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Opinión

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Adiós Padre Mora. Seguiremos con el pie izquierdo… hasta el final

Hoy escribo con el corazón en pedazos. Lleno de rabia, de un coraje e impotencia que nadie podrá simplemente borrar. Ayer mueren dos hombres muy significativos, dos jesuitas que dedicaron gran parte de su vida, si no es que toda ella, a llevar esperanza a las zonas más desprotegidas y marginales de este país. Días, meses y años dedicados al trabajo de a pie, en la zona de guerra, pero de la buena, de esa que es invencible, de esa que se forja con carácter, con el ánimo de nunca rendirse, con valentía y creencia de que el mundo puede y debe cambiar. Para muchos, quizá la muerte de los sacerdotes Javier Campos Morales “El Gallo” y Joaquín César Mora Salazar “El padre Mora” puedan resultar insignificantes, o dos nombres más que se suman a la terrible lista de homicidios que rebasa los 2500 asesinatos mensuales, y 91 muertes diarias en nuestro México. Y sí, como no pedir que este adormecimiento sangriento nos provoque en muchos casos, evasión más que indignación. Pero en esta ocasión, para mí y para muchos exalumnos no son nombres indiferentes. Conocí al padre “Mora”, fue mi profesor en la secundaria en el Instituto Cultural Tampico. Formó parte de mi formación, y de muchos jóvenes que tuvimos la fortuna de cruzarnos con él en esta vida. No, en efecto sus nombres no pueden ni deben de ser una cifra, como no lo debe ser la de ningún ser humano que desparece por motivos tan mezquinos y banales en manos de la cobardía, la impunidad y la corrupción de la criminalidad en todas sus formas.

La terrible noticia del lunes, donde ambos sacerdotes fueron masacrados por un delincuente en la iglesia de Urique, Chihuahua es el ejemplo del descaro y la impunidad que ha marcado a nuestra sociedad desde hace ya muchos años.  Las cosas empeoran todos los días. Los argumentos de fuegos cruzados, fragmentación de grupos criminales o disputas por plazas para el narcotráfico se nos agotan, pero no podemos rendirnos y mucho menos resignarnos ante esta realidad.

Hoy la injusticia, de la mano de una indiferencia de las instituciones de gobierno en todos los niveles para hacerse cargo de lo único que les corresponde, que es garantizar la seguridad de sus ciudadanos, es inexistente. En nuestros días, los criminales operan en todos los niveles, extorsionan, cobran derecho de piso, matan a gusto y a sus anchas, sin que nadie lo impida. Hace años, todavía los criminales corrían al escuchar una sirena de alguna autoridad que se aproximaba a detenerlos, se escondían, algunos hasta temían a las consecuencias, pero ahora, da lo mismo. Hoy los delincuentes no corren, ¿por qué lo harían? Nadie los persigue, nadie los confronta, nadie pone límites, porque pueden hacer lo que deseen, matar, torturar, amenazar y disponer de las vidas que se les antojen. El lunes le toco a los sacerdotes, que se suman a una lista interminable de horror, dolor e impotencia.

¿Hasta cuándo las instituciones se dignarán a generar contrapesos y decidirse a gobernar? ¿Hasta cuándo escucharán los reclamos de una sociedad adolorida por tanta pérdida y violencia? Solo exigimos justicia, que se garantice nuestra seguridad y dignidad para vivir y no para sobrevivir. Si, exigimos seguridad, pero también hablamos de políticas públicas, de proyectos comunitarios, de redes de apoyo, hablamos de la construcción de una paz radical, lejos de los abrazos y no balazos, de la verdadera transformación de México, donde hay compromiso, empatía, solidaridad y acciones reales más allá de discursos  que adormecen pero que no concretan, no definen una agenda, un proyecto donde todos tengamos un espacio digno, seguro con oportunidades para crecer y hacer de esta tierra un mejor lugar. Adiós Padre Mora, nunca olvidaremos la frase que nos acompaño en sus clases: “Rabindranath Tagore: “Dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría”.

En enero del 2012 a modo de recuerdo, el padre Mora escribió esto a sus alumnos: "Mensaje del padre mora: Para todos aquellos a los que no les termine de leer Mi pie izquierdo, diles que los quiero mucho y que cuando ando en los rincones más escondidos de la Sierra sobre todo en temporada de Navidad, pido por todos ellos. No se olviden que Jesús los quiere".

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