Lectura 4:00 min
Detrás del hambre hedónica
Para estudiar las diferentes maneras en las que comemos, específicamente, en lo relativo a la ingestión de alimentos, diferentes áreas de estudio e investigación se valen de la evaluación de maneras de comer mediante cuestionarios que tratan de medir estas conductas. Para formular un cuestionario como herramienta validada en investigación, se formulan conceptos y marcos teóricos en los que se trata de nombrar las maneras de comer, o específicamente, las conductas que responden a ciertas condiciones.
Dentro de esto, se hacen definiciones sobre conceptos de maneras de comer, que intentan conceptualizar una conducta. De esta manera, surge la definición de “hambre hedonista” que se refiere al deseo de consumir alimentos por placer, en ausencia de un déficit de energía. Es decir, que es un “hambre” que no se da por la necesidad de calorías, sino que responde a una base de placer. Este concepto articula pues, las necesidades biológicas del cuerpo para mantener una homeostasis, con conceptos que involucran mecanismos psicológicos y neurológicos como es el concepto del placer. Y en cada uno de estos conceptos, existen problemáticas para definir exactamente los mecanismos que intervienen en los mismos.
Por ejemplo, la necesidad de comer por un déficit calórico es un mecanismo para mantener el cuerpo con vida, pero si se satisface esa hambre, se pueden activar en el cerebro también mecanismos del placer. Por otro lado, la llamada hambre hedónica, o sea el hambre que no es resultado de una deprivación de alimentos, puede no siempre generar una sensación de placer, y ser un hambre producto de otros procesos, como el procesamiento de emociones que puede derivar en ansiedad. En un estado ansioso, se puede tener todo tipo de sensaciones, pero el hedonismo no es necesariamente una característica de estos estados. Por lo tanto, estos conceptos son útiles teniendo en cuenta que intentan medir y conceptualizar ciertas conductas.
Es muy difícil enmarcar todos los procesos de estímulos y variables ante los que respondemos con la ingesta de alimentos con cuadros conceptuales que pueden resultar rígidos como ejemplos de la vida real. El hambre hedónica, en lenguaje coloquial para muchos, es la necesidad de picar, “gusguear”(como le llaman en algunas regiones del país), botanear, etc. Muchas de estas ingestiones de comida están moduladas por una ocasión que responde a un contexto social específico, o a eventos por los que la necesidad de comer no viene directamente de un déficit calórico.
En el contexto obesogénico de las sociedades contemporáneas, algunos enfoques que estudian el hambre hedónica la consideran como un factor por el que puede existir un aumento de peso. Pero aislar una variable de esta forma, sólo ignora la complejidad del tema. Justamente por el contexto, en muchas ocasiones, se modera la ingestión de ciertos alimentos y en otras ocasiones, se promueve. Aislar el concepto de hambre a una cuestión de déficit calórico es un intento de simplificar todos los mecanismos y variables que intervienen en el proceso no sólo de ingestión de alimentos, sino de su selección y de la cantidad.
Las ingestas de comida de un día, no responden necesariamente a una sensación de hambre “biológica”, y esto no necesariamente es incorrecto. Los ritmos de vida, las horas de trabajo, marcan también nuestras horas de ingesta y a su vez, nuestro cuerpo se acostumbra a esos horarios. Reducir el acto alimentario a ingestas energéticas es ignorar indiscriminadamente la multiplicidad de factores intervienen en el proceso.