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El nuevo plan de salud, ¿un avance?
Hace unas semanas, el Presidente anunció que el IMSS Bienestar se haría cargo de los servicios de salud de los estados y el 15 de marzo se informó que la implementación iniciaría en Nayarit. Las implicaciones y riesgos del nuevo sistema son grandes y la información disponible deja muchas interrogantes. Tantas, que llevan a pensar que aún no se tiene un plan bien estructurado y con visión de largo plazo. Antes de presentar algunas de ellas, conviene recordar que es IMSS Bienestar. Se trata de un programa que ofrece servicios básicos de salud y algunos de segundo nivel a la población no cubierta por la seguridad social. Opera principalmente en zonas rurales y tiene más de 40 años de existir bajo distintos nombres: IMSS Coplamar, IMSS Solidaridad, IMSS Oportunidades entre otros. Aunque lleva IMSS en su nombre, tiene presupuesto y personal propio y su administración y servicios son distintos y separados de los que ofrece el IMSS a sus derechohabientes a través de la seguridad social.
Una primera interrogante es cuál será la cobertura en términos de la población atendida. El nuevo plan de salud pretende cubrir paulatinamente a todos los que carecen de cobertura por la seguridad social, que según INEGI (ENIGH2020) es 52% de los mexicanos, priorizando a los de menores recursos. No queda claro, sin embargo, si contará con recursos y capacidad suficiente para ello. Este propósito no es nuevo, formaba parte de los objetivos del Seguro Popular, que logró un avance importante al reducir la carencia en cobertura de servicios de salud de 38.4% de la población a 16.2% entre 2008 y 2018. El INSABI también pretendía ampliar la cobertura, aunque con poco éxito ya que entre 2018 y 2020, 15.6 millones de personas adicionales presentaron carencia en acceso a servicios de salud según el CONEVAL.
La segunda interrogante se refiere a los servicios de salud que serán cubiertos bajo el nuevo plan, es decir, los padecimientos y tratamientos a los que tendrá acceso la población, dada la limitada cobertura actual de IMSS Bienestar. Lo anterior está estrechamente ligado con los recursos disponibles, planteando una tercera interrogante sobre el financiamiento del nuevo sistema. Para ampliar y asegurar la cobertura en términos de población y servicios, es imprescindible contar con el financiamiento adecuado considerando cálculos actuariales y una visión de largo plazo. Si es que esto existe para el nuevo plan de salud, no se ha hecho explícito. El Seguro Popular ofrecía un paquete de servicios amplio incluyendo múltiples enfermedades catastróficas, para lo que contaba con recursos crecientes y un Fondo de Gastos Catastróficos. El INSABI en principio ofrecía una cobertura amplia de servicios, pero nunca fue suficientemente explicito sobre cuáles eran estos y como se financiaban.
Desde la óptica de los usuarios, una implicación importante del cambio del Seguro Popular al INSABI y ahora al nuevo sistema, fue que pasaron de ser asegurados a ser beneficiarios. No es una distinción trivial. Como asegurados del Seguro Popular, las personas se consideran con el derecho a exigir a la autoridad que cumpla con los tratamientos cubiertos, similar a la exigencia que uno haría al asegurador de su vehículo en caso de percance según la póliza que haya adquirido. Como simple beneficiario de servicios no definidos explícitamente y sin el fondeo adecuado, el derecho deja de ser exigible, justo como ocurre con las medicinas recetadas y supuestamente gratuitas que no se surten por el desabasto
La cuarta interrogante es si IMSS Bienestar cuenta con experiencia y capacidad operativa y administrativa para absorber los hospitales y centros de salud estatales, ya que bajo el plan, se convertiría en el principal proveedor de servicios de salud del país. Por otra parte, el nuevo plan recentraliza los servicios de salud y echa para atrás los procesos de descentralización de los ochentas y noventas. Si bien había muchas áreas de mejora en el desaparecido Seguro Popular, cabe preguntar si tiene sentido centralizar servicios desde el punto de vista de la eficiencia y la calidad, en un país de 2 millones de Km2 y con mas de 120 millones de habitantes. Una quinta pregunta es qué pasará con el INSABI. ¿Desaparecerá? ¿Será solo el mecanismo financiero?
Concluyo señalando que el nuevo plan no resuelve el problema de la fragmentación histórica de los servicios de salud públicos entre los de la seguridad social y los que atienden a la población abierta como el INSABI o IMSS Bienestar. Los servicios de salud de las instituciones de seguridad social incluyendo al IMSS están por lo general mejor fondeados, tienen un mayor gasto por paciente y por lo tanto un catálogo de servicios más completos. Como resultado, la calidad y cobertura de los servicios de salud a los que el ciudadano tiene acceso dependen de su situación laboral. El nuevo plan perpetúa y amplía esta diferenciación.
*El autor es líder de la Unidad de Política Pública del Institute for Obesity Research y de la Iniciativa de Política Pública y Salud del Tecnológico de Monterrey. Opiniones personales.
Twitter: @GustavoMerinoJ