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Opinión

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Amamos y odiamos a las redes sociales, pero ¿realmente afectan nuestra salud mental?

Recientemente, el cirujano general de los Estados Unidos, el Dr. Vivek Murthy, quien es el jefe operativo y principal portavoz de los asuntos de salud pública en ese país, sugirió añadir etiquetas de advertencia – similares a las que se encuentran en los paquetes de cigarrillos y tabaco – en las plataformas de redes sociales, con el propósito de alertar sobre los posibles daños que pueden causar a la salud mental de niños y adolescentes. Por supuesto, equiparar los daños que provoca el tabaco con los daños potenciales que causan las redes sociales, ha generado un sinfín de reacciones, tanto de las grandes empresas de tecnología y de contenidos digitales, como de los grupos que abogan por incrementar la salud mental de los pacientes. La gran pregunta entonces es, ¿resulta necesario etiquetar a las redes sociales con advertencias a los daños en salud mental que pueden ocasionar?

Hoy en día resulta impensable un mundo sin redes sociales. Seguramente más de uno – como yo, recuerda con añoranza aquellos tiempos cuando los amigos se reunían físicamente para jugar, o acordar una hora específica para conversar con alguien desde el teléfono de la casa, confiando en que nadie más tuviera que utilizarlo al mismo tiempo. No hace mucho, la interacción humana ocurría de forma física y presencial, y las plataformas digitales eran únicamente para consulta. Algunas décadas después, somos millones de personas quienes hemos incorporado la tecnología y la conectividad digital para conversar, interactuar, pertenecer, comunicarnos y vincularnos con el otro. Datos señalan que más del 60% de la población mundial utiliza alguna red social – un total de 4 mil 800 millones de personas.

En la última década, las redes sociales han evolucionado y penetrado de tal manera en el comportamiento humano, que transformaron – y continúan haciéndolo – la forma en cómo nos comunicamos, interactuamos y percibimos el mundo, a veces de manera radical. Hoy las redes sociales han derrocado gobiernos, cancelado a personalidades, influido en el voto, diseminado información falsa y tendenciosa, conectado a millones de personas de distintas latitudes, y desarrollado una urgencia por un sentido de pertenencia, entre otras características. Al considerar entonces el rol emergente que juegan las tecnologías, recientemente potenciadas por la Inteligencia Artificial (IA), resulta crítico y necesario comprender el impacto que estas tienen en nuestros jóvenes.

De acuerdo con una encuesta realizada por la Clínica Mayo, el 35% de los adolescentes usa al menos una de las cinco plataformas más populares (YouTube, TikTok, Facebook, Instagram y Snapchat), varias veces al día. También, en promedio, los jóvenes usan su smartphone y acceden a las redes sociales entre 15% y 20% del total del día, casi 5 horas – muchas veces no consecutivas. ¿Qué significa esta dependencia de uso para nuestros jóvenes? ¿Por qué existe esta necesidad incontrolable de interactuar en redes sociales?

Las redes sociales tienen un alcance indiscutible para conectar a las personas de todo el mundo y compartir ideas, conceptos y conversaciones sobre los temas de actualidad y de interés general. Algunos estudios muestran que las redes sociales pueden brindar a los adolescentes un genuino soporte con personas cuyas problemáticas y experiencias son comunes, y encontrar un mecanismo de ayuda para interactuar en comunidades. Las redes sociales, de origen, son plataformas de expresión que fomentan la creatividad, el desarrollo narrativo, la conversación e intercambio de ideas, y un espacio de esparcimiento digital.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Algunos estudios de instituciones como la Universidad de Harvard sugieren que el uso de redes sociales provoca oleadas de dopamina en el cerebro, lo que crea una sensación de bienestar temporal, y provoca que los usuarios vuelvan una y otra vez. El compartir contenidos, dar y recibir constantemente likes, y generar conversaciones a través de comentarios activan el centro de recompensa del cerebro, lo que resulta en un rush similar al que sienten las personas cuando apuestan o consumen drogas. Por ello, podemos hablar de que existe una adicción a las redes sociales.

Un estudio realizado por la Royal Society for Public Health en el Reino Unido encontró que el uso excesivo de plataformas como Instagram y Facebook está asociado con altos niveles de ansiedad, depresión, y problemas de sueño, particularmente en jóvenes de entre 14 y 24 años. En México, los datos son contundentes: según la Asociación Mexicana de Internet, el 93% de los usuarios de Internet utilizan redes sociales. De estos, más del 70% son jóvenes de entre 16 y 34 años, que es el mismo rango de edad donde la prevalencia de problemas de salud mental resulta alarmante.

Aunado a este contexto, la reciente adición de la IA en las plataformas sociales juega un papel crítico en la personalización e impacto del contenido en redes sociales. Los algoritmos de IA analizan nuestras preferencias y comportamientos para mostrarnos contenido que es más probable que nos enganche. Si bien esto puede mejorar la experiencia del usuario, también plantea preocupaciones sobre la manipulación de la información y el aumento de la exposición a contenidos potencialmente dañinos. Un estudio de la Universidad de Stanford advierte que la IA podría exacerbar los problemas de salud mental al crear "burbujas de filtro" que aíslan a los usuarios de puntos de vista diferentes y aumentan la polarización social. Además, la sobreexposición a contenidos idealizados y la comparación constante con los demás, pueden fomentar sentimientos de insuficiencia y baja autoestima.

Quiero destacar que el uso de las redes sociales no impacta a todos por igual, ya que hay diversos factores que deben considerarse, como el uso y las conductas del usuario con el contenido digital, el tiempo de exposición a las plataformas, la madurez del individuo, así como circunstancias personales, económicas, sociales y culturales. Cada paciente, como individuo, tiene una historia y un contexto — un reto profesional que va más allá de la enfermedad.

Como médico psiquiatra y practicante de la Psiquiatría Integrativa, siempre apelaré a la responsabilidad individual de cada persona para utilizar cualquier herramienta, así como las gratificaciones que encuentre a partir de su uso. Sin embargo, es importante señalar que las conductas y la madurez de nuestros niños y adolescentes pueden no estar desarrolladas óptimamente para discernir, utilizar responsablemente y controlar los impulsos que genera la liberación de dopamina a partir del uso de redes sociales – y por ello, se genera una predisposición adictiva.

Más allá de introducir algún tipo de etiquetado de advertencia para las redes sociales (habría que entender las aplicaciones y uso práctico de las mismas para estudiar su efecto a mediano plazo), los usuarios de estas plataformas deben entender la causa de los efectos adictivos que genera su uso indiscriminado; y los padres y tutores, sobre todo, también deben de tener un acercamiento integral hacia el uso que le dan los niños y adolescentes. ¿Existen espacios seguros de comunicación fuera de las plataformas digitales? ¿Hay un plan de uso responsable de redes sociales – y de dispositivos electrónicos en general – en el seno familiar? ¿Se marcan límites en tiempo y espacio para su uso?

Este es un tema complejo que propicia nuevas conversaciones y análisis desde una perspectiva científica y psiquiátrica. La relación entre las redes sociales y la salud mental es nueva y multifacética. Si bien ofrecen oportunidades significativas para la conexión y el acceso a información, también presentan riesgos que no podemos ignorar. Los invito a que juntos trabajemos para crear un entorno digital que promueva la salud mental y el bienestar de nuestros jóvenes. Recordemos que la tecnología está para servirnos a nosotros y no al revés.

 ¡Hasta la próxima!

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Carmen Amezcua es consultora, conferencista y experta en psiquiatría integrativa. Tiene mas de 17 años de experiencia, dentro de la industria farmacéutica y de la salud.

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