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Ganancias y pendientes en las universidades: aprendizaje basado en competencias
La noción de competencia remite a un desempeño de alto nivel que implica la movilización de saberes (conocimientos), habilidades, actitudes y valores para ejecutar una tarea compleja, de manera reflexiva y, por tanto, consciente
La Organización Mundial de la Salud señala que, en 2021, uno de cada siete jóvenes de 10 a 19 años padecía alguna afección mental, siendo la depresión, la ansiedad y trastornos del comportamiento, las principales causas de enfermedad y discapacidad entre adolescentes. Pero otro riesgo de no atender los problemas de salud mental en este grupo, es el impacto en su etapa adulta, restringiéndoles la posibilidad de llevar una vida plena en el futuro. De ahí la importancia de visibilizar esta problemática y generar acciones para prevenir y mitigarla.
Hace más de 20 años que el aprendizaje basado en competencias llegó a las universidades. A finales del siglo pasado se firmó la Declaración de Bolonia, y se desarrolló el Proyecto Tuning, con la intención de generar un espacio común europeo en educación superior que facilitara movilidad de estudiantes y docentes, con los mismos estándares de calidad en el desempeño de los egresados.
A pesar de las críticas de muchos expertos en educación, que siguen teniendo sentido pero que no impidieron que el enfoque se adoptara también en América Latina, el aprendizaje basado en competencias y algunas derivaciones, como los retos, se siguen aplicando en muchas universidades de esta región. Cabe decir que, en México, en los niveles educativos previos, ya se transita hacia la Nueva Escuela Mexicana.
Pero, ¿qué ha pasado en las universidades?. A pesar de las resistencias, ha habido esfuerzos por tratar de entender el enfoque, para lo que ha sido muy útil auxiliarse de propuestas educativas que sí cuentan con sólidos fundamentos teóricos y didácticos – no como el enfoque analizado aquí-, el aprendizaje por proyectos, el aprendizaje en servicio y el aprendizaje situado, entre otros. También se cuenta con investigaciones sobre el impacto del desarrollo de competencias tanto en la formación de estudiantes como en los egresados. Ahí están algunas ganancias.
Yo encuentro más debilidades en prácticas anquilosadas del profesorado que siguen centrándose en enseñanza de contenidos y no en el desarrollo de competencias; y que siguen evaluando conocimientos y algunas habilidades con los clásicos exámenes. Y no significa que esos elementos no sean importantes, solo que en el enfoque por competencias se aprende y se evalúa de otra manera. Me explico.
La noción de competencia remite a un desempeño de alto nivel que implica la movilización de saberes (conocimientos), habilidades, actitudes y valores para ejecutar una tarea compleja, de manera reflexiva y, por tanto, consciente.
Cuando el/la docente diseña experiencias auténticas de aprendizaje, como el análisis de un caso o el desarrollo de un proyecto, considera el cúmulo de elementos combinados en esa tarea, expresados en un producto de aprendizaje; y, diseña mecanismos para que el estudiantado reconozca lo que aprende y la manera en que lo hace, para ello se diseñan rúbricas de evaluación. No se trata de provocar un hacer mecánico, sino de hacer visibles los aprendizajes que subyacen para que sean observables para estudiantes, docentes y otros actores. Esos son algunos pendientes.
El reto es sostener y progresar en los aprendizajes colectivos, superar los pendientes y abrirse a las mejoras pues el ámbito educativo es un sistema vivo, orgánico, que se renueva constantemente en término de sus actores y sus propuestas.
*Autora es la Doctora Luz del Carmen Montes Pacheco es coordinadora del Doctorado Interinstitucional en Educación de IBERO Puebla