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Contrastes

Hace cerca de tres años, México fue portada de la prestigiada revista The Economist debido al avance en la aprobación de las reformas estructurales y el potencial de crecimiento que nuestro país tenía a raíz de este ambicioso proceso de transformación.

México había quedado fuera, años atrás, del hoy famoso grupo de los BRICS por su falta de capacidad de atraer inversión extranjera, aprovechar sus recursos naturales y aumentar su ritmo de expansión. No obstante, con aquella publicación se acuñó un término que a la postre se hizo igualmente famoso; The Mexican Moment, frase que sintetizaba a) el fuerte crecimiento económico que México podría registrar en el futuro a la luz de la aprobación de las reformas estructurales, b) las grandes cualidades que nuestro país ahora tiene frente a otras economías emergentes y, c) el resplandor que tenía la economía mexicana derivado de la solidez macroeconómica en un mundo en crisis.

Ahora, México vuelve a ser portada en The Economist y los artículos interiores resultan por demás interesantes, toda vez que reflejan una visión externa del acontecer nacional, razón por la cual me gustaría retomar algunas de las ideas más relevantes de dicha publicación, reconociéndoles todos los méritos a la propia publicación y a sus autores.

La portada se titula Los dos México y las lecciones para el desarrollo . Quizá hay dos cosas que valdría la pena comentar antes de entrar al fondo del análisis, la primera es que el hecho de que México esté en la portada y no Brasil, China o Sudáfrica es porque nuestro país sigue dando de qué hablar, y porque claramente el resto de las economías emergentes tienen problemas de diversas índoles, de manera tal que estar en la portada nos pone en una dimensión diferente al de otros países.

Esto podría parecer algo sin importancia, pero tiene su trasfondo. Hemos comentado en ocasiones anteriores que el proceso de normalización de la política monetaria en Estados Unidos, particularmente el inminente inicio en el alza de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal (Fed), tendrá un efecto importante en la dirección de los flujos de capital, lo que a su vez impactará la cotización de las monedas de aquellos países que experimenten profundas salidas de capital.

El proceso de reacomodo de capitales globales es inevitable, sin embargo, es claro que las economías que presenten dos cualidades, potencial de crecimiento y solidez macroeconómica, serán menos vulnerables a esta redistribución de flujos. De esta forma, aparecer en la portada de The Economist habla de que México sigue en la mente de analistas e inversionistas que ven un país diferente y claramente uno de los mejor pertrechados para enfrentar el ciclo de alza en las tasas de interés.

El mensaje es contrastar la potencia manufacturera que es México a nivel internacional y las oportunidades que ofrece al estar ubicado al lado de la economía más grande del mundo, con el México que tiene como una de sus principales características la persistencia de altos índices de pobreza y marginación. Claramente los beneficios de las reformas se deben acelerar y se tienen que redoblar esfuerzos para atacar el flagelo de la pobreza, no por un tema de mercadotecnia, sino porque efectivamente un país que aspire a catapultarse al bloque de países desarrollados no puede permitir que exista tanta gente sin la posibilidad de llevar una vida digna.

Una de las primeras aseveraciones que se pueden encontrar en el análisis de The Economist es que el camino que tienen que seguir los países pobres para convertirse en naciones ricas y prosperas es largo y complicado. Una de las primeras ideas que se podría asumir es que todos los países emergentes seguirán el camino de Corea del Sur y Taiwán, que han alcanzado altos niveles de bienestar.

No obstante, la experiencia apunta hacia el sentido contrario. China, que durante años fue la locomotora del mundo, se está desacelerando, y junto con China un amplio grupo de países que dependen de la demanda de productos primarios por parte del gigante asiático. Otros países como Rusia, Sudáfrica y Brasil están en recesión y sus monedas se debilitan con cada caída en los precios internacionales de los commodities. Más aún, es predecible que una vez que inicie el ciclo de alza en las tasas de interés por parte de la Fed, se observen caídas adicionales en la actividad económica de estas naciones.

A la luz de la caída en el comercio internacional, fenómeno que aparentemente no se revertirá en el corto plazo, el desarrollo de los tigres asiáticos es más bien una excepción a la regla. En este contexto, The Economist apunta que el modelo económico de México es mucho más realista, toda vez que ha aprovechado todas sus ventajas competitivas para el desarrollo de polos de modernidad, aunque persisten las dificultades para erradicar la pobreza.

Se destaca que México tiene el sector industrial más sofisticado de Latinoamérica, lo que le permite exportar más autos que cualquier otro país, excepto Alemania, Japón y Corea del Sur. Otras ventajas de México son que durante más de dos décadas el manejo macroeconómico ha sido impecable, la apertura a la inversión privada en el sector petrolero, el ataque a los monopolios privados y la existencia de un sistema político estable. A pesar de estos logros, persisten altos índices de pobreza, un Estado de Derecho deficiente, corrupción y conflictos de intereses.

La primera lección que se desprende del análisis hecho sobre México es que la migración de personas de las zonas rurales a la ciudad no necesariamente se reflejan en mejores condiciones de vida para quienes llegan a la ciudad en busca de mayores ingresos. Para que esto suceda es necesario que los grandes centros urbanos provean de un trasporte adecuado, electricidad, servicios sanitarios y seguridad . La segunda lección es la importancia que tiene para una economía el desarrollo de una sólida infraestructura, no sólo en las ciudades, sino a lo largo y ancho del país, de manera tal que no sólo unas pocas ciudades registren altas tasas de expansión. Se enfatiza el caso de India, en donde los planes para el desarrollo de grandes obras de infraestructura se han visto frustrados por disputas territoriales y carencia de financiamiento de largo plazo.

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