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Opinión

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En Argentina, la inflación es el principal ladrón

Buenos Aires. El encargado de un puesto de periódicos requiere ver el precio del ejemplar de La Nación para asegurarse de que no lo hayan incrementado respecto al día de ayer. Cuesta 950 pesos argentinos, poco más de un dólar.

El puesto de periódicos se ubica en la calle Arévalo casi esquina con Nicaragua en el barrio Palermo Hollywood de Buenos Aires.

“Los precios aumentan frecuentemente”, me dice con cierto rictus de pudor para justificar su duda. También le compro Clarín y El Cronista. “De un día a otro pueden cambiar” (los precios), me aclara.

El crucero presenta una estética placentera para leer la prensa: Don Blanco, una pastelería donde una persona de la tercera edad reclama su descuento luego de que le entregaran la cuenta; la mesera le aclara que tuvo que haberlo solicitado antes de pedirla; Le pain quotidien, donde la mesera me sugiere usar el código QR para leer la carta porque los precios se han actualizado.

A pocos metros, sobre Nicaragua, pero esquina Dorrego, se encuentra un local de Havanna, donde un mesero me entrega un cruasán con jamón y queso pese a que sólo le había pedido pan dulce. “Así es el cruasán dulce”, me comenta reflejando en su rostro mi gesto de sorpresa. Le agradezco la aclaración y me como el cuernito con jamón y queso.

La inflación podría reinterpretarse como una realidad aumentada o quizá como un sedante que impide fijar el pensamiento. El valor del dinero se desvirtúa y produce un efecto desolador cuando los ingresos permanecen constantes.

La inflación de diciembre en Argentina fue del 25.5%, el nivel más alto en 30 años, y muy lejos de las cifras de diciembre de 2015 y 2019, cuando comenzaban los gobiernos de Mauricio Macri y Alberto Fernández, respectivamente.

La inflación de 2023 cerró en 211.4%.

Al abrir la carta de Le pain quotidien me encuentro con que los precios de todos los platillos han sido cubiertos con pequeñas etiquetas blancas. Obviamente levanté algunas de ellas para comparar las cifras con las que aparecen en la carta virtual.

Banana detox: 3,310 pesos argentinos, según indica la carta, pero el precio real es de 3,810 pesos (80 pesos mexicanos). El incremento fue de 15%.

Un waffle: 4,490 pesos (con etiqueta); el precio real es de 5,170 pesos. También recibió un incremento del 15%. La conversión a pesos mexicanos, 110 pesos.

Los pecios en el sector salud recibieron un incremento de 32.6% durante el mes de diciembre; transporte, 31.7% y alimentos y bebidas no alcohólicas, 29.7%.

Por el lado del tipo de cambio oficial, saltó 118%.

Es una guerra de cifras contra la cartera.

En Buenos Aires, existe un dominio turístico de brasileños; choferes de Uber de origen venezolano, paraguayo y boliviano, y existen restaurantes exclusivos no aptos para argentinos, por el precio: Don Julio o Lilas, dos parrillas con excelente carne.

Una comida para dos personas en el restaurante Lilas de Puerto Madero, con picaña y ojo de bife incluida, cuesta alrededor de 100,000 pesos argentinos (más o menos 2,120 pesos mexicanos).

Es cierto que la excelente calidad de la comida argentina se puede encontrar en la mayoría de los restaurantes de Buenos Aires y con precios asequibles para el segmento de la clase media. Un ejemplo es Güerrin, especializado en pizzas.

No hay rendición de cuentas. El expresidente Alberto Fernández cenó en el Four Seasons de Madrid en la nochevieja pagando un menú de 600 euros.

El show del cinismo tiene que seguir.

@faustopretelin

Fue profesor investigador en el departamento de Estudios Internacionales del ITAM, publicó el libro Referéndum Twitter y fue editor y colaborador en diversos periódicos como 24 Horas, El Universal, Milenio. Ha publicado en revistas como Foreign Affairs, Le Monde Diplomatique, Life&Style, Chilango y Revuelta. Actualmente es editor y columnista en El Economista.

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