En memoria de Enrique Melrose

La mañana del 4 de abril de 2024, me enteré con profunda tristeza sobre el sensible fallecimiento de mi amigo y maestro -en el mejor sentido de la palabra-, doctor Enrique Melrose Aguilar, quien fue comisionado de la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) durante la época en que el sector telecomunicaciones se abría a la competencia, con todos los riesgos, incertidumbres y presiones que eso conllevaba. El doctor Melrose nos honró también como miembro del Instituto del Derecho de las Telecomunicaciones (IDET), donde con toda paciencia nos explicaba a abogados y economistas los pormenores y complejidades técnicas de la ingeniería y de lo que poco más tarde habría de conocerse como sector TMT (acrónimo de telecomunicaciones, medios y tecnología).

Conocí a Enrique en 1996 con la entonces reciente creación de la Cofetel como órgano desconcentrado de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Ernesto Zedillo era presidente de México y Jaime Ruiz Sacristán el secretario. Ambos con la clara convicción de que solo la competencia económica podría mejorar la calidad de los servicios, ampliar su cobertura y bajar los precios en beneficio de los usuarios. A diferencia de todos los presidentes que siguieron, con la honrosa excepción de Enrique Peña Nieto, Zedillo tenía claro el camino, aunque las herramientas con las que dotó a la Cofetel fueron endebles: no podía otorgar ni revocar concesiones o permisos ni podía imponer sanciones. Aún así, aquella Cofetel encabezada primero por otro grande de las telecomunicaciones en México, Carlos Casasús López Hermosa, y después por Javier Lozano, abrió en tiempo récord la competencia en larga distancia, servicio local, telefonía móvil, televisión por cable, radiocomunicación especializada de flotillas y muchos otros servicios, además de crear la primera regulación en materia de interconexión, numeración y señalización para un entorno de múltiples operadores. Logró también implementar la modalidad “El que llama paga” para el servicio móvil, lo que permitió que hoy en nuestro país haya casi tantas líneas celulares como habitantes, y eso sin subsidio público alguno, al que tan adicto es nuestro populismo bananero. Por supuesto que no fue fácil y hubo noches eternas. Enrique Melrose estuvo siempre ahí, con una sonrisa, y con la clara disposición del que nació para enseñar.

Yo entonces representaba a Telmex y a Telcel en la negociación de los distintos tipos de convenios de interconexión, y en los asuntos relacionados con la nueva regulación que emitía la Cofetel. Evidentemente, en muchos casos los intereses de mis clientes no coincidían con los objetivos de la Cofetel, aun así, Enrique siempre tuvo la disposición de escuchar e, incluso, cuando llegaba a ver la otra parte de la ecuación podía llegar a cambiar de opinión. Nunca tuvo otro dogma que no fuera el pensar que el otro tal vez podía tener algo de razón.

Antes de conocernos personalmente, Enrique Melrose tuvo una participación activa en todo el trabajo que culminó con la exitosa privatización de Telmex y la elaboración del Reglamento de Telecomunicaciones que inició la ruptura del dogma de que los servicios de telecomunicaciones tenían que ser un monopolio estatal para “garantizar las comunicaciones nacionales y la soberanía.” Ahora, con la perspectiva que da la distancia, nos queda claro que siempre es mejor para los usuarios y consumidores un mercado abierto en competencia que monopolios estatales usufructuados por políticos transitorios y corruptos en colusión con líderes sindicales igualmente corruptos. Nos falta mucho, pero el rumbo sigue en la dirección correcta.

Por fortuna para mí nos seguimos viendo a lo largo de estos veintiocho años, tanto en eventos y desayunos del IDET como en comidas y reuniones de amigos del sector. No es casualidad, por supuesto, que al momento de su muerte el doctor Melrose fuera maestro en el ITAM y estuviera consagrado a la investigación y la enseñanza.

¡Te vamos a extrañar, Henry!

@gsoriag