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El metal más tóxico
Los animales necesitamos para nuestra composición de muchísimos de los elementos que componen nuestra tabla periódica, además de los proverbiales carbono, oxígeno y nitrógeno; muchos de ellos, por separado, suelen ser bastante reactivos, como el fósforo, potasio, sodio, magnesio y cloro. Otros como el calcio y el azufre son esenciales en la formación de aminoácidos y proteínas. La homeostasis, el equilibrio en el interior de un cuerpo viviente, es un baile delicadísimo que las especies hemos ensayado durante millones de años antes de perfeccionar, y existen elementos cuya simple presencia en nuestro interior puede causar estragos en el organismo, y eventualmente la muerte si se deja sin atención o la dosis es lo suficientemente alta.
Aluminio, mercurio o plomo son los causantes más comunes de envenenamiento por metales pesados, pero existe un elemento tan tóxico para la vida que es considerado el metal más tóxico de la Tierra: el talio. En apariencia un insignificante metal blando y gris muy parecido al estaño, el talio es un metal maleable, de símbolo Tl y número atómico 81, que se encuentra en trazas en la corteza terrestre. Absolutamente todos sus compuestos son altamente tóxicos y básicamente inodoros e insípidos y el más común es el sulfato de talio (Tl2SO4), del que sólo se necesitan algunos miligramos dispersos en aerosol para acabar con la vida de cualquiera. Durante mucho tiempo se utilizó como pesticida y raticida en muchos países, aunque actualmente su uso está prohibido en casi todo el mundo.
Llegó a ser un método de envenenamiento tan popular, principalmente en Europa y las colonias británicas, como Australia e India. Éste, como se puede imaginar, era sumamente difícil de detectar y carecía de un antídoto conocido, por lo que era necesariamente mortal. En Australia a principios de la década de los 50’s hubo una serie de casos de envenenamiento por sulfato de talio que cobró notoriedad a nivel mundial y se retrató en un famoso documental de 2011 en la televisión australiana, “Recipe for murder”, mismo que se encuentra disponible en YouTube. A la gran Agatha Christie se le acusa de ponerlo en la mira de los envenenadores (o de las personas con pocos escrúpulos que buscaban una solución…definitiva) tras la publicación de su novela de 1961 “The pale horse”, conocida en español como “El caso de Pale Horse”, en los que los efectos del sulfato de talio usado como veneno son atribuidos a la magia negra y que describe con espeluznante detalles sus efectos en el organismo, y que puso muy de moda el envenenamiento con talio.
Los síntomas de éste son muy diversos y pueden ser fácilmente atribuidos a otras innumerables causas. El talio se asimila muy fácilmente a través de la piel, las vías respiratorias o las paredes intestinales, ya que cuando se encuentra en un medio acuoso se comporta como un metal alcalino, por lo que el cuerpo lo confunde con el potasio, usurpando su lugar como parte de la bomba de sodio-potasio, mecanismo esencial en el funcionamiento del sistema nervioso. Sus efectos usualmente comienzan con náuseas, diarreas severas, dolor severo y entumecimiento de las extremidades. Suelen escalar hasta provocar ceguera y descamación o infecciones graves en la piel, riñones e hígado, pero los más graves suelen ser los daños nerviosos, especialmente los que afectan los músculos del cuello y el sistema respiratorio. Actualmente se utiliza el Azul de Prusia (hexacianoferrato férrico de potasio) como antídoto contra el envenenamiento por talio, además del carbón activado y la hemodiálisis, lo cual aunado a la posibilidad de detectarlo a tiempo ha dejado en el pasado el uso del talio como “el veneno de los envenenadores”.