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“Todos en Brasil tienen en la familia a alguien como Bolsonaro”
Sus seguidores pertenecen a grupos nacionalistas, evangélicos o vigías de los valores tradicionales de la familia.
Sao Paulo. En el escenario del recinto ferial de Montes Claros (Minas Gerais) y ante los rugidos de aprobación de miles de seguidores vestidos con los colores nacionales de Brasil, verde y amarillo, un pastor evangélico le presentó la Biblia al hombre al que estaba dedicada la lectura: el presidente Jair Bolsonaro.
Mientras Bolsonaro hacía campaña por la reelección de cara del balotage del domingo, en el escenario lo acompañaba una muestra representativa de su coalición conservadora: un general del ejército que se presenta como su compañero de fórmula, un exitoso empresario que acaba de ser reelegido como gobernador en el estado clave de Minas Gerais, y un músico de YouTube convertido en senador. Todos tenían el mismo mensaje: Brasil está en un momento crítico de su historia y Bolsonaro no debe perder frente a Lula. "No podemos permitir que Brasil se convierta en un desastre como Venezuela", dijo Humberto Souto, alcalde de Montes Claros, la principal ciudad del norte de Minas.
El bolsonarismo, se queda
Los partidarios de Bolsonaro sólo hablan de la corrupción que empañó su tiempo en el cargo. "Lula es un ladrón, el único lugar para él es la cárcel", coreaba la multitud en el acto.
Gane o pierda, en estas elecciones Bolsonaro ha demostrado que forjó un movimiento de derecha duradero, que mezcla el conservadurismo y el nacionalismo brasileño con políticas de guerra cultural al estilo estadounidense y batallas libradas en las redes sociales.
"El bolsonarismo tiene un fuerte arraigo en la sociedad", dice Camila Rocha, autora de un libro sobre el presidente. "(Aunque pierda) podrá mantener el movimiento.
Las elecciones de Brasil, con su énfasis en la religión, el nacionalismo y las normas culturales, parecen diferentes a otras contiendas de la región.
“Todo el mundo en Brasil tiene a alguien como Bolsonaro en su familia o en su círculo de amigos”, dice Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getulio Vargas.