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Opinión

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Bukele: Seguridad vs Libertad, falsa dicotomía

Como era de esperarse, Nayib Bukele consiguió su reelección como presidente de El Salvador de forma aplastante. Consolidó también en las urnas la absoluta hegemonía de su partido Nuevas Ideas sobre la legislatura, el Poder Judicial, la fiscalía y demás instituciones estatales. El presidente tendrá “carta blanca” para dar continuidad a sus planes con una falta de contrapesos escandalosa y una reelección considerada inconstitucional. La población lo apoya porque desarticuló a las maras y redujo los asesinatos a mínimos.

El Salvador ha pasado, en una década, de ser uno de los países más peligrosos del mundo a convertirse en uno de los más seguros. Pero la economía se mantiene estancada, con el Producto Interno Bruto creciendo alrededor del uno por cientol anual y con la tasa de pobreza más alta de América Latina. Por encima del avasallante combate al crimen y las impactantes puestas en escena del gobierno y de los miles de detenidos hacinados y despojados de todo derecho, la estrategia bukelista niega los orígenes de la inseguridad en la descomposición social, las profundas desigualdades económicas y falta de oportunidades en el país.

El pulso punitivo del gobierno ubica a El Salvador con la tasa más alta de encarcelamientos del mundo: 1.6 porciento de la población está recluida. Basta con ser joven, tener un tatuaje o ser denunciado de forma anónima para ser criminalizado y recluido. Según datos de Amnistía Internacional, de 70 mil detenidos en 15 meses solo menos del 9 por ciento evitó la prisión preventiva y logró llegar a un juez para revisar su caso, mientras más de cien personas han muerto en reclusión sin responsabilidad de alguna autoridad. Se acabaron las pandillas, pero los crímenes ahora los comete el Estado.

En tanto, el pequeño país centroamericano ocupó en 2023 el lugar 78 de 81 en las pruebas de PISA, las cuales evalúan la capacidad de los jóvenes de 15 años en matemáticas, lectura y ciencia. Eso sí, para este año se asignaron 860 millones de dólares al presupuesto de Seguridad y Defensa, pero se recortaron las partidas para infraestructura, salud y educación.

El abrumador triunfo de Bukele tiene repercusión global porque legitima posturas de autoritarismo pretendidamente eficaz y cuestiona la utilidad de la democracia. Un artículo reciente de la revista Journal of Democracy describió el estilo de Bukele como “Dictadura Millenial: una estrategia política innovadora donde se combinan las apelaciones populistas tradicionales y un comportamiento autoritario clásico con una marca personal juvenil y moderna construida, sobre todo, en las redes sociales”. Esto de la dictadura Millenial es todo un fenómeno del siglo XXI. Seguramente seguirá extendiéndose.

Con los partidos políticos y los medios de comunicación tradicionales perdiendo autoridad, influencers como Bukele saben convertir el arte del entretenimiento en poder político. Podrán usar mecanismos democráticos, pero no por demasiado tiempo una vez instalados en el gobierno. Bukele no será el último autoritario en manipular a la cultura de Internet y a las líquidas tendencias de las nuevas generaciones. Su éxito está llamando la atención por doquier. Pero la dicotomía entre libertad y seguridad es falsa. Los ciudadanos de cualquier país están en condiciones de exigir la convivencia de ambas.

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