Buscar
Opinión

Lectura 4:00 min

El plan AMLO para intentar calmar a Biden y Trudeau

El presidente López Obrador cree que su estrategia para atender los reclamos del gobierno de Estados Unidos en materia energética ha sido exitosa. La mejor prueba es que le acaba de aplicar la misma fórmula al primer ministro Trudeau: en lugar de prometer cambios en la política energética de su gobierno, prometió reunirse con los inversionistas individuales que se han quejado.

Es exactamente lo mismo que hizo con el presidente Biden y con el embajador Salazar. Hace un año, cuando elevaron el tono de los reclamos eléctricos, el presidente López Obrador no cedió en nada: ni cambió su política de entrega de permisos, ni retractó ninguna de las políticas (muchas de ellas suspendidas por tribunales mexicanos) que buscan discriminar contra los inversionistas privados. Es más, ha continuado litigando a favor de su reforma a la ley de la industria eléctrica. Pero si citó a los directivos de 17 empresas estadounidenses en Palacio Nacional. Y ahí, enfrente del embajador, prometió ayudar a varios. 

Quizás muchos de estos inversionistas hayan quedado agradecidos, tanto con el presidente López Obrador como con el embajador Salazar. La misión específica de esas reuniones parece haberse cumplido. Pero sólo menospreciando al gobierno de Estados Unidos se podría creer que sus funcionarios no notaron lo absurdo de la situación: López Obrador no ofreció más que alivio individual de políticas discriminatorias generalizadas que el mismo continúa impulsando. Individualizar el conflicto con las empresas, y prometer soluciones sólo en ese terreno, no fue más que una marometa para esquivar el envión del reclamo. Y trivializarlo.

Como si la posición de la Administración del presidente Biden fuera la mera suma de los intereses de 17 empresas. O como si el reclamo de Trudeau, ahora que fue particularmente asertivo en el reclamo de su gobierno, no fuera más que un vulgar intento de aplacar a un puñado de empresas canadienses.

Claro que las propias autoridades energéticas de México reconocen que el asunto es mucho más amplio. Es sistemático. El Centro Nacional de Control de Energía tiene “litigios con todo mundo”, como su director le reconoció a Arturo Solís de Bloomberg Línea el miércoles pasado.

Son un total de 160 activos que, bajo algunos cálculos, podrían representar la abrumadora mayoría de los activos privados. “No los dejamos conectar o están conectados pero les restringimos lo que pueden entregar a la red”, explicó ahí mismo. Eso es justo lo que los gobiernos del presidente Biden, que se acababa de ir, y del primer ministro Trudeau, que seguía en México en ese momento, han reclamado.

Aún así, el presidente López Obrador podría tener razón. Su estrategia todavía puede ser exitosa. A pesar de las inusuales respuestas y declaraciones del gobierno de México, los gobiernos de Estados Unidos y Canadá han manifestado optimismo en la posibilidad de avanzar en soluciones energéticas. Y, habiendo cumplido los plazos mínimos, ninguno de los dos gobiernos ha solicitado el establecimiento del panel todavía.

Quizás por el énfasis en el simbolismo de la Cumbre de los Líderes de Norteamérica, todo esto se ha vuelto terriblemente simbólico. Desde que nos creímos que realmente había un concepto norteamericano, los tres países hemos sostenido que su corazón es un sistema de reglas objetivas. Por supuesto que no significa que ninguno de los países seguimos todas las reglas.

Pero los asuntos comerciales norteamericanos, nos gusta presumir, se distinguen por su “rule of law”. ¿Qué significaría para Norteamérica que su disputa comercial más importante en décadas – una que afecta el corazón de la competitividad y sustentabilidad de la región – se resolviera haciéndole una excepción a la insistencia en el cumplimiento de reglas objetivas?

@pzarater

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Noticias Recomendadas