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Opinión

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El distributismo, el gran pendiente de la economía

López Obrador no se ha dado cuenta de la importancia del mercado interno. Es un asunto indispensable para verdad la verdad entre naciones y entre clases sociales. Los mercados interiores no generan automáticamente justicia y prosperidad para las mayorías, pero son aliados imprescindibles de los aumentos salariales y de la difusión del progreso. En un escenario de economía hacia dentro, la demanda sólo puede crearse mediante subidas de salarios (como ha hecho AMLO en lo que parcialmente ha seguido este enfoque) y el equilibrio de las grandes proporciones económicas sólo se consigue mejorando la situación de las clases populares; la orientación de la economía hacia el largo plazo, como señala Fernández Steinko en Izquierda y republicanismo, el salto de la refundación (Akal, Madrid, 2010), hacia las necesidades de sus habitantes y las del medio ambiente y la cultura, sólo se consigue creando una cantidad mínima de vínculos estables entre la producción propia y el consumo propio, colocando a su sector exterior en una posición razonable. 

Los mercados internos no son aliados suficientes, pero sí absolutamente necesarios para el surgimiento del republicanismo, mejor antídoto contra el populismo como señala la politóloga Gloria Álvarez. La expansión exterior es todo lo contrario: refuerza el poder de las grandes empresas, debilita la capacidad de presión de las poblaciones frente al (gran) capital y obliga a los países a poner sus recursos al servicio de una lógica de crecimiento aún más destructiva que la desatada por el fordismo. No es la única, pero sí una aliada poderosa de la restauración. Es verdad que también la expansión exterior genera ganadores, especialmente entre las clases medias, pero entre las clases populares produce sobre todo perdedores. Como se ve, es justamente lo contrario de lo que comúnmente argumentan los opinadores profesionales y los economistas y los departamentos universitarios: las medidas reguladoras tanto del comercio como de los mercados financieros internacionales son una fuente de prosperidad para la mayoría de la población, no un freno a la misma. No existe ninguna, pero ninguna prueba empírica que refute esta afirmación, lo cual no quiere decir que cierta dosis de liberalización económica no pueda contribuir algunas situaciones. Pero no es ésta sino las medidas reguladoras las verdaderamente responsables de la prosperidad, al menos cuando se quiere dar al concepto de prosperidad un contenido de clase, si se entiende en términos de prosperidad a largo plazo y para las mayorías sociales, concluye el autor. 

En el plano financiero, que siempre está unida al plano productivo, los datos son también inequívocos: los intentos encaminados a reducir la regulación de los mercados financieros han creado muchas más crisis, mucha más desigualdad y muchos más desgarros sociales, o como mínimo, han perpetuado la ya existente, de acuerdo a Gowan (La apuesta por la globalización, la geoeconomía y geopolítica del imperialismo euro-estadounidense, Madrid, Akal, 2000). 

La prosperidad vendrá de la mano no de un incremento de las exportaciones a Estados Unidos, que tienen un efecto limitado sobre el crecimiento económico y el bienestar de la población, sino del desarrollo del mercado interno, como hemos señalado que se logra. En este sentido, un nuevo aumento al salario mínimo como una retabulación de los salarios por profesiones haría más por mejorar la situación del “pueblo”, que incrementos en eficiencia a la Michael Porter, aunque sea muy vistosa y haga mucho ruido. Es el desarrollo de lo pequeño en lugar de lo gigantesco donde AMLO encontrará su tabla de salvación para salvar la economía. 

Un aumento de las cifras macroeconómicas y de las inversiones en sectores como el automotriz no tienen un efecto vagón sobre el resto de la economía. 

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