamed. "Sin sueldo, sin trabajo, ¿dónde puedo ir?"

Abandonar la tierra

Pero el factor clave es el agua.

Se trata de un tema muy sensible para Irak y sus 41 millones de habitantes, que sienten a diario el impacto del cambio climático: desertificación, tormentas de arena, disminución de las lluvias y descenso del nivel de los ríos.

También es una cuestión geoestratégica clave.

Irak comparte las aguas de varios ríos, especialmente el Tigris y el Éufrates, con Turquía y Siria, pero también con Irán.

Bagdad se opone a la construcción de presas aguas arriba en sus países vecinos, que reducen el caudal de los ríos al entrar en Irak.

La provincia de Diwaniya, donde se encuentra Jaliha, regada por el Éufrates, recibe normalmente 180 metros cúbicos de agua por segundo.

Este año el nivel es de "80 a 90 metros cúbicos", dice Hani Chaër, que dirige un colectivo de agricultores encargado de distribuir el agua.

Prueba de ello es el agua estancada en el principal canal de riego de Tharima, que abastece a los 200,000 donums de tierras circundantes.

Chaër también denuncia la falta de apoyo de las autoridades. Según él, el Ministerio de Agricultura solo ha suministrado 5 kilos de abono esta temporada, frente a los 40 kilos de años anteriores.

"El agricultor se irá, abandonará la tierra y se irá a la ciudad a buscar cualquier tipo de trabajo", lamenta.

Esta temporada, el país debería disponer de entre 2.5 y 3 millones de toneladas de trigo. "Tres millones de toneladas no son suficientes para todo un año para los iraquíes", reconoce el portavoz del Ministerio de Agricultura, Hamid Al Nayef. "Tendremos que importar", asegura.

Irak se enfrentará además a las turbulencias del mercado mundial y a los precios que se han disparado por el conflicto de Ucrania, aunque Bagdad importa su grano principalmente de Canadá, Australia y Estados Unidos.

En su campo de Jaliha, Ahmed Al Jelhawi se cuestiona sus decisiones vitales. "Dejé mis estudios para dedicarme a la agricultura", lamenta este hombre de unos 30 años. "Pero este año, la agricultura es cero".

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