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Opinión

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El mal manejo de los bonos del Tesoro de EU le costará caro a la Generación Z

En lugar de emitir bonos a 50 o 100 años cuando los tipos de interés estaban por los suelos, el Tesoro estadounidense descartó esta opción y simplemente siguió endeudándose a corto plazo. Ahora que los pagos de intereses estadounidenses se están disparando, la magnitud de este error se ha vuelto evidente, al igual que las implicaciones para las generaciones futuras.

SAN DIEGO. Un nuevo libro polémico del psicólogo Jonathan Haidt se lamenta por La generación ansiosa. La cantidad de estudiantes secundarios privados de sueño ha trepado al 13% en Estados Unidos, y los jóvenes, efectivamente, tienen motivos para estar nerviosos. Si bien Haidt les echa la culpa a las redes sociales, los miembros de la Generación Z también deben preocuparse por los niveles de deuda irresponsables que los nacidos en la posguerra (Baby boomers) y las Generaciones X e Y (Millenials) les están endilgando sobre sus espaldas estrechas.

Como porcentaje del PIB, la deuda de Estados Unidos está superando aceleradamente los niveles récord de la Segunda Guerra Mundial. Los pagos de intereses este año se comerán el 13.5% del presupuesto federal, un incremento de 2.6 veces con respecto a 2021. La mitad de los jóvenes adultos no cree que alguna vez vaya a poder comprarse una casa; sin embargo, les pedirán que paguen el despilfarro de sus abuelos. Inclusive ahora, CNBC reporta que una cuarta parte de la Generación Z dice que necesita un terapeuta para lidiar con la ansiedad de la declaración de impuestos.

Hace una decena de años, cuando prevalecían las tasas de interés mínimas, algunos de nosotros empezábamos a instar al Tesoro de Estados Unidos a que consolidara esos términos de endeudamiento favorables emitiendo bonos superlargos a 50 y 100 años. Eso habría ayudado a impedir que el gasto de hoy afectara a las generaciones futuras. Pero el Tesoro en general se aferró al endeudamiento a corto plazo, con una duración promedio de los bonos de apenas cinco años. Como resultado de ello, ahora está prorrogando los vencimientos de deuda a un costo más empinado.

En marzo de 2021, cuando los títulos del Tesoro todavía arrojaban alrededor del 1.5%, la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, dejó en claro que la administración del presidente Joe Biden no tenía ningún interés en consolidar esos términos para las generaciones futuras: “El Tesoro ha venido analizando esta cuestión y no tiene ningún plan de hacer eso”. Cabe preguntarse si el departamento realmente ha “analizado” la cuestión o simplemente le echó un vistazo burlón. Desde que se produjo esa declaración, las tasas se han triplicado, lo que llevó al avezado gerente de fondos de cobertura Stanley Druckenmiller a declarar que la decisión de Yellen había sido “el mayor error” en la historia del Tesoro. El fantasma de Alexander Hamilton frunce el ceño.

Todos sabemos el daño que el endeudamiento a corto plazo puede causar. Muchas empresas inmobiliarias comerciales hoy están en dificultades, al tener que enfrentar 2 billones de dólares en un refinanciamiento a tasas más elevadas, porque siguieron al pie de la letra las instrucciones de juego del Tesoro. Por supuesto, estos propietarios podrían hacer lo que hicieron los dueños del hotel más grande de San Francisco, el Hilton Union Square de 1,900 habitaciones: simplemente abandonaron sus edificios vacíos y le devolvieron las llaves por correo al tenedor de la hipoteca.

Pero el gobierno federal no tiene esa opción. No es como un propietario que puede eludir las obligaciones legales y morales, que incluyen enviar cheques de seguridad social a los adultos mayores y proporcionarle al personal militar atención médica y armas que funcionen cuando se las dispara. Los contribuyentes, en cambio, tendrán que fregar toda la tinta roja que ha derramado el gobierno federal.

Las cosas no tenían por qué ser así. Mientras que Estados Unidos ignoró los pedidos de consolidar tasas de interés bajas, otros países, aparentemente, leyeron nuestros memos. Al menos 14 países, entre ellos Austria, Bélgica e Irlanda, han emitido bonos superlargos, como lo han hecho decenas de empresas privadas y universidades, entre ellas Disney, Norfolk Southern, Coca-Cola, IBM, Ford, Federal Express, la Universidad de Yale, la Universidad de Pensilvania, la Universidad Estatal de Ohio y la Universidad del Sur de California.

El error del Tesoro parece aún peor cuando uno considera que la curva de rendimiento se ha invertido múltiples veces en los últimos 20 años (inclusive hoy). Eso significa que Estados Unidos tuvo múltiples oportunidades de endeudarse a tasas más bajas con deuda superlarga que con títulos de corto plazo. Consolidar esas tasas habría creado cierto nivel de certidumbre, mitigando al mismo tiempo el impacto de cualquier desastre financiero futuro.

Pero no es demasiado tarde. Por el contrario, el Tesoro todavía puede sacar ventaja de la emisión de bonos superlargos. Recomendamos que se revise el algoritmo de financiamiento del Tesoro y que incluya un disparador para emitir este tipo de bonos cada vez que se invierta la curva de rendimiento. Si el departamento desea invalidar este mecanismo, la secretaria debería verse obligada a demostrar que no sería en beneficio de las generaciones futuras.

Hay estudios históricos que demuestran que, en los últimos 200 años, desde aproximadamente los tiempos de Hamilton, las tasas de interés reales (ajustadas por inflación) han promediado alrededor del 1.55 por ciento. Hoy, vuelan en torno al 2 por ciento. Cada vez que los rendimientos reales caigan por debajo del promedio histórico, el Tesoro debería emitir bonos superlargos. Por supuesto, el problema presupuestario fundamental es que hay un gasto excesivo. El presidente Ronald Reagan alguna vez bromeó diciendo que el gobierno es como un bebé: por un lado, tiene un gran apetito y, por el otro, ningún sentido de responsabilidad. Esa apreciación hoy es tan válida como hace cincuenta años.

Las generaciones futuras, ansiosas o no, no pueden votar. Necesitamos crear mecanismos que les den voz. La Declaración de Independencia de Estados Unidos promete vida, libertad y la búsqueda de la felicidad. Dormir bien por la noche sería de ayuda.

El autor

Todd G. Buchholz, exdirector de Política Económica de la Casa Blanca bajo la Presidencia de George H. W. Bush y director gerente del Fondo de cobertura Tiger, es el autor de New Ideas from Dead Economists (Plume, 2021), The Price of Prosperity (Harper, 2016) y coautor del musical Glory Ride.

El autor

James Carter fue subsecretario adjunto del Departamento de Trabajo de Estados Unidos y subsecretario adjunto para Política Económica en el Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

Copyright: Project Syndicate, 2024

www.project-syndicate.org

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