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Opinión

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Cosa de canallas

“Acusar de racismo a la gente con quien uno discrepa es, con demasiada frecuencia, cosa de canallas”. Esta frase la escribió el escritor y periodista británico John Carlin como respuesta a Hasan al Zauad, CEO del comité organizador del mundial de fútbol, e indirectamente a Gianni Infantino, presidente de la FIFA, quienes han acusado de forma vehemente de “racistas” e “hipócritas” a quienes con sólidas razones impugnan la decisión de haberle otorgado a Qatar la sede del actual campeonato del mundo. Así sucede siempre con los intolerantes y los autoritarios cuando se ven arrinconados ante la denuncia de sus fechorías: descalifican e insultan a los disidentes. En el caso de los críticos de este mundial las razones para cuestionarlo son obvias. Qatar restringe los derechos de las mujeres, aplica sistemáticamente tortura a los reos, condena a opositores y activistas, limita la libertad de expresión, persigue a los miembros de la comunidad LGBT y la asignación del torneo se logró a base de conspicuos sobornos. Imposible obviar la muerte de aproximadamente 6,500 trabajadores en el proceso de construcción de las obras. ¿A dónde cabe, entonces, este absurdo epíteto de “racistas”? 

Los defensores de Qatar mucho halagan la importancia de su “poder blando”. El éxito de la Al Jazeera es buena prueba de ello. Esta televisora de alcance global ha logrado exaltar la posición qatarí en el mundo árabe y, debe reconocerse, fue clave para difundir a la “Primavera Árabe” de 2011. Todo este nuevo protagonismo despertó las iras de Arabia Saudita y de sus aliados del Golfo, quienes en 2017 decretaron un bloqueo político y económico contra Doha acusándolo de “apoyar y financiar a terroristas”. Pero el emirato resistió muy bien el embate y acabó venciendo por goleada a sus vecinos. Ahora busca coronar la primacía de su poder blando con la celebración del Mundial, pero se trata de una jugada arriesgada, la cual amenaza con ser contraproducente.

Usar el deporte para limpiar la imagen de un gobierno autoritario (sportwashing) no siempre funciona. Recuérdese como el mundial de 1978 abrió las puertas a la prensa internacional, la cual no dudó en investigar sobre las atrocidades del régimen militar argentino.

Ahora, en ocasión del mundial qatarí, ha sido notable la forma como la mayor parte de los medios ha hecho énfasis en las irregularidades del gobierno de los jeques en lo concerniente al respeto de los derechos humanos. Claro está, mucha hipocresía hay en la actitud de ciertos gobiernos de Occidente ávidos de seguir haciendo negocios con los “hombres fuertes” del Golfo Pérsico, sobre todo ahora con la guerra de Ucrania provocando una crisis energética global, pero Qatar podría perder con el campeonato no solo unos cuantos partidos de fútbol. Está en riesgo su buena imagen internacional.

E-mail: pedro.arturo@icloud.com

*Pedro Arturo Aguirre es especialista en política comparada

 

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