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Efectos del soporte en la resiliencia de los estudiantes de hogares de menor ingreso
Sé la manta de seguridad de alguien cuando la suya esté en el lavado".
Richelle E. Goodrich, escritora estadounidense.
En México no hemos terminado de analizar el impacto que la pandemia tuvo en términos de la formación de conocimiento y aprovechamientos escolar de los estudiantes en el país. En prepandemia ya se presentaba un importante deterioro en la capacidad del sistema escolar para permitir la enseñanza de habilidades y conocimientos relevantes y fundamentales, tanto para la continuación de los estudios, como para la posterior inserción en el mercado laboral, en mejores condiciones posibles de ingreso y estabilidad.
Existen evidencias aisladas de que la respuesta que se tuvo, tanto gubernamental como privada, para tratar de compensar los efectos del cierre de la operación presencial escolar en todo el país y su sustitución por medidas (más precarias que efectivas) de educación a distancia, no sólo no contribuyeron en atenuar el efecto negativo adicional, sino que permitieron que éste se acentuara.
Si pensamos que, partiendo de que nuestro país presenta condiciones de inequidad sumamente elevadas, un porcentaje muy importante de los niños y jóvenes del país tuvo que enfrentar este brusco cambio en los mecanismos y métodos de enseñanza, desde una posición de precariedad económica y desventaja en términos de acceso a recursos para el aprendizaje.
En el nivel de educación universitaria, por ejemplo, para muchos jóvenes, casi la mitad de su educación, la tuvieron a distancia en instituciones que no necesariamente contaban ni con los instrumentos, ni con la capacidad de adecuación de los planes de estudio para que éstos se impartieran en medios digitales. Pero, además, desde la perspectiva de los estudiantes y sus familias, tampoco se contaba con las capacidades técnicas y de equipamiento necesarias para un adecuado aprovechamiento del estudio.
En los segmentos de menor nivel de ingreso, además, muchos de los hogares se enfrentaron en mayor proporción, a una elevada tasa de contagio en la pandemia, porque tuvieron que mantenerse empleados presencialmente durante las fases más críticas de la pandemia y, en otros casos, la pérdida del empleo o la reducción del ingreso generaron una profundización de la pauperización de los hogares.
Y en todo este contexto, poco se ha estudiado también sobre qué factores pueden o no contribuir a aumentar el nivel de resiliencia entre los sectores de estudiantes económicamente más desfavorecidos.
En el estudio How Social Support Affects Resilience in Disadvantaged Students, de Li et al, utilizando como punto de referencia los datos de la prueba PISA del 2018, se investigó en cuatro provincias de China cuál fue el impacto de los mecanismos de apoyo social en la resiliencia de los estudiantes de menor nivel de ingreso y que presentaban mayores condiciones de desventaja.
El estudio concluyó, que los mecanismos que permitieron el apoyo de maestros, simultáneamente al de los padres de familia, propiciando un sentido de pertenencia a las escuelas y favoreciendo experiencias emocionales significativas entre los estudiantes, contribuyeron a disminuir los efectos negativos, tanto emocionales como de aprendizaje, en la pandemia y mejoraron la capacidad de resiliencia de los niños y jóvenes.
Por el contrario, cuando se careció de estos mecanismos de apoyo y la situación que prevaleció fue la de incertidumbre y miedo, se presentó una afectación negativa de resiliencia en los estudiantes de menor nivel de ingreso.
En nuestro país es urgente que, pese al tiempo transcurrido, retomemos un diagnóstico serio sobre los efectos que tuvo la pandemia en el deterioro en capacidades de aprendizaje y generación de habilidades, pero que, más allá de ello, también fomentemos de inmediato los mecanismos que aseguren mejorar las condiciones de aprendizaje y enseñanza en los jóvenes, particularmente los segmentos de menor nivel de ingreso, como el único medio eficaz para garantizar, en el largo plazo, la mejora de sus condiciones de vida.
Existen evidencias aisladas, de que la respuesta que se tuvo, tanto gubernamental como privada, para tratar de compensar los efectos del cierre de la operación presencial escolar en todo el país y su sustitución por medidas (más precarias que efectivas) de educación a distancia, no sólo no contribuyeron en atenuar el efecto negativo adicional, sino que permitieron que éste se acentuara.