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Opinión

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Estados Unidos y las protestas estudiantiles

Las protestas estudiantiles en más de 35 universidades sobre el conflicto Hamas-Israel escalaron fuertemente la semana pasada. Todo inició el 17 de abril cuando estudiantes de la Universidad de Columbia en Nueva York establecieron un “campamento” en medio del campus para protestar por el conflicto en Gaza y defender la causa palestina. En los siguientes días tomaron instalaciones y las vandalizaron. La rectora Minouche Shafik ordenó la suspensión de clases y actividades. Las autoridades trataron de establecer un diálogo. No obstante, la demanda de que la Universidad cancele toda relación económica con compañías israelíes no es aceptable. Columbia recibe millones de dólares en donativos de conglomerados e individuos judíos. Se trató de convencer a los manifestantes de un desalojo pacífico so pena de sanciones administrativas como la expulsión definitiva. Otro problema es que en este tipo de concentraciones siempre hay infiltrados que defienden intereses ajenos a los de los manifestantes y que se inclinan por la violencia.

La presidenta Shafik decidió, ya en dos ocasiones, que la policía desalojara a los estudiantes en apego al reglamento universitario. Hubo violencia policíaca en esos arrestos. Estas acciones inclusive propiciaron la condena de un grupo de miembros de la facultad.

Llamar a la intervención de la fuerza pública es una decisión delicada para mantener un equilibrio entre protestas pacíficas, la libertad de expresión, y reanudar las actividades normales de la Universidad. En la mayoría de los campus las autoridades decidieron que la policía interviniera y se dieron distintos grados de violencia policíaca. Al parecer el total de arrestos ya supera 2,200 estudiantes.

En el caso particular de Columbia, las consecuencias de permitir la entrada de la policía tienen un antecedente de hace 56 años. Entre marzo, abril y mayo de 1968 hubo fuertes y tumultuosas manifestaciones y ocupación de edificios en contra de la guerra de Vietnam, de la construcción de un gimnasio segregacionista y la demanda de suspender contratos que la Universidad mantenía con el Departamento de Defensa. Finalmente los estudiantes fueron desalojados por las fuerzas policíacas. Se habló de una falta de juicio por parte del rector Kirk de no haber agotado las negociaciones y haber acudido a la fuerza pública. Estos disturbios dejaron cicatrices en la Universidad, y diez años después (cuando llegué a estudiar a Columbia) aún se hablaba del movimiento del 68 en el campus de Mornigside.

Hoy, al igual que en 1968, el país está ante una elección presidencial compleja. Se dice que las protestas en 1968 fueron un factor para que perdiera Humphrey y ganara Nixon. Ahora, hay un debate si éstas favorecen a Trump o a Biden. El futuro del conflicto es incierto pero la represión nunca es solución por las secuelas que permanecen por muchos años.

Como lo ha reiterado Shafik, “la decisión de desalojar a los manifestantes es una respuesta a sus acciones, y NO a su causa; ante todo se seguirá defendiendo a la libertad de expresión”. Yo agregaría que lo que es reprobable es el discurso violento de odio antisemita, no el lenguaje de discrepar.

federico@rubli.net

Economista egresado del ITAM. Cuenta con Maestría y estudios de doctorado en teoría y política monetaria, y finanzas y comercio internacionales. Columnista de El Economista. Ha sido asesor de la Junta de Gobierno del Banxico, Director de Vinculación Institucional, Director de Relaciones Externas y Coordinador de la Oficina del Gobernador, Gerente de Relaciones Externas, Gerente de Análisis Macrofinanciero, Subgerente de Análisis Macroeconómico, Subgerente de Economía Internacional y Analista.

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