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Comida, citas y sus lógicas en tiempos del internet
A propósito del día de San Valentín, analizamos las lógicas de compartir la comida en tiempos donde las normas sociales alrededor de las citas para algunos se han complejizado, y para otros, son hoy de lo más simple.
La comida siempre ha estado asociada a la seducción, al hecho de querer agradar o conquistar al objeto del afecto o bien, a un ritual para mantener y sostener relaciones amorosas. Parte de los rituales sociales alrededor de la pareja, ya sea en tiempos antiguos donde la pareja se seleccionaba por mera conveniencia social sin tipos de amor “romántico “, hasta hoy donde la elección de pareja ofrece distintas modalidades, siempre ha estado asociados con compartir la comida, regalar o recibir comida, o incluso, atribuir cualidades a la comida.
Para muchos estas normas o usos sociales se han complejizado. En tiempos de internet para encontrar pareja, ¿será válido ir a una primera cita a un lugar para comer? ¿O es mejor sólo ir a beber, en caso de que la persona no sea del agrado y así no se tiene que prolongar por tanto tiempo la cita?
En lugares donde salir a comer puede resultar caro, ¿será conveniente cocinar para una persona en la primera cita? ¿O es demasiado esfuerzo? ¿Hacer una primera cita con comida como vehículo de convivencia puede estropearla o mejorarla? Cuando queremos terminar una relación, discutir un punto álgido en pareja ¿será más fácil hacerlo si se hace con comida de por medio? ¿Será que la comida compartida en un lugar público modera los ánimos para que no existan exabruptos propios de una situación incómoda?
Las respuestas a todas estas preguntas son variadas, en función de la experiencia pero también, en función probablemente de un factor sumamente importante que está marcando la manera de relacionarnos: la brecha generacional.
Para las generaciones más jóvenes , el uso de las redes resulta imprescindible en el mantenimiento de las relaciones. Lejos de ser un facilitador, esto también representa un reto en términos de confianza y también, a de qué tanta virtualidad podrían tolerar. Por ejemplo, parejas separadas por la distancia podrían encontrar de mucha ayuda mantener citas virtuales mientras comen algo. Para otras personas, esto podría resultar algo totalmente “desabrido” sin la presencialidad física.
Así como el internet es un factor decisivo en la manera en la que se mantienen estas interacciones, la oferta de comida actual ofrece posibilidades y configuraciones en las que los cuadros formales y “tradicionales” coexisten con cuadros más informales, con variaciones de espacios, horarios e incluso, los menús que se comparten en este marco. La forma en la que comemos determina en cierta forma, la forma en la que nos relacionamos. De esta manera, muchas parejas se conocen al pertenecer a grupos urbanos, por ejemplo, veganos, productores a pequeña escala, personas que llevan dietas especiales o aficionados a ciertos tipos de comidas.
Aunque la comida se encuentra aún en el centro de las interacciones y relaciones afectivas, el cómo, cuándo y dónde encuentra nuevas manifestaciones que están en sintonía con los otros aspectos de la vida social que se han transformado, como la pertenencia a activismos específicos, el uso de la tecnología y el Internet en la vida cotidiana, y las brechas intergeneracionales. Las bases de las relaciones humanas se mantienen sobre aspectos fundamentales como la solidaridad y la reciprocidad, que se demuestran muy bien a través de la comida.