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Opinión

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Edomex, el último bastión

El Estado de México es la entidad con mayor presupuesto y actividad industrial en el país. Su importancia convierte la elección para gobernador del 2023, en termómetro clave -y factor psicológico- de lo que será la contienda electoral por la presidencia en 2024.

Con el PRI en su peor momento, lo que está en juego para ese partido no es sólo una elección. Lo que está en juego es el juicio histórico de su papel ideológico y material en la construcción de este país. Así como la supervivencia con miras a su futura reinvención o la extinción total.

Nos guste o no, la edificación de este país y su transición pacífica hacia la democracia son parte del legado político del PRI. Los avances paulatinos, las reformas legales, los debates y acuerdos parlamentarios, las creaciones institucionales, y los engranajes republicanos que pusieron en marcha una mecánica de cambio político que impulsó las reformas de 1986, 1990, 1993 y la de 1996, que finalmente dieron luz al cambio demócratico. Todos esos grandes logros son la mejor cara de dicho partido.

En el orden humano, el elenco de priístas destacados es muy amplio. Empezando por el talentoso Antonio Ortiz Mena, el arquitecto de la época conocida como "Desarrollo Estabilizador." Asimismo, tampoco nadie olvida la gestión de Jesús Reyes Heroles al frente de la Segob y su lema: “Cambiar para conservar, conservar para cambiar”. En el sexenio de Miguel de la Madrid, se destacó igualmente Jesús Silva Herzog al frente de Hacienda y su acertada negociación de la deuda con los acreedores del Estado mexicano, después del despilfarro de López Portillo. Y en esta materia, hay muchos otros ejemplos de priistas ilustres dignos de recuerdo.

Una enorme responsabilidad descansa sobre los hombros de Alfredo del Mazo -el actual gobernador del Estado de México- y su candidata, Alejandra del Moral. Han actuado con prudencia, sensatez y discreción, y con respeto a la investidura presidencial al igual que sus antecesores. Sin pedirlo, y por azares del destino, recayó sobre ellos representar lo mejor de esa estirpe priista sobresaliente, en vías de extinción.

Asimismo, nos guste o no, la instauración de un sistema político autoritario, antidemocrático y corrupto es también parte del legado político del PRI. El fraude electoral, el sindicalismo charro, la aplicación selectiva de la justicia, el espionaje, la persecución política, el magnicidio, el enriquecimiento ilícito, el nepotismo, la compra de voluntades, así como las crisis políticas y económicas originadas en las entrañas del régimen. Son la peor cara histórica de ese partido.

También lo son los excesos y la frivolidad en que incurrió Arturo “el negro” Durazo, que institucionalizó la “mordida” y la “extorsión” policiaca durante su gestión en los setentas. Tampoco, nadie olvida al exgobernador de Quintana Roo Mario Villanueva, encarcelado por sus vínculos con el narcotráfico, o más recientemente a Javier Duarte, exgobernador de Veracruz, cuyo enriquecimiento ilícito contrastó con el escándalo de niños enfermos de cáncer a los que les inyectaban suero en vez de medicina en los hospitales del sistema de salud estatal. Y así, muchos otros ejemplos.

Pero hay “paradojas de la vida''. En esta última corriente, ni mandado a hacer hubieran podido encontrar a otro representante más incongruente que el actual dirigente del PRI, el impresentable Alejandro Moreno, conocido con el mote de “Alito”. Aparte de tener todas las características negativas de la peor faceta histórica del PRI, el señor “Alito” es un traidor consuetudinario en un mundo en donde la palabra es “la moneda del poder”. El que cumple se fortalece, el que incumple se desgasta. Nadie le cree nada a “Alito”, ni el propio AMLO puede confiarse de la palabra empeñada y por eso lo tiene amenazado.

Muchos podrán argumentar equivocadamente que este es un asunto que compete solamente a los priistas. No obstante, es todo lo contrario. El pasado viernes el titular de la SEGOB reveló quienes se acercaron a pedir la reactivación del acuerdo político que el gobierno mantenía con el PRI. Hasta antes de la votación de la reforma eléctrica, fueron Alejandro Moreno, y Rubén Moreira (coordinador de la bancada de diputados). Las declaraciones de Adán Augusto confirman el doble discurso que marca al líder del PRI.

Por un lado, la designación de Alejandra del Moral como candidata (la pequeñez política de “Alito” no le ha permitido pronunciarse a su favor), es un movimiento que responde a las sospechas fundadas de que el dirigente nacional del PRI podría intentar entregarle el Estado de México a Morena en bandeja de plata.. Esa suerte de traición sería un verdadero despropósito. Ello, en la medida en que son conocidas las divisiones dentro de la facción morenista del Estado de México. Asimismo, que esas rencillas internas, sumadas a los buenos resultados de la actual administración estatal, aumentan mucho las oportunidades electorales de la Alianza.

Adicionalmente, y aunque todavía no es una noticia muy difundida internacionalmente, hay un alarmante plan del Gobierno de México que podría marcar el fin de la democracia en el país. Se trata de la iniciativa presidencial para desmantelar al Instituto Nacional Electoral. Andrés Manuel López Obrador, quiere desmantelar al INE y reemplazarlo con un organismo electoral mucho más pequeño y débil. El sueño del Presidente es que su dinastía política permanezca en el poder indefinidamente. Es claro que dicho plan significaría una regresión en la estructura misma del régimen político. No hay exageración posible: sin árbitro imparcial no puede haber elecciones confiables. Sin elecciones confiables, no hay democracia; sin democracia, no hay libertad. Y esto nos concierne a todos los ciudadanos.

El desmantelamiento del INE y posesionarse del Estado de México a “la mala”, sería la culminación del proyecto populista mexicano. Destruir al emblema del pluralismo para levantar una estructura inservible que perpetúe una nueva hegemonía. Como verá el lector, lo que se busca es poner de relieve todo lo que está en juego. Y en medio de todo lo descrito, se encuentran, shakespirianamente, las dos caras del PRI. Los ciudadanos (así como los priistas que quieran reconstruir al partido) deben abogar porque “Alito” se mantenga al márgen de la elección local del Edomex. Asimismo, denunciar su doble juego con el gobierno Obradorista que garantiza su impunidad e influencia personales, por encima del interés nacional.

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