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Opinión

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Bobby Gillespie, el chico de vecindad

Bobby Gillespie, líder y vocalista de Primal Scream, publicó en octubre de 2021 su libro de memorias Tenement Kid. Foto: White Rabbit Books

En su libro de memorias Tenement Kid, Bobby Gillespie se define como el hijo de un marxista rockero, un líder sindical que vio a Gene Vincent y Eddie Cochran en su última gira antes de morir en un accidente automovilístico en abril de 1960. Un descendiente espiritual de Karl Marx y Malcolm McLaren, iluminado por el gospel, el soul, punk, acid house, y el rock de los años sesenta y setenta. El líder y vocalista de Primal Scream, autor de “Movin’ On Up”, “Rocks”, “Come Together” “Loaded” se ha convertido en uno de los vocalistas más carismáticos de las últimas décadas. Ha sobrevivido a dos legendarias bandas de rock, The Jesus and Mary Chain y Primal Scream, y tiene una historia llena de excesos. Es la representación de un personaje como Oliver Twist versionado por una estrella de rock.

Tenement Kid (editado por White Rabbit Books) cuenta la historia de un niño nacido en 1961 en una vecindad en Glasgow, Escocia. Sin mucho futuro a su alcance, Gillespie creció en una comunidad de clase media baja que fue destruida por las políticas económicas del primer ministro Edward Heath que buscaban abatir a las clases trabajadoras y los sindicatos británicos y que dieron paso a la llegada de Margaret Thatcher y una era de oscurantismo político y social en el Reino Unido donde explotó el punk y una serie de movimientos culturales contestatarios. A los 16 años Gillespie abandonó la escuela preparatoria para convertirse en aprendiz en una imprenta y ganar lo suficiente para ir a conciertos, comprar discos, revistas musicales y ropa. Su única obsesión era alcanzar el ideal que cantaba el ficticio extraterrestre Ziggy Stardust: “hacer la transformación en una estrella de rock”.

Enamorado de la música de Thin Lizzy, The Clash, David Bowie, Roxy Music, Sex Pistols, The Jam, 13 Floor Elevators y Love y el lector asiduo del semanario musical New Musical Express, Gillespie convirtió su obsesión en un estilo de vida. Primero se involucró en la banda The Wake, con la que tocó en un par de sencillos editados bajo la icónica disquera Factory de Tony Wilson. En 1983 conoció a los hermanos Jim y William Reid, a quienes frecuentaba en una serie de aventuras ilícitas en parajes desiertos de una desvalida Glasgow. Los Reid lo invitaron a tocar la batería en su primer álbum: Psychocandy. Las paredes de distorsión influenciadas por The Velvet Underground y The Stooges se complementaban con las percusiones de Hal Blaine provenientes de las sinfonías pop de The Ronettes y The Crystals en los años sesenta, producidas por Phil Spector y la sencilla precisión de Mo Tucker. En paralelo, Gillespie comenzó a construir Primal Scream con distintos músicos hasta que, con Andrew Innes, Martin Duffy y Robert Young, encontró el sonido con el que hoy asociamos a Primal Scream.

La historia de Tenement Kid concluye con el lanzamiento del icónico álbum Screamadelica, del 23 de septiembre de 1991, bajo el sello Creation Records de Alan McGee. En Screamadelica, Primal Scream decidió alejarse del rock psicodélico y el folk rock que dominaron sus primeros dos álbumes, Sonic Flower Groove y el homónimo Primal Scream, mientras trataba de encontrar su propia voz. Ayudados por el DJ Andrew Weatherall e inspirados por la escena del acid house, que comenzaba a ganar fuerza en el Reino Unido, Primal Scream logró uno de los discos más innovadores de su época tratando de no encajar dentro de ningún género. Los coros góspel se mezclan con producciones de acid house, funk, guitarras que evocan a los Rolling Stones en la etapa Exile on Main St y se transforman en himnos del acid house perfectos para la pista de baile.

En Tenement Kid, Bobby Gillespie nos revela las inseguridades, cicatrices y las secuelas de un sobreviviente del rock. El ascenso al éxito está acompañado de muchos excesos, violencia reprimida, escasez, precariedad económica y mucha música. Pero este chico de la vecindad creó su propia visión socialista y comunitaria en una banda de rock que tiene en su música el poder de cambiar nuestro mundo.

antonio.becerril@eleconomista.mx    

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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