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Es una cuestión de confianza
Los inversionistas buscan oportunidades de inversión en países donde haya un claro Estado de Derecho que permita, en caso de controversias, un marco jurídico transparente y claro, con reglas del juego que se cumplan y donde haya una autoridad judicial que se apegue a derecho y que imparta justicia de forma imparcial
Crecí con el lema de la Bolsa Mexicana de Valores grabado en mi mente: “Dictum Meum Pactum” que significa “Mi Palabra es mi Contrato”, y desde muy temprana edad entendí que en todos los aspectos de la vida, incluido el mundo de los negocios, pero particularmente en el de las inversiones, el valor de la palabra empeñada y la confianza eran fundamentales.
En efecto, los inversionistas buscan oportunidades de inversión en países donde haya un claro Estado de Derecho que permita, en caso de controversias, un marco jurídico transparente y claro, con reglas del juego que se cumplan y donde haya una autoridad judicial que se apegue a derecho y que imparta justicia de forma imparcial.
Hoy los inversionistas nacionales y extranjeros ven con preocupación y nerviosismo la propuesta de reforma al Poder Judicial y la desaparición de los organismos autónomos, en donde la semana pasada ya fue aprobada la reforma al Poder Judicial por la Cámara de Diputados y ha sido enviada al Senado para su aprobación esta semana, donde el partido oficialista requiere tan solo de un voto de la oposición para alcanzar su aprobación.
A lo anterior, se suma la modificación que se aprobara en la Constitución de la Ciudad de México con relación a la definición de la propiedad privada, que si bien se explica como la intención de homologar dicha definición con la de la Constitución Federal, los inversionistas la ven con preocupación y desconfianza.
La reforma al Poder Judicial tiene muchas implicaciones, quizá algunas que todavía no alcanzamos a ver, pero por lo pronto, de ser aprobada por el Senado, sin duda habría un impacto negativo en el Tratado de Libre Comercio que tenemos con Estados Unidos y Canadá, lo cual no es buena noticia por donde se le vea, ya que es justo decir que el Tratado comercial para México ha significado un motor de crecimiento importante a lo largo de todos los años que ha estado vigente.
De igual manera, los inversionistas podrían ante la incertidumbre que genera, detener sus inversiones en el país, como ya han anunciado varios, y otros salirse de nuestro país, lo que sin duda tendría un impacto negativo en el tipo de cambio, que al depreciarse, generaría presiones inflacionarias y podría generar alzas en las tasas de interés.
Por lo pronto, el peso pasó, de entre una canasta de divisas, de ser de una de las monedas más fuertes, a la más depreciada, y nuestra Bolsa al cierre de agosto iba con pérdidas de más del 9 por ciento.
Todo lo anterior en un escenario complicado a nivel global, ya que claramente la economía del planeta está perdiendo impulso, y México no es la excepción.
Por su parte, los mercados estuvieron muy atentos la semana pasada al reporte de empleo en Estados Unidos, el cual mostró una creación de 142,000 puestos de trabajo en agosto, ligeramente por debajo de lo esperado, mientras que las cifras de junio y julio fueron revisadas a la baja. La tasa de desempleo disminuyó de 4.3 a 4.2 por ciento.
Si bien no fue un reporte con grandes sorpresas, sí viene a confirmar la expectativa del mercado que la economía de ese país se viene desacelerando y los futuros descuentan ya con una probabilidad del 70%, un recorte de la tasa de referencia de la Reserva Federal de 25 puntos base, para ubicarla en un rango de entre 5.00 y 5.25% en su reunión del próximo 18 de septiembre.
En México, los datos de empleo mostraron un incremento en la tasa de desempleo al pasar de 2.78 a 2.93%, y a pesar de no ser un mal dato, preocupa que el 83% de los empleos generados en nuestro país en el mes de julio, fueran en la informalidad.
De hecho, en nuestro país la economía informal ya equivale al 23% del PIB.
Cuesta mucho ganarse la confianza y tan solo un error para perderla. En México no nos podemos dar el lujo de perder la confianza de los inversionistas que tanto costó recuperar tras el error del 94 y que hoy podríamos perder con todas las consecuencias que esto implica.