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El palacio de los palacios, es de Erdogan
El verdadero peligro es que la resistencia no sea a los cambios sino a la realidad.
Un segmento de la población del Reino Unido tuvo que pasar por el Brexit para darse cuenta que su país no es un imperio. Trump reza todos los días la oración Make America Great Again (MAGA) para vender el pasado a los insatisfechos del presente; López Obrador gobierna con dogmas del siglo XX y dicta su verdad en celebraciones mediáticas cada mañana.
El cambio climático y la inteligencia artificial eran materias optativas en el siglo XX, pero los presidentes de hoy están obligados a cursarlas. Es el problema para los nostálgicos. Sus modelos no están vinculados con el futuro.
Erdogan no cabe en Turquía. Por esa razón mandó edificar un palacio de 1,150 habitaciones en 300,000 metros cuadrados. Es un califa que durante 20 años ha vendido la idea de que la sociedad puede pensar en el imperio otomano sin necesidad de vivir en él. Es una lucha constante. Día a día. No hay mejor éxito en las ventas que las entelequias vivas.
Los verdaderos revolucionarios son los publicistas, nos diría Frédéric Beigbeder.
En un interesante artículo del escritor Zulfu Livaneli el domingo en El País, recordaba una acertada descripción sobre Turquía: el más oriental de los países occidentales y el más occidental de los países orientales.
Livaneli recuerda que durante la primera década de este siglo, el equipo de George W. Bush decidió que Turquía necesitaba convertirse en una república islámica que defendiera los intereses de Estados Unidos en la región. Es decir, Washington prefería que Turquía no ingresara a la Unión Europea para someter el legado laico y occidental de Atatürk.
Así nació el partido de Erdogan: Justicia y Desarrollo (AKP). Erdogan vende la idea de que el Imperio otomano regresará.
Mientras tanto, Erdogan ha socavado la democracia de su país. Controla a jueces, legisladores y militares. La prensa, como suele ocurrirles a los autócratas nostálgicos, es enemiga.
La corrupción es algo familiar para el círculo de Erdogan. Son conocidos los audios con voces de hijos de Erdogan cobrando favores y llenando maletas de dinero. Ocurrió 10 años atrás. Erdogan enfureció, pero no ocurrió nada en su contra.
En marzo de 2021 el presidente turco decidió retirar a su país del convenio europeo contra la violencia machista. Lo hizo para contentar a las facciones más islamistas de su gobierno.
Paradójicamente, se trata del convenio de Estambul. Firmado en 2011. Pese a ello, millones de mujeres votaron por Erdogan el pasado domingo.
Ha llegado el momento en que el concepto de democracia ha dejado de ser racional. El miedo y la pasión por la nostalgia se han globalizado.
@faustopretelin