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Opinión

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Avanza la presencia global de China como gran potencia

A lo largo de las últimas dos décadas hemos sido testigos del ascenso de China como potencia global, debido a su crecimiento interno y su creciente participación en el comercio, la inversión y el desarrollo tecnológico, lo que se ha traducido en una política exterior cada vez más asertiva, con creciente influencia en todas las regiones del planeta y en los distintos capítulos de la agenda global.

Con una población que representa el 18% del total en el mundo, la economía china –la más grande si se mide en términos de poder adquisitivo- ocupa hoy el 18% del producto mundial, con un PIB de $18 MMD. Sus exportaciones e importaciones representan 13% de los intercambios globales y se ubica como el principal socio comercial de la mayoría de países, lo que prueba la profundidad de la interdependencia y la sofisticación de vínculos que hacen prácticamente imposible cualquier intento de desacoplamiento de la gran economía asiática.

El poderío económico de China deriva de la notable transformación estructural resultante de políticas públicas que permiten crear millones de empleos cada año, con altos niveles de urbanización y modernización tecnológica; que llevaron a que casi 800 millones de personas superaran la pobreza en un breve período. Este país, que sigue siendo considerado como “en desarrollo”, cuenta con una clase media de 700 millones de personas que aseguran un mercado interno muy potente, en el que se basa su nuevo modelo de crecimiento, denominado “de doble circulación”, que permitirá la recuperación del crecimiento a tasas del 4-5% anual, en una nueva normalidad después de tres años de ralentización provocada por el aislamiento derivado de la pandemia. El nuevo modelo asegura, asimismo, una reactivación de la demanda de importaciones del resto del mundo, al tiempo que seguirán las tendencias a la relocalización de procesos productivos en sectores en que ha disminuido la competitividad de la economía china y en los que se busca asegurar las cadenas de suministro.

En la medida en que la economía china ha venido creciendo, se ha fortalecido la confianza de su liderazgo en su sistema político y en la capacidad de influir en las relaciones internacionales. Así, desde inicios de este siglo, la dirigencia china se alejó del perfil bajo que antes mantenía en la escena internacional, para dar muestras de una mayor asertividad en su política exterior. Esto se hizo más evidente desde la elección del Presidente Xi Jinping en 2013, que empezó a desarrollar una política exterior de gran potencia, basada en la concepción doctrinal de la nueva diplomacia de gran nación con características chinas para una nueva era. En este concepto, se proyectan diversos ámbitos de acción para la promoción de ¨soluciones chinas¨ a los problemas globales, que se apoya en instrumentos variados, desde los mecanismos de diálogo político, acuerdos bilaterales, inversiones y préstamos concesionales, una creciente presencia multilateral, la creación de nuevos organismos internacionales y la negociación de nuevas asociaciones económicas y de concertación regional.

El eje articulador de la nueva política exterior es desde entonces la iniciativa “Una franja, una ruta” (IFR), que tiene como objetivo “impulsar la coordinación política, la conectividad, la construcción de infraestructura, la facilitación del comercio, la integración financiera y el fortalecimiento de los intercambios sociales”. Este programa toma como referencia a la "Ruta de la Seda" (marítima) y al "Cinturón Económico de la Ruta de la Seda" (terrestre) que, combinadas, abarcarían 60 países en tres continentes, Asia, África y Europa pasando por Medio Oriente. Este mecanismo de cooperación celebró su décimo aniversario en 2023, cuando se dio a conocer que el programa ya se había ampliado para incluir a ¨más de 150 países, de Asia, Africa y América Latina”, una estrategia que ha ampliado de manera significativa la inversión y la cooperación de China con los países de Africa y Asia Central y que los últimos años ha registrado un notable crecimiento en América Latina y el Caribe, región no incluida al principio en la IFR, pero de la que hoy forman parte 20 países. 

Un factor esencial para entender la expansión global de China es su creciente participación en el sistema financiero internacional, con la canalización de reservas por más de 3 MMD, lo que le otorga creciente influencia en los mecanismos de gobernanza económica global como el FMI, la OMC y el Banco Mundial y en la creación de nuevas instituciones financieras como el Banco de Desarrollo de los BRICS, el Banco para Inversión en Infraestructura en Asia, así como el impulso de nuevos acuerdos regionales como la Asociación Económica Integral Regional (RCEP), la reciente ampliación de BRICS y su interés de integrarse al Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TIPAT). 

En materia multilateral, la creciente influencia global de China se manifiesta de manera importante en el sistema de las Naciones Unidas. China es el segundo mayor contribuyente al presupuesto de la ONU y de las Operaciones para el Mantenimiento de la Paz; impulsa cada vez con mayor éxito sus candidatos a puestos importantes de dirección en distintos organismos y se involucra de manera importante en las tareas más relevantes del sistema multilateral, promoviendo nuevos enfoques en la consideración de temas cruciales como los de derechos humanos, cambio climático, las cuestiones del desarrollo social y, recientemente, las negociaciones sobre tecnologías avanzadas e inteligencia artificial. Asimismo, los últimos años ha venido construyendo una nueva narrativa sobre la importancia de enfrentar los problemas globales con una filosofía de responsabilidad y futuro compartidos, con sus propuestas de la Iniciativa Global de Desarrollo, de cooperación Sur-Sur o del Sur Global (2021); la Iniciativa de Seguridad Global (2022) y la Iniciativa de Civilización Global o de futuro compartido por toda la Humanidad (2023). 

El nuevo papel de China en cuestiones globales le ha llevado a asumir una participación directa en la mediación en conflictos específicos, como en el acuerdo histórico que se logró entre Arabia Saudita e Irán, en sus intentos de mediación entre Rusia y Ucrania, en sus nuevos acuerdos con Filipinas, Vietnam, con Japón y Corea, su importante papel en la estabilidad de la península coreana y sus intervenciones recientes en el conflicto Israel-Palestina, además –desde luego- de su manejo del conflicto sistémico con los Estados Unidos.. Destaca también la larga lista de dirigentes que visitan China, que tan solo el año pasado incluyó a los de Alemania, España, Francia, Rusia, Malasia y Singapur, de la Comisión Europea, del Consejo Europeo, además de encuentros con los dirigentes de ASEAN, de APEC y con los asistentes al Foro de la Franja y la Ruta, entre otros.

La renovación del mandato de Xi Jinping como Presidente de China de 2023 a 2028 y los cambios en las altas esferas del gobierno y del partido han abierto nuevos escenarios para la evolución interna y la acción internacional de China. Dentro de unos días dará inicio el nuevo año lunar que, en la cultura china, será un Año del Dragón, símbolo que tradicionalmente se asocia al poder, la prosperidad y la adopción de nuevas metas. A lo largo de este año, habremos de estar atentos a cómo se expresan las tendencias del ascenso de China como gran potencia, sus efectos internacionales y, por supuesto, a plantear escenarios de acción que respondan al interés nacional de México en el cambiante contexto global.

Senior Fellow en COMEXI, miembro de la Unidad de Estudio y Reflexión de China, miembro de Diplomáticos sin Fronteras. Ex Embajador de México en China, Corea del Sur, Corea del Norte, Mongolia, República Checa, Suiza y Liechtenstein, Cónsul General en Los Angeles, Representante Alterno ante la OCDE y SOM de México en APEC.

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